Marginaci¨®n, discriminaci¨®n, opresi¨®n y explotaci¨®n, conclusiones de las Jornadas Feministas de Santander
Las palabras marginaci¨®n, discriminaci¨®n, opresi¨®n y explotaci¨®n definen la situaci¨®n soportada por la mujer en el mundo actual, seg¨²n conclusiones del curso que sobre el tema y el a?adido de Notas sobre feminismo se ha celebrado en la Universidad Internacional Men¨¦ndez y Pelayo, de Santander. Frente a definiciones moderadas, en las que fundamentalmente se califica al feminismo como una forma de humanismo (el caso de la conferencia de Carmela Garc¨ªa Moreno, directora general de la Juventud), predominaron las tesis liberadoras o revolucionarias, en las que, en ocasiones, el feminismo es m¨¢s una posici¨®n agresiva frente al machismo que una afirmaci¨®n igualitaria de la mujer.
Todo ello en un marco social en el que el movimiento feminista encuentra evidentes formas de discriminaci¨®n, instaladas muchas de ellas en la propia legislaci¨®n o en instituciones b¨¢sicas como el matrimonio y la familia. En ¨²ltimo t¨¦rmino, los medios de comunicaci¨®n consolidan ¨¦sa realidad, aun reconociendo que, a nivel laboral, la mujer, tambi¨¦n en Espa?a, tiene una presencia activa en esos medios, aunque no en labores directivas o sobre temas pol¨ªticos.Dirigido por Pina L¨®pez Gay, el seminario cont¨® con las intervenpiones de la diputada de UCD Carmela Garc¨ªa Moreno, la poetisa Gloria Fuertes., la periodista, jefa de informaci¨®n nacional de EL PAIS, Soledad Alvar¨¦z Coto; las abogadas Cristina Alberdi, Cristina Almeida y Lidia Falc¨®n, la economista Carmen Mestre y la soci¨®loga Judith Astelarra.
La primera cuesti¨®n se refiri¨® a qu¨¦ es el feminismo y a los objetivos primeros del movimiento. Seg¨²n Pina L¨®pez Gay, las dos principales caracter¨ªsticas del feminismo son, en primer lugar, que se trata de un ?movimiento emancipador, es decir, que su satisfacci¨®n trasciende el sistema, al no poder el capitalismo cumplir con sus ¨²ltimas aspiraciones?, y,quel adem¨¢s, es un movimiento universal, puesto que es una lucha que afecta a todos y cada uno de los ¨¢mbitos de la sociedad y a todos sus elementos. ?Cuando las mujeres conscientes reivindicamos una ley justa de divorcio, cuestionamos al tiempo el matrimonio y la base de la familia tradicional?, afirma L¨®pez Gay. Al estudiar el feminismo entre la juventud, la directora del curso advirti¨® que hay que tener en cuenta que el sistema patriarcal no es s¨®lo opresivo para la mujer, sino tambi¨¦n para los hijos, generando subalternidad en la mujer y en los hijos respecto al padre. Por otra parte, es en el movimiento juvenil donde la emancipaci¨®n encuentra potencial revolucionario, en el que la acci¨®n no reproduce los esquemas del mundo adulto, sino que da libre paso a las energ¨ªas creadoras de cada uno. En ese sentido, Pina L¨®pez Gay cree que la nueva sociedad que destruya este sistema vendr¨¢ por la confluencia de todos los movimientos emancipadores (ecologismo, feminismo, juventud), ?¨²nica forma de asegurar que vamos avanzando no s¨®lo en la destrucci¨®n de lo viejo, sino en el amanecer de algo que verdaderamente merezca la pena?.
Se aprende a ser hombre o mujer
La soci¨®loga de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona Judith Astelarra plante¨® otra cuesti¨®n fundamental: el patriarcado, ?es una teor¨ªa o es una ideolog¨ªa? Astelarra afirma que el movimiento feminista contempor¨¢neo es heredado de las luchas de otras mujeres en otros siglos y que cuando el sufraguismo se disolvi¨®, una vez conseguido el derecho al voto, cincuenta a?os despu¨¦s, en la d¨¦cada de los sesenta del siglo pasado, las mujeres volvieron a darse cuenta de que su situaci¨®n no s¨®lo no fue resuelta, sino que sus reivindicaciones tampoco aparecieron en los movimientos contestatarios.Es as¨ª como reapareci¨® el feminismo, que, al igual que en otras ocasiones, enfrent¨® la necesidad de elaborar una teor¨ªa que explique la subordinaci¨®n de las mujeres. Y nace la noci¨®n del patriarcado. ?Las mujeres ya son conscientes?, dice Judith Astelarra, ?de que su subordinaci¨®n no es producto de fen¨®menos parciales, tales como la falta de educaci¨®n, el no acceso a la pol¨ªtica, o el tipo de trabajo que desempe?a, sino de que la des igu aldad entre los hombres y las mujeres se produce desde el momento mismo en el que el sexo se convierte en g¨¦nero?. S¨¦g¨²n eso, el sexo biol¨®gico no determina ni la funci¨®n social que cumplen hombres y mujeres en la sociedad ni el tipo de sociolog¨ªa que se desarrolla. No se nace hombre o mujer: se aprende a ser hombre y mujer.
