Dise?o contra la destrucci¨®n del medio urbano
La muerte del arquitecto Robert Moses, probablemente uno de los urbanistas m¨¢s famosos y discutidos que ha actuado sobre la ciudad de Nueva York, da pie a muchos comentarios y reflexiones sobre su actuaci¨®n, en particular, y sobre la labor de los planificadores urbanos, en general.La primera pregunta que nos formulamos ante Moses y su obra es la que inquiere sobre el modelo de sociedad al que sirve el dise?ador y la Administraci¨®n que lo contrata. Sobre este aspecto no hay grandes sospechas. Moses fue un republicano conservador al servicio de los intereses del gran capital, s¨®lo que supo revestir su urbanismo de una cierta modernidad que le transform¨® en algo as¨ª como el representante del ? estilo internacional? dentro del dise?o urbano.
Actuar sobre Nueva York no es nada f¨¢cil. Pocas ciudades tienen un tan alto orado de concentraci¨®n y saturaci¨®n. Lo antiguo -aunque no tenga muchos siglos de existencia- y lo moderno est¨¢n en permanente pugna. Cualquier intento de innovaci¨®n supone reconsiderar el legado del pasado ante las necesidades del futuro. ?Debe derribarse por turno cada uno de los sectores que integran la vieja ciudad en aras de otra de concepci¨®n m¨¢s moderna; o, por el contrario, debe tenderse a una conservaci¨®n a ultranza donde cualquier perspectiva, callejuela o viejo edificio sea mantenido sin posibilidad de variaci¨®n o renovaci¨®n? He aqu¨ª las dos grandes posturas en el mundo del dise?o urbano, la tendencia inclusiva y la tendencia exclusiva, la que exige el cataclismo a la hora de actuar sobre las ciudades y la que preconiza el arqueologismo en defensa de una preservaci¨®n total del patrimonio urbano.
Ya sea mediante peque?as mejoras y oportunos parches, ya mediante reformas radicales a pasos agigantados, la renovaci¨®n urbana se produce incesantemente. Las ciudades nacen unas sobre las otras, de manera que se hace imposible hablar de un aqu¨ª y de un ahora determinados porque el urbanismo es din¨¢mico y cambiante.
Alrededor de los a?os cincuenta, Robert Moses fue reclamado por la alcald¨ªa de Nueva York para que replanteara el urbanismo de la ciudad, que ya empezaba a dar acusadas muestras de saturaci¨®n y complejidad. Por ser un momento altamente expansivo en el que Estados Unidos recuperan su poder¨ªo y hegemon¨ªa, los administradores de la ciudad, los banqueros, las inmobiliarias, los urbanizadores de suburbios, los especuladores en general propugnan un urbanismo exclusivo, que tendr¨¢ sus ventajas en cuanto a la creaci¨®n
de singulares centros residenciales y culturales, pero que ir¨¢ en detrimento de antiguas edificaciones y viejos fragmentos del tejido urbano.Mientras dur¨® el reinado absoluto de Moses la ?explanadora? pudo actuar con gran libertad. De no haberle parado a tiempo hubiese destruido virtualmente toda la parte oeste de Manhattan, desde la calle 59 hasta la 110. Lo que era un aspecto negativo a nivel simb¨®lico y social supon¨ªa a su vez un aspecto positivo para la nue, a imagen de Nueva York. Los espacios que ¨¦l arras¨® dejaron libre, algunas zonas de la tupida superficie de la ciudad para que en su lugar aparecieran edificios singulares.
Pese a su fama, a su pragmatismo, a su incondiciolial servicio a los grandes intereses, Moses pasar¨¢ a la historia conio el planificador m¨¢s agresivo y por ello innovador- de Nueva York, y a su vez, como el urbanista de los derribos en masa y de los nuevos comienzos. Treinta, a?os despu¨¦s, sus procedimientos resultan il¨®gicos, caros y, sobre todo, irrespetuosos.
Nueva York es un centro tan din¨¢mico que incluso puede llegar a absorber estas contradicciones, pero la huella de Moses perdurar¨¢ por varios siglos. La historia y la sociolog¨ªa urbana se encargar¨¢n de valorar su ambiciosa actuaci¨®n.
Babelia
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