La mujer, ?es cada mujer?
Se puede empapelar el planeta con lo que se ha dicho sobre lo que es y lo que no es la mujer, sobre lo que tiene o no tiene que hacer, sobre sus tra¨ªdos y llevados derechos, sobre sus reivindicaciones, sobre sus defectos y cualidades. Y, sin embargo, siempre quedan cosas por decir y, sobre todo, quedan muchas cosas por hacer, y por hacer en una l¨ªnea de sensatez. Yo dir¨ªa que la primera, casi la m¨¢s urgente, ser¨ªa un empe?o serio por desterrar de ra¨ªz esa actitud guerrillera con la que se estudia el tema, como si el hombre y la mujer fuesen dos enemigos ac¨¦rrimos. Planteamiento est¨²pido que a todos nos fastidia, pero que ah¨ª est¨¢. Y est¨¢ con otro defecto funesto, que se ha colado hasta la m¨¦dula en las campa?as de opini¨®n respecto a este asunto.Me refiero a esa forma f¨¢cil de generalizar y de dogmatizar en torno al tema, a la man¨ªa de dar leyes universales a partir de casos particulares. Como consecuencia, la mujer se trata s¨®lo como especie, como colectividad. Y se olvida que esa mujer gen¨¦rica, con rasgos esenciales comunes e inmutables y una misi¨®n espec¨ªfica por cumplir, se concreta en cada una de las mujeres con sus circunstancias peculiares muy distinta una de otra, que tiene que recorrer por s¨ª misma su personal andadura para alcanzar su propia meta.
Y se comprueba como resultado, en un an¨¢lisis r¨¢pido, que ese af¨¢n desmedido por encasillar a toda mujer en una direcci¨®n ¨²nica la est¨¢ sometiendo, a base de esl¨®ganes que le prometen un futuro feliz, a presiones de todo tipo y. lo que es peor, oblig¨¢ndola a renuncias importantes. Es como si, en otro orden de cosas, se impusiera de pronto que toda mujer, por el hecho de serlo, tuviese que ser rubia, con Ojos claros, medir un metro setenta, pesar 57 kilos, hablar tres idiomas y, conducir un tractor, so pena de pasar al apartado, muy poco atractivo, de gente frustrada o demod¨¦. Con ese mismo tono, inadmisible. se levantan voces para hablar de lo que debe hacer la mujer, de cu¨¢l es su misi¨®n en el mundo. de c¨®mo realizar su propio destino. Unas veces con af¨¢n de ayudarla, pero otras muchas con una intenci¨®n poco clara Ah¨ª s¨ª tendr¨ªamos que esgrimir un mecanismo de defensa y gritar hasta que nos escuchen: Un momento, por favor, se?oras, se?ores y organismos internacionales' Que una cosa es la mujer y otra cada mujer. Una cosa es evolucionar al ritmo del tiempo en que vivimos y otra es la falsa liberaci¨®n que consiste en pasar por el aro de unos programas preconcebidos con fines muy determinados.
?Qu¨¦ soluciones tomar? ?C¨®mo enfocar una vez m¨¢s esta cuesti¨®n mil veces debatida?
He descubierto en el G¨¦nesis unas l¨ªneas maestras para centrar el problema. El autor, despu¨¦s de relatar la creaci¨®n del mundo, termina diciendo que Dios, al contemplar su obra, exclama: ?No es bueno que el hombre est¨¦ solo. Voy a hacerle una ayuda semejante a ¨¦l?. Y en ese mismo pasaje nos cuenta c¨®mo les entrega el mundo, ofreci¨¦ndoles, con el trabajo, la posibilidad de ser sus colaboradores: ?Creced y multiplicaos y henchid la tierra, sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo cuanto viviese mueve sobre la tierra?.
Tarea en com¨²n, trabajo en equipo, dir¨ªamos ahora, ayuda, compenetraci¨®n. Todo menos lucha y enfrentamiento. Todo me nos perdernos en discusiones in¨²tiles cuando tenemos una gran empresa por realizar ayud¨¢ndonos unos y otros.
?De d¨®nde surgi¨® la complicaci¨®n? No voy a hacer un estudio detenido de la historia, con su proceso pendular a lo largo de los siglos, en los que la mujer ha pasado por las m¨¢s variadas posiciones.
