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Escribo esta columna al ras de los cien d¨ªas de la colza. Lo de la colza, m¨¢s que una epidemia o una intoxicaci¨®n colectiva, me parece una met¨¢fora.La colza es mucho m¨¢s que la colza, claro. Cuando una sociedad, un sistema, un pa¨ªs lleva meses y meses muriendo de intoxicaci¨®n inc¨®gnita y lontana, cuando los mu?idores del mal aparecen s¨®lo a medias y en plano inmediato, sin profundizaci¨®n en el bello negocio econ¨®mico, cuando la derecha elegante aprovecha para culpar a la venta callejera (dejaci¨®n del Ayuntamiento socialista), que no es sino un friso superficial, pobre e inocente, a lo Guayasam¨ªn, de lo que est¨¢ pasando, cuando alcanzamos la cifra tr¨¢gicamente exacta de 91 muertos -todos pobres-, y, aqu¨ª no ha pasado nada, y Sancho Rof sigue siendo Sancho el Fuerte, hay que convenir con Rober Graves en que es t¨¢n aflorando todos los venenos sociales que nos acechan en el fango dinerario, y no queda sino apurarlos, porque no va a pasar de nosotros este c¨¢liz. Tras un largo mes de navegaciones y, regresos, ando por el agosto nocturno de Madrid, probando el bocata de todos los chiringuitos del alba, que no expenden mucho m¨¢s veneno que las harriburgueser¨ªas yanquis que destrozan nuestro bello urbanismo comercial con un siglo o dos de historia. No tengo miedo a morir de colza, o me da igual, porque s¨¦ que la hermosa gente no anda en manipulaciones ni trapicheos. Y porque la epidemia, ya digo, m¨¢s que una enfermedad es una met¨¢fora, y nadie se ha muerto de metaforazo, salvo Garcilaso, que era tan sensible que las im¨¢genes le her¨ªan como ballestas.
Este verano, frecuentes cartas de Miguel Delibes desde sus rastros cazadores. Su se?or Cayo, centenario y multisablo como Dios Padre, es el s¨ªmbolo novel¨ªstico que mejor se yergue contra la colza y sus met¨¢foras. Una democracia natural de las cosas frente a la democracia ministerial de los expedientes, que nada resuelve. Los espa?oles, muy poco a poco, han empezado a presentar sus demandas de divorcio. Mejor que no se pres entase nadie. La ley est¨¢ ah¨ª por justa y necesaria (mientras veo a Fern¨¢ndez Ord¨®?ez ba?arse en su piscina, entre el perro y el libro), no como invitaci¨®n al vals con otra.
Me ofrecen c¨¢tedras de diversos pa¨ªses para cuando Espa?a vuelva a ser salvada por los salvaespa?as, y me pregunto si tan podrida ver¨¢n nuestra situaci¨®n desde fuera, por lo de la colza. En cambio, firrno contratos editoriales de trabajo como para toda la vida, contratos valederos por seis meses, por un a?o. Es que la sangre de la colza no va a llegar al r¨ªo antes de un a?o? Gonzalo San Segundo me env¨ªa un cuestionario sobre Cambio 16 (est¨¢ haciendo un libro sobre la revista). Fue la Prensa del coraz¨®n transicional, pero ahora tenemos medio coraz¨®n necrosado por la colza. La colza no es m¨¢s que la met¨¢fora de la corrupci¨®n posfranquista que persiste, subsiste y se inviste, llegando con su mancha de aceite hasta los grandes apellidos. Ayer, un p¨ªcaro del Rastro se ha hecho pasar por Fernando Castedo para meterse en casa de un artista que tiene su hogar ilustrado de valiosas antig¨¹edades y negociarle alguna. Perdimos la ocasi¨®n, ha cinco a?os, de hacer la revoluci¨®n incruenta de la honradez, y ahora nos est¨¢n deshonrando todos los d¨ªas en el cuerpo y el alma de las hijas que no tenemos. La colza no es sino la flor p¨²trida de una situaci¨®n gangrenada por el timo desesperado de los de antes, la incapacidad de los de ahora y la sombra millar/militar del Ap¨®stol, que nos ensombrece a todos.
Cien d¨ªas at¨ªpicos en el caso del aceite. Garc¨ªa de Pablos se ha le¨ªdo la novela verde de la verde colza, unos 2.000 follos. El se?or Lara quiere darle el Planeta a ese informe. La situaci¨®n sanitario/alimenticia est¨¢ emponzo?ada, pero Sancho el Fuerte dice que los fuertes no dimiten.
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