Puerto de Santa Mar¨ªa: el descanso de la aristocracia de la botella
?Teresa Osborne, por favor, la llaman por tel¨¦fono?. Los altavoces de El Buzo, club deportivo y social de la urbanizaci¨®n Vista Hermosa, repiten un par de veces la llamada. Luego, una muchachita rubia, delgada, cubierta con una camiseta, atraviesa la plataforma ardiente al borde justo de la piscina y desaparece por una puerta discretamente.Un grupo de invitados, que obviamente no residen en Vista Hermosa, persigue con la vista a la rubia, mientras a golpe de codo confirman que efectivamente se trata de una Osborne. Con un poco de paciencia, y unos cuantos finos vivificadores, el grupo podr¨¢ tropezarse en esa terraza con la flor y nata de las familias de Jerez, C¨¢diz o de El Puerto de Santa Mar¨ªa, tomando un refresco y mirando indolentes la playa de arena blanqu¨ªsima. Nietas de la frondosa familia del desaparecido Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n, domecqs, osbornes y terrys de piel oportunamente dorada pasan ante sus ojos con majestuosa indiferencia.
Decenas de imitadores de Bert¨ªn Osborne ensanchan sus espaldas nadando a mariposa con leve golpeteo de medallas e insignias al cuello. Como Bert¨ªn los hay que han ido arrinconando hasta dejar reducido al esqueleto de una inicial el primer apellido para llegar al codiciado Osborne tranquilamente. La playa de El Buzo no tiene tan siquiera la visi¨®n de las playas populares de El Puerto de Santa Mar¨ªa, cercanas en kil¨®metros, pero escondidas en un entrante de la costa. S¨®lo est¨¢ al fondo C¨¢diz, el puerto y la bah¨ªa.
Una chica de unos quince a?os se acerca al grupo de mirones pidiendo fuego para su cigarrillo. En torno a las mu?ecas lleva varias cadenas de oro con alguna insignia ultra entrelazada.
Para Angel Moresco, director y residente en Vista Hermosa, que ha visto poblarse de ni?os e infernales jovencitos motorizados estas calles privadas de la urbanizaci¨®n, hoy aqu¨ª hay de todo. A pesar de que fueron Osborne los promotores de este recinto, la gente que vive hoy es, en un alto porcentaje, profesionales de alto nivel de vida, ente que viene de Madrid, de Sevilla, de C¨¢diz, de El Puerto y, claro, tambi¨¦n de Jerez. Adem¨¢s, los Osborne que tenemos no est¨¢n relacionados directamente con las bodegas?.
Soportando el fuego l¨ªquido del mediod¨ªa. Angel Moresco, amable y eficiente, da unas vueltas a la urbanizaci¨®n, se?alando a quienes le seguimos el peligro de los badenes que, con sus buenos cent¨ªmetros de altura, pueden acabar con los amortiguadores de cualquier coche. ?Es que hemos tenido, alg¨²n accidente, ya ven que hay muchos ni?os montando en bici o en moto, y claro, como la urbanizaci¨®n tiene mucho tr¨¢fico, exist¨ªa siempre ese peligro, por eso pusimos los badenes?. Pero ni badenes, ni r¨®tulos de propiedad privada, ni guardas, que no desentonar¨ªan junto al oso Yogui, han podido evitar que la calle principal que baja directamente a la playa, una de las m¨¢s hermosas de toda esta costa, est¨¦ tan frecuentada como la carretera que lleva a El Puerto de Santa Mar¨ªa. Es un concepto nuevo del lujo que llega a paroxismos torremolinescos los fines de semana, cuando a las prol¨ªficas familias propietarias de chal¨¦s o apartamentos se suman los innumerables amigos, ya se sabe, la gente es campechana aqu¨ª, en el Sur, dispuestos a disfrutar de las delicias de una aglomeraci¨®n con alcurnia.