Es m¨¢s pr¨¢ctico centrarnos en el momento actual y sumergirnos de lleno en esta hora, en que la mujer ha irrumpido con una fuerza indudable en el mundo profesional y se ha engranado en casi todos los campos de ese correr de la vida. Irrupci¨®n que entra?a un cambio violento, con puntos a favor y en contra, y que arrastra consigo una secuela de elementos positivos junto a otros que hacen ponerse en guardia al resto de la gente. Siempre hay una cara y una cruz en las monedas, pero esa realidad no significa que la soluci¨®n est¨¦ en cerrar los ojos a la verdad ni mucho menos en destruir lo que nos viene dado. Una vez m¨¢s se nos pide a todos un an¨¢lisis sereno, en busca, no del tiempo perdido, sino m¨¢s bien dir¨ªa, plagiando a Proust, de no perder el tiempo con pol¨¦micas in¨²tiles, con nostalgias o con temores, sino tratando de sacar el" m¨¢ximo partido a lo que ocurre.
La mujer ha encontrado su siti0 y exige un reconocimiento de sus derechos, que en justicia se le han de otorgar. Derechos en el orden civil, en el matrimonio, en el ¨¢mbito familiar, en el mundo del trabajo. Derechos que no pueden quedarse en un logro te¨®rico, sino que se ha de procurar llevar a la pr¨¢ctica una vez que las leyes hayan dado un paso adelante. Pero derechos que fa vorezcan a la mujer y, con ella, a la familia y a la sociedad. Quiero decir que en este af¨¢n por hacer justicia hay que evitar algo que est¨¢ ocurriendo: que al amparo de unas reivindicaciones justas, olvidadas hasta ahora porrazo nes hist¨®ricas y sociol¨®gicas, se acepten otros planteamientos de liberaci¨®n que, a base de frases pomposas y de juegos de pala bras, reducen sus peticiones a una liberaci¨®n de orden sexual (que remos ser due?as de nuestro cuerpo, gritan) e implantan el crimen del aborto para tratar de legalizar una forma infrahumana o irracional de vivir. Y todos sabemos, o por lo menos tendr¨ªa mos que saber, que una cosa es procurar que la mujer alcance un nivel al que tiene que llegar, en el que se reconozcan sus derechos y prerrogativas, y otra muy distinta dejarnos embaucar por este tipo de ideolog¨ªas que, aprovechando el r¨ªo revuelto, pretenden pescar en aguas que procuran enturbiar.
Estar alerta
Conviene estar alerta, una vez aceptado este hecho evidente de lo que ocurre, para no dar marcha atr¨¢s y destruirnos por una especie de revanchismo o por un af¨¢n ciego de demostrar hasta d¨®nde somos capaces de llegar en esa l¨ªnea de la liberaci¨®n.
Basta con hojear algo de lo que se escribe sobre la mujer y su papel en la sociedad para comprobar que hay puntos de vista demasiado radicales y absolutamente te¨®ricos sobre la cuesti¨®n. Son pocos quienes se acercan al tema con una dosis suficiente de sentido com¨²n, de equilibrio y de objetividad capaces de convencer a mujeres concretas, de carne y hueso, que, por estar en la brecha diaria de su hogar y su trabajo, saben que su quehacer, en uno y otro frente, es importante y muy eficaz, sin necesidad de que nadie tenga que decirles el porqu¨¦. Y es que las teor¨ªas feministas m¨¢s radicales han ca¨ªdo en el equ¨ªvoco de identificar el desarrollo de la mujer y su emancipaci¨®n social con una burda imitaci¨®n de lo masculino o, al menos, con un af¨¢n m¨¢s o menos solapado de uniformidad con el hombre.
Este planteamiento, que encierra en el fondo un complejo de inferioridad injusto y absurdo, no es ni de lejos un logro, sino una p¨¦rdida para la mujer: la p¨¦rdida de lo que le es m¨¢s propio y que le procura una funci¨®n insustituible en la sociedad, su femineidad. Ya sabemos que en plano esencial ' que ha de tener un reconocimiento jur¨ªdico. s¨ª debe hablarse de igualdad de derechos. Pero, a, partir de esa igualdad fundamental, cada uno debe alcanzar lo que le es propio con la convicci¨®n absoluta de que tiene el derecho y el deber real de desarrollar a tope sus posibilidades. La igualdad ante la ley no s¨®lo no se puede suprimir, sino que tiene que partir de esa diversidad que enriquece a unos y a otros.
