La boda posible de Calixto y Melibea
Hay que poner las manos en cuenco, es necesario pregonar a los cuatro vientos, viajar como en misi¨®n, cuando de v¨ªspera se intuye que algo fuera de serie es obra de j¨®venes para quienes la cultura es vida y, por tanto, herencia, redescubrimiento, protesta y esperanza. Desde hace a?os, desde que fui a dar 'una conferencia sobre Casals y la conferencia fue seguida de di¨¢logo hasta el mismo estribo del tren y proseguida en cartas y representada en la Academia de Roma, tengo continua noticia de un grupo teatral de Murcia, el que dirige Antonio Morales. Herencia viva: homenaje a Lope de Vega, a Azor¨ªn. Redescubrimiento: no s¨®lo montar El p¨²blico, de Lorca, sino acercarnos esa voz amiga de Moreno Villa, que en La pelirroja evoca la Residencia de Estudiantes, las americanitas becarias, la primera exposici¨®n cubista y, el jazz muy inocente del Madrid de nuestra adolescencia. Hay un sentido de inteligente protesta al estrenar en el a?o del centenario el Calder¨®n de Pier Paolo Pasolini, Los reyes de Cort¨¢zar.La renovaci¨®n cultural del teatro no va a venir de aparatosos montajes, de esa llamada a la vista olvidando el o¨ªdo y hasta nublando la corporeidad de quien habla: despu¨¦s de uno de esos "espect¨¢culos" nada queda en el fondo de la memoria o lo que queda es mala educaci¨®n, mala costumbre de pasividad. Pongo un ejemplo romano: hasta hace pocos a?os la ¨®pera al aire libre en las Termas de Caracalla se cantaba por primeras figuras -recu¨¦rdese la maravillosa secuencia del ensayo en La Luna, de Bertolucci-, se variaba el cartel, mientras que ahora es casi s¨®lo Aida para turistas, con el aliciente de caballos muchos, con la regocijada y malsana curiosidad de ver c¨®mo se les revuelven las tripas con el calorcillo del escenario y c¨®mo bo?igueros vestidos de egipcios acuden sol¨ªcitos a recoger chorradas y plastas. No pasa lo mismo en Verona, y de ah¨ª su turismo selecto. La renovaci¨®n del teatro como cultura, como acopio de vida, de otra vida, tiene que venir de la palabra bien dicha, de la palabra proclamada en directo, de la prosa o el verso hechos carne, cuerpo y alma. Casi la palabra desnuda: Aza?a criticaba La barraca, al quererla y ayudarla, por la desproporci¨®n entre lo perfecto del maquillaje y la arritmia en la dicci¨®n.
A orillas del mar Menor, ese grupo de Murcia, grupo de univers¨ªtarios, viviendo en com¨²n, preparan para festival internacional la tragicomedia de Calixto y Melibea, La Celestina. Durante tres d¨ªas he vivido en esa comunidad, una especie de ideal colegio mayor en miniatura, con una madre que garantiza el orden, con una ni?a hija de int¨¦rpretes, p¨¢jaro en mano, juguete de para¨ªso. A la ma?ana, di¨¢logo sin movimiento, sentados, atentos s¨®lo a que la memoria de la palabra sea palabra viva; por la tarde, en la azotea, palabra en movimiento para pasmo de los veraneantes de ola y Hola. En las otras horas, conseguir que los trajes de tela barata imiten los de Boticelli o Moro: son licenciados en Arte la mayor¨ªa y, a lo peor, en paro. Y libros sobre el tema: que al buen arreglo de Casona como base le hagan cortejo la espl¨¦ndida edici¨®n de C¨¢tedra; que Parmeno y Sempronio tengan a la mano el libro/modelo de trabajo sociol¨®gico, el de Jos¨¦ Antonio Maravall; que yo responda a las preguntas sobre la m¨²sica capaz de rodear un d¨²o tan grande como el de Trist¨¢n e Isolda; que, en fin, el d¨ªa entero y la noche pl¨¢cida giren en torno a la obra, supone presentar la doble lecci¨®n de una rigurosa profesionalidad con el vuelo, el halo de una pasi¨®n vivida, de "un sue?o que ya es despertar", seg¨²n la bella y aguda ense?anza de Mar¨ªa Zambrano.
En mi tarea de cr¨ªtico musical hay un fondo, un pozo del que siempre saco recuerdos como agua viva: los cuatro a?os de juventud en los que asist¨ªa con fervorosa puntualidad a los ensayos de P¨¦rez Casas con la Orquesta Filarm¨®nica. Era ver hacerse la obra, recreada, el o¨ªr una y otra vez los pasajes decisivos hasta lograrlos en su misma escricta y el descanso, que no lo era, cuan do tras golpecito o golpazo de la batuta impaciente o irritada la palabra del director aclaraba esto o aquello. Y en otro sitio, en casa /estudio, deletrear toda la historia del fied. Pueden decir los disc¨ªpulos de Celebidache le que ha sido para ellos asistir a sus ensayos. As¨ª he vivido yo la tragedia de Calixto y Melibea, las argucias demon¨ªacas de Celetina y las trapisondas de criadas y criados. He vivido la enorme, actualidad de esta obra que, como a Cervantes, nos encandila y nos asusta. La pregunta que se llace Mar¨ªa Zambrano da en el clavo de esa actualidad: "?Por qu¨¦ no se casan Calixto y Melibea?, ?qui¨¦n lo impide?". Es pregunta, ay, que podemos hacer tantas ve ces hoy mismo, El amor de Calixto exigiendo en ego¨ªsta la posesi¨®n inmediata, es tan total que puede decir lo m¨¢s terrible cuan do se le pregunta si es cristiano: "Melibeo soy". Como ese amor quiere ser para¨ªso completo, el horizonte es morir. Hoy, los Melibeos buscan la muerte menor del olvido, de la variaci¨®n. Ni unos ni otros se casan: es la rebeld¨ªa contra el paso del tiempo, es querer ser siempre joven. Mar¨ªa Zambrano apunta muy bien cuando ve en la Celestina, en sus pasajes m¨¢s horribles, cuando se regodea en el placer de los que ella amontona, un f¨¢ustico af¨¢n de recuperar la juventud. Yo voy m¨¢s all¨¢: en la retah¨ªla de invocaciones, sahumerios, conjuros, Celestina, muy a lo renacentista, muy contra la representaci¨®n medieval, humaniza al demonio, pero es de verdad el demonio, el de "ser¨¦is como dioses", quien empuja la impaciencia, quien pone barreras al sue?o de la es pera, quien lleva la cuenta de cada victoria contra el sue?o de larga vida. S¨ª, creo en la permanente actualidad, en la real moraleja de una obra rabiosamente libre. Oyendo a estos j¨®venes decir, clamar todo eso cuando en torno hay, el vulgar prosa¨ªsmo del verano en playa tibia, con el escaparate de los cuerpos tontos, con la falsa alegr¨ªa de la noche en ruido, o¨ªrlo, o¨ªrselo con pasi¨®n hond¨ªsima es repetir lo de Zambrano: "?Por qu¨¦ no se casan Calixto y Melibea?". Si as¨ª fuera...
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