Un litigio con el Ayuntamiento
La gente de El Puerto, en cambio, lo tiene dif¨ªcil. A pesar de los esfuerzos del Ayuntamiento comunista de El Puerto de Santa Mar¨ªa, en cuyo municipio se encuentra Vista Hermosa, que ha llevado a juicio a la urbanizaci¨®n acus¨¢ndola de apropiarse de los caminos p¨²blicos que bajaban a la playa, hoy por hoy nadie sin una invitaci¨®n especial puede llegar hasta ella. El litigio se presenta sencillo, por el contrario, para Jos¨¦ Luis Kiltz Mu?agorri, el propietario del hotel Fuentebrav¨ªa, que se levanta a muy pocos metros de la barrera met¨¢lica que delimita la base naval de Rota.
?Los dos tienen raz¨®n?, se?ala, con un gesto conciliador de sus gruesos brazos, este navarro enamorado de Andaluc¨ªa y casado con una francesa, que parece conocer todas las claves de la vida en El Puerto. ?El Ayuntamiento, que, adem¨¢s, tiene muy buena voluntad, aunque no lo est¨¦ haciendo demasiado bien, tiene raz¨®n; Vista Hermosa ceg¨® un camino p¨²blico que bajaba a la playa. Pero tambi¨¦n la urbanizaci¨®n la tiene, porque las calles son particulares, y la soluci¨®n para que sigan siendo de uso casi exclusivo de sus habitantes est¨¢ en dejar libre el acceso a todo el mundo, pero impedirles aparcar abajo. ?A ver qui¨¦n es el guapo que es capaz de ir a esa playa si tiene que aparcar el coche dos kil¨®metros m¨¢s arriba!?.
Un helic¨®ptero sobrevuela la playa de Fuentebrav¨ªa, donde se ba?an unos pocos clientes del hotel. Jos¨¦ Luis Kutz, presidente del Centro de Iniciativas del Turismo, vocal nacional de Hospedaje, presidente de la Confederaci¨®n Empresarial de C¨¢diz, entre otras muchas cosas, no oculta su des¨¢nimo por el descenso en picado del turismo, ni sus cr¨ªticas ¨¢cidas a la actual situaci¨®n pol¨ªtica. De ideas falangistas, el director del hotel Fuentebrav¨ªa considera que ha sido un gran error por parte de los empresarios europeos el poner sus industrias en manos del petr¨®leo. ?Lo que habr¨¦ luchado yo con mi mujer por este motivo, que si el gas es mejor, que si el fuel, nada, que quer¨ªa propanizarme hasta la cocina. Pero yo me he mantenido fiel al carb¨®n, que, poco o mucho, por lo menos es la energ¨ªa que producimos?. Carb¨®n que ha sido m¨¢s fiel que aquella primitiva clientela de americanos, que llegaron a la base de Rota a montar sus Polaris a un costado del hotel. Polaris ya no hay, y americanos quedan pocos.
El arrumbador que lleg¨® a alcalde
A pesar de estar en contra de casi todo, Jos¨¦ Luis Kutz paga religiosamente sus impuestos al nuevo ayuntamiento comunista, a cuyo frente est¨¢ Antonio Alvarez Herrero, un antiguo arrumbador de las bodegas de El Puerto de Santa Mar¨ªa. A las diez de la ma?ana entra un bedel delgado en el despacho de su secretaria: ?Que llamen a la casa Osborne?, anuncia sin m¨¢s protocolo. Los Osborne otra vez. Aunque se dice que las grandes bodegas van a pique, aunque se desti?e ya el viejo esplendor de los nombres ingleses espa?olizados, y hasta la casa Terry ha vendido por varios millones de pesetas bodegas, caballos, todo, a una firma catalano-canadiense.
A las 10.05 horas ha llegado el alcalde, con un traje de safari adaptado posiblemente a la jungla t¨®rrida de El Puerto de Santa Mar¨ªa, ciudad de cien palacios en ruinas, como rezan los carteles colocados por la Delegaci¨®n de Cultura del nuevo Ayuntamiento en cientos de muros. Sobre la mesa de madera noble, el retrato del rey Juan Carlos se ha desplazado galantemente ante la imagen de la Milagrosa, la patrona de El Puerto. En la pared de enfrente, amorosamente enmarcado, hay un verso de Alberti, a quien el Ayuntamiento va a dedicar una casa-museo, en el que Juan Panadero saluda a los ?nuevos alcaldes de Andaluc¨ªa?.