Esta es la l¨ªnea para ir al en cuentro de soluciones eficaces, y no la de hablar por hablar, desbarrando tantas veces y con el riesgo de caer en posturas grotescas. Igualdad de derechos, s¨ª, pe ro con la posibilidad real de desarrollar cada cual las propias virtualidades. Es decir, verdadera libertad para labrar cada cual su propio surco, de acuerdo con las propias circunstancias en ese campo tan amplio de la actividad de la mujer, huyendo del error funesto de generalizar caiga quien caiga. Y quien cae en esta batalla es, sin duda, la mujer. Esa mujer a la que se manipula de mala manera y que, de pronto, se siente bombardeada por la teor¨ªa de que todas las mujeres tienen que salir fuera de su casa para realizarse con un oficio o profesi¨®n. ?Qui¨¦n lo ha dicho? Y, en el otro extremo, , por qu¨¦ aceptar la sospecha, tan inadmisible como la postura anterior, de que toda mujer que trabaja fuera de su casa lo hace por huir de otros debe res sobre los que tiene una grave responsabilidad: el hogar, la educaci¨®n de los hijos, el cuidado de su familia? ?Cu¨¢ndo aprende remos a tomar en cuenta la gama inagotable de situaciones que se dan en cada caso para, resolverlas con madurez y seriedad? ?C¨®mo no comprender la viva, muchas veces heroica, de mujeres que salen de su casa, despu¨¦s de varias horas de trabajo, iniciado con el amanecer, para seguir trabajando, movidas por una acuciante necesidad econ¨®mica? Y tampoco se puede despreciar, sino todo lo contrario, el esp¨ªritu de superaci¨®n de otras muchas mujeres que ven en su trabajo una clara aportaci¨®n social y que se enfrentan con un gran sentido de responsabilidad al mundo laboral. Como hay que calibrar, a la hora de pensar en este problema, en la realidad de muchas mujeres, madres de familia, que gracias a una jornada continua, a una buena organizaci¨®n de su hogar, a una ayuda por parte familiar o de una empleada, a unos buenos medios de asistencia social -guarder¨ªa, colegios, etc¨¦tera-, no s¨®lo puedan hacer compatible el trabajo fuera y dentro de casa, sino que para ellas es francamente aconsejable.
?Que hoy por hoy son excepciones?, pienso que ya no tanto. Aunque realmente existe., tambi¨¦n aqu¨ª, la otra cara de la moneda. Y me refiero a tantas otras mujeres que por muy diversos motivos: hijos peque?os, embarazos seguidos, familia numerosa que exige su dedicaci¨®n plena, enfermedades que requieren la atenci¨®n de la madre o de la hija, tienen que renunciar temporal o definitivamente a ese otro campo de actividad profesional. Y existen tantas otras que se sienten plenamente felices y realizadas en el trabajo de organizar y hacer agradable su hogar.
?Vamos a darles su Justo valor, diferente tambi¨¦n en cada caso! Ni son hero¨ªnas, ni m¨¢rtires, ni mujeres fracasadas, ni futuras clientes de un psiquiatra. Son mujeres que, de acuerdo con su riqueza interior, con su madurez humana y con su propia capacidad de reacci¨®n, sabr¨¢n hacer frente a esas circunstancias en que se encuentran sin complejos ni desesperaciones. O que, seg¨²n los casos, si no son capaces de superar lo duro de la vida, acabar¨¢n destrozadas.
Vuelvo a la idea repetida de que no se pueden sacar leyes universales de casos particulares. Pero s¨ª se puede apuntar que la mayor¨ªa de los conflictos que existen en las familias ocurren porque la mujer no acepta una realidad diaria que, muchas veces, no es sencilla ni divertida. Y ah¨ª lo que falta es una serie de ingredientes indispensables para salir adelante en cualquier situaci¨®n: entrega a los dem¨¢s, inteligencia y una actitud que lleva a descubrir la hondura de lo eterno en las cosas m¨¢s vulgares y mon¨®tonas. Y ah¨ª si que nos duele a todos. Porque, inmersos en esta sociedad hedonista y consumista, hemos olvidado d¨®nde radica la verdadera felicidad.
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