Una historia de cien d¨ªas
HAN TRANSCURRIDO cien d¨ªas desde que el aceite adulterado caus¨® la primera muerte. Hasta el momento el gigantesco fraude alimentario ha contabilizado 89 v¨ªctimas y los afectados superan los 10.000 casos, seg¨²n informaciones solventes.Algunos de los presuntos autores materiales de este sangrante delito de conspiraci¨®n contra la salud p¨²blica est¨¢n detenidos, y jueces y magistrados se encargan ya de establecer sus responsabilidades criminales y un juicio justo impondr¨¢ las penas que estos despreciables comportamientos merecen.
Sin embargo, el envenenamiento por adulteraci¨®n de aceite de colza desnaturalizado no es un cap¨ªtulo que la sociedad espa?ola deba archivar con los argumentos de los males inevitables ni la resignaci¨®n de quienes creen luchar contra lo imposible. Un Estado moderno tiene que ser capaz de impedir estos tr¨¢ficos il¨ªcitos, y los responsables del aparato gubernamental tienen una responsabilidad pol¨ªtica a la que deben de hacer frente. Los contribuyentes, adem¨¢s, as¨ª lo van a exigir.
El presidente del Gobierno, en, su ¨²ltima comparecencia p¨²blica antes de comenzar las vacaciones, mostr¨® su preocupaci¨®n por las consecuencias del fraude y anunci¨® el nombramiento de una alta personalidad que asumir¨ªa las responsabilidades de control y sanci¨®n en materia de consumo alimentario. Esta intervenci¨®n del se?or Calvo Sotelo es manifiestamente insuficiente y parece destinada m¨¢s bien a dejar correr el tiempo que salve del gong a tres de sus ministros que deben rendir cuentas de su gesti¨®n ante los contribuyentes que sufragan los cuantiosos gastos de la Administraci¨®n p¨²blica.
La actuaci¨®n del ministro de Sanidad en todo este asunto no ha hecho otra cosa que llenar de desprestigio a todo el Ejecutivo. A estas alturas la sociedad espa?ola carece de una informaci¨®n oficial sobre la identidad, condiciones sociales y circunstancias personales de las v¨ªctimas. Se ignora exactamente el n¨²mero de afectados y permanecen en el secreto de los iniciados las secuelas y consecuencias que el envenenamiento ha podido causar entre las personas que tomaron tan mort¨ªfera grasa. Este pa¨ªs se merece una administraci¨®n sanitaria superior a la que Sancho Rof puede hacer frente.
Por su parte, el ministro de Econom¨ªa y Comercio debiera de aclarar a la. opini¨®n p¨²blica c¨®mo su director general de Importaci¨®n no se sinti¨® alarmado ante el desmesurado crecimiento de importaciones de aceite de colza desnaturalizado para usos industriales, cuando los indicadores de coyuntura del sector secundario no indicaban precisamente un relanzamiento de la econom¨ªa. Los departamentos ministeriales est¨¢n para vigilar y controlar estos extra?os flujos del comercio exterior, y el olvido o la negligencia administrativa es siempre exigible en un Estado democr¨¢tico.
El actual ministro de Agricultura, cuya vocaci¨®n principal parece consistir en acumular trienios en el departamento, debiera tambi¨¦n ofrecer algunos razonamientos solventes que justificaran la irracional pol¨ªtica de grasas vegetales que instrumenta su departamento.
De cualquier manera, el tenebroso asunto de la adulteraci¨®n de aceite debiera de merecer. una mayor atenci¨®n de nuestra clase pol¨ªtica, enfrascada muchas veces en sesudos jerogl¨ªficos y majestuosas definiciones, mientras que honrados contribuyentes encuentran la muerte de -una manera incivilizada o, al menos, poco corriente en el modelo de sociedad y nivel de desarrollo en que nos encontramos. Cap¨ªtulos similares en pa¨ªses del Tercer Mundo han merecido mayor rigor y seriedad.
Cien d¨ªas han transcurrido ya desde que el aceite adulterado se cobr¨® la primera v¨ªctima. La respuesta de la Administraci¨®n, hasta el momento, ha sido totalmente insatisfactoria. No queremos pensar que se est¨¢ dejando correr ¨¦l tiempo para ocultar las responsabilidades pol¨ªticas en que ha incurrido el Gobierno. En un sistema democr¨¢tico los actuales ministros de Sanidad, Comercio y Agricultura deber¨ªan presentar su dimisi¨®n. La credibilidad de los ciudadanos en sus administradores est¨¢ en juego.
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