?Que han llamado de la casa Osborne?. La joven secretaria, que ha venido de Madrid, transmite el mismo mensaje. ?Contra lo que pudiera parecer, no hemos notado ninguna actitud saboteadora, ni nada parecido, por parte de la burgues¨ªa de El Puerto?, aclara Antonio Alvarez. ?Incluso han venido a explicarme sus planes de cerrar algunas bodegas de las que se visitan, y yo sencillamente les he dicho que toda mi vida, desde peque?o, estoy acostumbrado a este paisaje de bodegas, y que El Puerto es una ciudad tur¨ªstica y hay que mantener su personalidad y su belleza, y me han dicho que s¨ª, que de acuerdo, y han salido por esta puerta tan amigos".
Sanl¨²car, m¨¢s paro
Los problemas de El Puerto de Santa Mar¨ªa, con sus 60.000 habitantes dedicados a la pesca. a las bodegas y, en menor medida a la agricultura, de los unos 3.000 parados de la rarna general, no son, sin embargo, nada comparados con los de Sanl¨²car de Barrameda. A poco m¨¢s de veinte kil¨®metros, envuelta en una luz de alucinaci¨®n, Sanl¨²car no tiene siquiera el brillo de las grandes familias eclips¨¢ndose.
La vieja capital del ducado de Medlna-Sldonia, cuya titular confraterniza con el pueblo llanamente, cuenta con un gran porcentaje de obreros de las vi?as del marco de Jerez, que han votado tambi¨¦n alcalde comunista. De la ma?ana a la noche, grupos de hombres se concentran en la plaza del Cabildo, donde se alza el edificio municipal, proponiendo cada tino la clave milagrosa para arreglar esto y aquello. P¨¢lido, pecoso y aparentemente t¨ªmido, el alcalde de Medina repasa brevemente la situaci¨®n de Sanl¨²car. Los palacios bell¨ªsimos que flanquean las calles de la ciudad est¨¢n seriamente deteriorados. ?Aqu¨ª no nos quedan ya ni grandes familias, como no sean los Barbadillo. Fig¨²rese que el Ayuntamiento es la empresa con m¨¢s n¨®mina del pueblo?.
En el ¨²nico hotel de Sanl¨²car, Tito, el nuevo director, se encarga del bingo, al que acuden de cuando en cuando los veraneantes que trae Andaluc¨ªa Express -tour operator espa?ol- por quince o treinta d¨ªas, desde todos los puntos de Espa?a. ?No podemos quejarnos, pero, claro, lo malo de Sanl¨²car es que no es zona de paso, el que llega aqu¨ª es que viene expresamente, porque la carretera de Huelva est¨¢ cortada en el coto de Do?ana?. Por eso, y a pesar de la riqueza de esas aguas, muchos prefieren seguir camino a Chipiona. Apenas a nueve kil¨®metros de la calle Roc¨ªo Jurado da la bienvenida a Chipiona.
Un bloque alto con las aristas oxidadas ocupa hoy el espacio de la casita donde pas¨® muchos veranos el almirante Luis Carrero Blanco. Antonio L¨®pez de Meneses, director de uno de los dos hoteles de Chipiona, le vio muchas veces recorrer a las 8.55 horas el paseo hasta la entrada de la iglesia donde se venera a la Virgen de la Regla, patrona del pueblo. Un grupo de vecinos se arremolinaba a la puerta de su casa esperando la salida, inexorablemente matem¨¢tica, del almirante: ?Que mire usted, don Luis, lo que nos ha pasao, que mi herrnana... Don Luis, usted tiene que socorrernos...?. Y don Luis, abrumado, socorr¨ªa. Despu¨¦s, Chipiona creci¨® tanto y tan absurdamente que hoy sobran a montones apartamentos y chalecitos de los construidos en los anos sesenta. A pesar de que en los meses de verano la poblaci¨®n flotante alcanza los 100.000 habitantes en un pueblo que en invierno no supera los 10.000 habitantes.
?Esto ya no volver¨¢ a ser lo que era?. Antonio L¨®pez de Meneses recoge con un gesto de moment¨¢neo abatimiento las fotos de la vieja Chipiona, esparcidas por la mesa, la playa despoblada y tranquila. El faro y el paseo al que da el hotel, tan dif¨ªcilmente reconocible para un viejo amante como ¨¦l de este pueblo.
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