El proceso a los golpistas
LA PUBLICACION de las conclusiones provisionales del fiscal militar que entiende la causa del intento de golpe de Estado del 23 de febrero ha devuelto a primera l¨ªnea de actualidad los traum¨¢ticos hechos del pasado invierno que estuvieron a punto de hacer retroceder por el t¨²nel del tiempo la convivencia espa?ola y desencadenar un nuevo enfrentamiento entre los ciudadanos. Los abogados defensores de los presuntos golpistas no han desaprovechado la ocasi¨®n para iniciar un ceremonial de la confusi¨®n, que difumine los hechos evidentes que la mayor¨ªa del pa¨ªs pudo ver con toda nitidez gracias a las c¨¢maras de Televisi¨®n Espa?ola y escuchar por los micr¨®fonos- de las emisoras de radio, hasta que por la contundencia de los culatazos se priv¨® a la audiencia de la imagen y el sonido en directo. En este sentido, las afirmaciones de algunos de los letrados de que se podr¨¢ de mostrar que el 23 de febrero no hubo rebeli¨®n militar deben ser consideradas s¨®lo como una broma macabra o el interesado intento de confundir a la opini¨®n p¨²blica. Las contradictorias declaraciones de los presuntos cabecillas de la sublevaci¨®n en las que se incluyen a cualificados dirigentes de la oposici¨®n como candidatos propuestos para la formaci¨®n de un Gobierno extra-constitucional constituye un enga?o a la opini¨®n p¨²blica, una mentira de descomunales proporciones que s¨®lo alberga la intenci¨®n de calumniar a quienes, precisamente, fueron sometidos a la humillaci¨®n del secuestro y fueron agredidos, cuando representaban a toda la colectividad, por quienes hoy se encuentran procesados. Estas declaraciones son una demostraci¨®n m¨¢s de que estos salvadores de la patria consideran a la mayor¨ªa de los espa?oles menores de edad o amn¨¦sicos totales.
Es una buena noticia que el proceso contin¨²e adelante y vaya culminando las fases procesales que un Estado de Derecho concede hasta a las personas que, por la fuerza y sin la raz¨®n, pretenden poner fin a la convivencia civilizada, para que puedan demostrar su inocencia en los hechos que se les imputan o sean declarados culpables. De aqu¨ª a la fecha en que se realice la vista oral del proceso vamos a asistir a un refinado ejercicio de confusionismo y enmascaramiento de los hechos que sucedieron, con la evidente finalidad de encubrir responsabilidades y difuminar actuaciones. Los compa?eros de viaje del golpismo criminal van a trabajar en esta direcci¨®n y es conveniente tener muy claro que el 23 de febrero no fue una sublevaci¨®n de toda la instituci¨®n militar, sino simplemente el levantamiento en armas de un grupo, m¨¢s o menos amplio, para consagrar sus privilegios, impedir la modernizaci¨®n de la sociedad espa?ola y situarse en puestos que le permitieran administrar el Estado como si se tratara de una finca propia.
Los hechos que constituyeron la preparaci¨®n del golpe de Estado, reconocidos en las declaraciones de algunos de los procesados, as¨ª lo indican. De esta manera, el teniente general Milans del Bosch, que pretend¨ªa acceder por este procedimiento a la jefatura de la cadena de mando militar m¨¢s que salvar a su patria de la ruina y el desastre, seg¨²n nos tienen acostumbrados las declaraciones de los corifeos de la conspiraci¨®n, parece que utiliz¨® los caudales p¨²blicos puestos a su disposici¨®n por los ciudadanos para que les prestara defensa y protecci¨®n en organizar reuniones sociales en la sede de la Capitan¨ªa General, donde se murmuraba y criticaba al Gobierno leg¨ªtimamente constituido y se comenzaba a trenzar la madeja que devolviera la historia espa?ola a los registros de las rep¨²blicas bananeras o los s¨®rdidos reg¨ªmenes del Africa negra.
El esclarecimiento de los hechos va demostrando con fuerza y contundencia que los generales Armada y Milans, al socaire de las justificaciones de presentarse como salvadores del destino elegido por los votos de los ciudadanos con mayor¨ªa de edad, pretend¨ªan, a fin de cuentas, encaramarse en la presidencia del Gobierno y al frente de las Fuerzas Armadas de este pa¨ªs.
La sociedad espa?ola tiene muy claro tambi¨¦n, que la inequ¨ªvoca actitud del Rey y su valerosa actuaci¨®n, junto al noble comportamiento de la inmensa mayor¨ªa de los militares, haciendo honor a sus uniformes y sus juramentos, impidieron la consumaci¨®n de un acto delictivo, que no ten¨ªa otro objetivo sino la apropiaci¨®n indebida del aparato del Estado por un grupo de personas que abus¨® de la confianza depositada en ellos por la sociedad espa?ola.
El nuevo curso pol¨ªtico qu¨¦ comienza en breve tiene ante s¨ª la cita ineludible del juicio contra los golpistas. La vida pol¨ªtica espa?ola necesita que se dicte sentencia para normalizar su desenvolvimiento y enterrar definitivamente los fantasmas que se han agitado sobre la convivencia desde el pasado invierno.
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