Jerarqu¨ªa de sexos
Como en una sociedad patriarcal se parte del supuesto de que las mujeres ¨¢on inferiores, esas funciones son desiguales tambi¨¦n, marcan una jerarqu¨ªa de sexos, en la que los que mandan son los hombres y las mujeres obedecen. La conclusi¨®n a esta tesis de Judith Astelarra es que la sociedad desarrolla, por tanto, una serie de instituciones sociales encargadas de mantener esa situaci¨®n de subordinaci¨®n de las mujeres: en lo familiar son dependientes, su sexualidad es castrada y puesta s¨®lo en funci¨®n de las necesidades de la poblaci¨®n, y los trabajos que desempe?an son los que tienen menos valor social.Ante este panorama te¨®rico (o ideol¨®gico), la pol¨ªtica a seguir es m¨²ltiple. En ¨¦l caso de las conferencias internacionales, que examin¨® la directora general de la Juventud, Carmela Garc¨ªa Moreno, el relato hist¨®rico no es precisamente un camino de rosas. Los primeros convenios suscritos en Par¨ªs, a primeros de siglo, parten de una concepci¨®n paternalista del problema, y centran su trabajo de incorporaci¨®n de la mujer sobre la trata de blancas y la prostituci¨®n hacia los a?os veinte. La Conferencia Panamericana se?ala la necesidad de estudiar las capacidades legales constitucionales de las mujeres, y s¨®lo las Naciones Unidas llegar¨ªan, en primer lugar, a declararse en contra de cualquier tipo de discriminaci¨®n, y hacia 1975 a realizar un plan a largo plazo contra esa discriminaci¨®n. La conferencia de M¨¦xico en 1975 y la de Copenhague de 1980 concretan esa lucha.
Apoyo de los medios de comunicaci¨®n
Donde hubo unanimidad fue en la importancia que han de tener los medios de comunicaci¨®n como forma de apoyo al movimiento, fundamentalmente sensibilizando a la sociedad en estos temas. Lejos de ser mero objeto de consumo o simple objeto er¨®tico, las mujeres buscan un tratamiento igualitario todav¨ªa no perfilado sino en el aspecto de la participaci¨®n desde dentro, que analiz¨® la periodista Soledad Alvarez Coto, jefa de informaci¨®n nacional de EL PAIS.Soledad Alvarez Coto, con la historia de la Prensa en la mano, demostr¨® que la mujer ha estado presente desde los inicios de esa Prensa y que en el caso espa?ol el mundo del periodismo es uno de los m¨¢s abiertos a la presencia de la mujer, sin los obst¨¢culos de otros sectores ocupacionales. Pero siendo eso verdad, en el n¨²mero de profesionales, en salario y en el reparto del trabajo, la participaci¨®n femenina en la Prensa est¨¢ claramente distorsionada en lo que a puestos directivos se refiere. Las cifras ofrecidas por Soledad Alvarez Coto demuestran que sobre un total de 60 cargos directivos s¨®lo hay ocho mujeres, y que de los 150 periodistas que escriben sobre temas pol¨ªticos s¨®lo uno de cada ocho es mujer. La conclusi¨®n fue que mientras la mujer no tenga acceso a las ¨¢reas de decisi¨®n, a las tareas directivas, no podr¨¢ decirse que su participaci¨®n en la Prensa responde a criterios de igualdad hombre-mujer.
El mundo del trabajo
La conclusi¨®n de Cristina Almeida sobre el mundo del trabajo en Espa?a no puede ser m¨¢s pesimista. La formaci¨®n profesional es discriminatoria e in¨²til, no participa en los sindicatos ni en los ¨®rganos de direcci¨®n de los mismos, como medio para poder llevar adelante, dentro de la lucha general, las propias reivindicaciones feministas del derecho de la mujer al trabajo, y tampoco la ley de Relaciones Laborales y el Estatuto de los Trabajadores solucionan el problema.Refiri¨¦ndose a las cortas etapas de libertad en nuestro pa¨ªs, y en especial a la Segunda Rep¨²blica Espa?ola, que introdujo cambios legislativos importantes a nivel general de educaci¨®n, de familia, de derecho al voto, etc¨¦tera, la abogada Cristina Almeida signific¨® la posterior incorporaci¨®n masiva de las mujeres al trabajo cuando los hombres fueron llamados a los frentes de guerra, lo que supuso una masiva participaci¨®n femenina en tareas tradicionalmente masculinas, como los trabajos industriales, en la qu¨ªmica e, incluso, en las industrias de guerra.
Ese movimiento se quebr¨® en la ¨¦poca franquista, donde se vuelve a producir un brutal retroceso ideol¨®gico y pol¨ªtico. A nivel de trabajo, la mujer regresa al hogar al quedar destruido el incipiente aparato industrial, nuevamente destinado (e insuficiente) para los h¨®mbres. Se destaca tambi¨¦n la necesidad de dedicar a las mujeres a la expansi¨®n demogr¨¢fica, necesaria despu¨¦s de la contienda, para lo qu¨¦ se pondr¨¢n en marcha leyes que proh¨ªben trabajar a la mujer, casada.
Pero la segunda etapa, que coincide c¨®n la expansi¨®n industrial, contempla una nueva incorporaci¨®n de la mujer al trabajo, como mano de obra barata y no cualificada, y una serie de leyes discriminatorias sobre excedencia forzosa por matrimonio, la dote, los trabajos prohibidos a las mujeres por peligrosos e insalubres, etc¨¦tera, hasta llegar a la tercera etapa, a partir de la muerte de Carrero Blanco y el desmoronamiento del r¨¦gimen, en la que la nueva posible libertad coincide con la crisis econ¨®mica.
La realidad jur¨ªdica en tomo a la mujer, analizada por la abogada Cristina Alberdi, no pod¨ªa ser menos pesimista en el caso de Espa?a, ?una sociedad canonizada en la que la intransigencia ha sido norma?, en,la que la ideolog¨ªa que subyace bajo las formas jur¨ªdicas patriarcales se centra en torno al trabajo y la sexualidad.
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