La novia, impresionada ante el mill¨®n de personas que llenaban las calles de Londres
La monarqu¨ªa brit¨¢nica, "la m¨¢s hist¨®rica, segura y eficiente del mundo", seg¨²n afirma un editorial del Times de Londres, se sumergi¨® ayer en una explosi¨®n de entusiasmo popular en torno a la boda del pr¨ªncipe Carlos con una jovencisima arist¨®crata, once a?os menor que ¨¦l, llamada Diana. La t¨ªmida Di, como se la conoce familiarmente en Inglaterra, se vio desbordada, a su paso por las calles de Londres, por las muestras de afecto del p¨²blico, alrededor de un mill¨®n de personas, con predominio de gente joven.
El espect¨¢culo, pues, lo fue en todos sus detalles, incluidas las cuatro apariciones en la balconada del, palacio de Buckingham de la familia real, una vez transcurrida la ceremonia en la catedral de San Pablo, y result¨® impecable. Los uniformes de gala de la guardia real contrastaban con los vaqueros de los turistas, muchos de los cuales hicieron noche en las aceras, a pesar de la amenaza de lluvia, que no se cumpli¨®. Hasta la meteorolog¨ªa amaneci¨® plenamente mon¨¢rquica: apenas si hizo calor y luci¨® el sol.Las primeras en partir fueron las cabezas coronadas asistentes a la boda, cada una a bordo de un coche negro, muy al estilo norteamericano. En cuanto apareci¨® la reina, en compa?¨ªa de su esposo, el pr¨ªncipe Felipe de, Edimburgo, comenzaron los vivas y gritos, que no besaron hasta que pas¨® la ¨²nica carroza cubierta de todo el cortejo, la que transportaba a ladi Di y a su padre, el conde de Spencer.
Era, tambi¨¦n, el ¨²nico carruaje escoltado por la polic¨ªa, y no por la guardia real, ya que la novia, que tan s¨®lo tiene veinte a?os, a¨²n no hab¨ªa pasado a ser un miembro de pleno derecho de la familia real.
La inc¨®gnita que rodeaba al atuendo de ladi Di hizo a¨²n m¨¢s expresivas las muestras de sorpresa y aprobaci¨®n cuando dej¨® ver su rostro, cubierto por una cascada de tules, a trav¨¦s de las ventanas de la carroza: que la llev¨® desde Clarence Flouse (residencia de la reina madre) hasta la escalinata de la catedral disfrazado de lacayo viajaba alg¨²n que otro polic¨ªa, temeroso de que alg¨²n individuo soitario pretendiera atentar contra alguno de los personajes de la hist¨®rica boda.
Mientras tanto, en la puerta del Ayuntamiento, un grupo de simpatizantes del IRA realizaba una huelga de hambre simb¨®lica, al tiempo que lanzaban al aire mil globos negros para protestar por el contraste entre estos festejos y las huelgas que protagonizan los presos republicanos del Ulster. Una sola detenci¨®n, la, de un carterista, se produjo a lo largo de la jornada. Y doscientas personas fueron atendidas en centros hospitalarios por causas leves, talesn como ca¨ªdas y mareos.
Al salir del palacio en el que naci¨® hace 32 a?os, el pr¨ªncipe Carlos apareci¨® con una expresi¨®n entre divertida y complaciente. En cambio, cuando apareci¨® en el umbral de la catedral, llevando del brazo a su esposa, el rostro se le hab¨ªa transformado. Fue en este momento cuando ladi Diana realiz¨® su primer saludo oficial a la multitud que la aclamaba. Un gesto t¨ªmido, con la mano izquierda (que solt¨® brevemente del brazo de su marido), en la que luc¨ªa la flamante alianza de oro gal¨¦s. El viaje de vuelta lo realizaron juntos, a bordo del land¨® descubierto del pr¨ªncipe, tirado por cuatro soberbios caballos.
Una vez que toda la familia real se encontr¨® de nuevo en palacio, la polic¨ªa permiti¨® a la gente acercarse hasta la verja que rodea el edificio para que pudiera aclamar a los reci¨¦n casados, que se vieron obligados a salir por cuatro veces consecutivas, ante la insistencia del p¨²blico, que no ces¨® de dar v¨ªtores durante cerca de un cuarto de hora.
A las cinco y media de la tarde, hora de Madrid, los pr¨ªncipes de Gales, en carroza descubierta y con modelos m¨¢s apropiados para viajar, se dirigieron a la estaci¨®n de Waterloo, donde subieron a un vag¨®n especial que les llev¨® a Broadiands, residencia del asesinado lord Mountbatten, donde permanecer¨¢n hasta que pasado ma?ana partan hacia Gibraltar para embarcar en el Britannia.
Las calles por las que atravesaron las diversas comitivas quedaron hechas una pena, llenas de basura, pero los brit¨¢nicos ya tienen, al fin, una futura reina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.