El debate libre y la "caja negra"
EL DESENLACE del X Congreso del PCE no ha arrojado grandes sorpresas y su desarrollo se ha movido dentro de una banda de comportamientos que resultaban previsibles en funci¨®n de las lealtades previas de los delegados elegidos para representar a las organizaciones locales en la asamblea.La viveza y el acaloramiento de los debates, la gran mayor¨ªa de los cuales han podido ser presenciados con toda libertad por los periodistas, los sit¨²an a mil leguas, como el propio Carrillo se encargar¨ªa de apuntar con iron¨ªa al replicar a sus cr¨ªticos, del hieratismo teatral, la disciplina militar, la unanimidad en el aplauso, la adulaci¨®n a los dirigentes y el monolitismo ideol¨®gico que caracterizaba a los congresos comunistas en los tiempos de Stalin. No es casualidad, sin embargo, que la consigna de luz y taqu¨ªgrafos, elogiablemente aplicada no s¨®lo en las sesiones plenarias, sino tambi¨¦n en los trabajos de, comisiones, quedara inflexiblemente proscrita en la comisi¨®n de candidaturas, aut¨¦ntico sancta sanct¨®rum que discuti¨® en secreto la composici¨®n del Comit¨¦ Central, clave de arco de todo el edificio organizativo del PCE.
Las corrientes de opini¨®n, arrojadas oficialmente por la puerta en el pleno del congreso, regresaron subrepticiamente por la ventana de la comisi¨®n de candidaturas, para negociar la formaci¨®n de los ¨®rganos de direcci¨®n y el reparto en su seno de sus representantes. Este forcejeo secreto dentro de la caja negra suplant¨® el eventual funcionamiento de un sistema electoral basado en listas alternativas y en la aplicaci¨®n de criterios de proporcionalidad al c¨®mputo de los votos. A este respecto, cabe se?alar que los sof¨ªsticos argumentos normalmente utilizados por las direcciones de los partidos -no s¨®lo el comunista, por supuesto-, a fin de justificar la falta de correspondencia entre lo que predican para la sociedad y lo que decretan para sus organizaciones, no s¨®lo no convenen a nadie, sino que irritan a muchos. Porque defender el sistema de elecci¨®n proporcional estricta para el Parlamento del Estado, y sofocar, en cambio, dentro de las cuatro paredes de una comisi¨®n secreta de candidaturas controlada por una de las tendencias, la composici¨®n de la candidatura oficial al parlamento del partido es una contradicci¨®n que ning¨²n ejercicio de dial¨¦ctica reconciliatoria puede superar.
No se trata, por supuesto, de poner en duda que la mayor¨ªa de los delegados al X Congreso del PCE se alineaban, sincera y conscientemente, con las posiciones defendidas por Santiago Carrillo. Parece, sin embargo, un desprop¨®sito que fueran los mayoritarios quienes determinaran no s¨®lo el cupo que correspond¨ªa en las listas a los minoritarios, sino tambi¨¦n el nombre y apellidos de los candidatos que deber¨ªan representarlos. Nunca podr¨¢ saberse, probablemente, si la sorda negociaci¨®n en los pasillos influy¨® sobre quienes se consideraban vencedores de antemano, o si ¨¦stos se limitaron a ejercer, con capr¨ªcho y autosuficiencia, la virtud feudal de la magnanimidad. En cualquier caso, parece un hecho cierto que los discrepantes est¨¢n subrepresentados en el Comit¨¦ Central, tomando como punto de referencia las votaciones en el congreso, y que a la direcci¨®n del PCE se le fue la mano en algunas inversiones tan bruscas de la relaci¨®n de fuerzas como la que ejemplifica, dentro de los comunistas vascos, el regalo de puestos a los adversarios de Roberto Lertxundi, una de las estrellas en los debates.
Por lo dem¨¢s, la clara victoria de Santiago Carrillo, legitimada por la libertad de discusi¨®n a lo largo del congreso y empa?ada por la dureza de la comisi¨®n secreta de candidaturas a la hora de elaborar la lista oficial, mantiene al PCE en la inc¨®moda e inestable situaci¨®n de una organizaci¨®n que ha abandonado algunas de sus viejas se?as de identidad (desde el marxismo-leninismo y la fidelidad incondicional a la Uni¨®n Sovi¨¦tica hasta la dictadura del proletariado y la disciplina paramilitar interna), pero que no termina de llevar hasta el final las conclusiones l¨®gicas de sus postulados te¨®ricos. Seguramente, las verdaderas dificultades del comunismo espa?ol est¨¢n en esas irresueltas, y quiz¨¢ insuperables, contradicciones, que se podr¨ªan resumir en la probable inadecuaci¨®n de un partido nacido de la III Intemacional para realizar tareas propias de un partido socialista y en la segura resistencia de los dihgehtes y militantes veteranos a confesarse a s¨ª mismos y a los dem¨¢s su dram¨¢tico fracaso hist¨®rico y biogr¨¢fico.
Santiago Carrillo, que ha desempe?ado un papel de sef¨ªalada importancia durante el per¨ªodo de la transici¨®n y que ha colaborado de manera indiscutiblemente positiva al establecimiento de la Monarqu¨ªa parlamentaria en nuestro pa¨ªs, sigue dispuesto, en cualquier caso, a intentar esa arriesgada mutaci¨®n, que implica la doble tarea de mantener una continuidad parcial con la historia estaliniana del PCE y de realizar una ruptura, tambi¨¦n parcial, con el legado ideol¨®gico, estrat¨¦gico y pol¨ªtico del pasado. Por esa raz¨®n, tanto la vieja guardia como los renovadores resultan necesarios para ese ejercicio de equilibrio inestable, en espera de que la yuxtaposici¨®n de esos dos caracteres deje lugar en el futuro a la milagrosa aparici¨®n del.reto?o eurocomunista, respetuoso con la revoluci¨®n de octubre pero adversario de sus frutos sovi¨¦ticos, predicador de la unidad con los socialistas pero rencoroso fiscal de la socialdemocracia europea desde 1917 hasta nuestros d¨ªas y virulento cr¨ªtico de los pasos mal dados, bien sea a la derecha, bien sea a la izquierda, por el PSOE.
En cualquier caso, los resultados que obtenga el PCE en las pr¨®ximas elecciones ser¨¢n la piedra de toque de los aciertos o de los errores de la asamblea reci¨¦n concluida, tanto en lo que respecta a su l¨ªnea pol¨ªtica como en lo que concieme a sus cambios organizativos. S¨ª el PCE mantuviera o mejorara sus posiciones, los renovadores y los prosovi¨¦ticos quedar¨ªan privados de argumentos contundentes para sus cr¨ªticas. Pero si los comunistas perdieran buena parte de su electorado en 1983, este X Congreso podr¨ªa ser el acta de defunci¨®n del eurocomunismo y un serio rev¨¦s para la imagen p¨²blica y el futuro pol¨ªtico de Santiago Carrillo.
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