Empezar la casa por el tejado
En Europa y en todo el mundo occidental hay dos modelos solamente de organizaci¨®n del Estado: el Estado unitario y el Estado federal. En el Reino Unido pas¨® ya de moda el tema de la desconcentraci¨®n del poder pol¨ªtico y ni en Gales ni en Escocia existe fermento independentista. El caso de Irlanda es aparte, y no tiene que ver con la descentralizaci¨®n pol¨ªtica, sino con la unificaci¨®n religiosa. Por supuesto no van hacia el modelo federal los franceses, y en Italia, pa¨ªs que tard¨® m¨¢s que ning¨²n otro en llegar al Estado nacional, la devoluci¨®n de poder a las regiones se ha parado en vista de las dificultades insuperables para realizarlo. El caso de Alemania es el de un aut¨¦ntico Estado federal, creado sobre las ruinas de una guerra y de una separaci¨®n de buena parte de su territorio.En Espa?a hemos empezado la casa por el tejado, y aun ahora no sabemos si estamos en per¨ªodo constituyente del Estado auton¨®mico, como ha dicho un ministro recientemente, o si vamos, como se afirma, hacia un Estado cuasi-federal. Tampoco sabemos si lo que se ha dado en llamar la transici¨®n pol¨ªtica termin¨® definitivamente, o si estamos en la segunda transici¨®n. Al comienzo se fue alegremente a ofrecer lo que se llam¨® la tabla de quesos a las regiones, para que cada una, o quiz¨¢ cada nacionalidad, palabra tan err¨®neamente introducida en la Constituci¨®n, escogiese su peculiaridad propia. El coste de los Estatutos de Guernica y Sau result¨® enorme, y el agravio comparativo a otras regiones est¨¢ en la ra¨ªz de tensiones dif¨ªcilmente superables. Cuando se quiso implantar el caf¨¦ para todos ya era tarde y el intento de racionalizaci¨®n, muy estimable, puede quedar bald¨ªo por la no participaci¨®n de vascos y catalanes y por el aprovechamiento que UCD y PSOE han hecho de esa mesa para coaligarse. Era un buen momento para definirse, y al no contar con las minor¨ªas nacionalistas, como se presum¨ªa de antemano, se deb¨ªa haber aprovechado para iniciar una aut¨¦ntica pol¨ªtica de Estado, que no consiste en hacer entregas esta vez al socialismo, como antes lo fue a los nacionalismos, sino el de emprender el camino de la modificaci¨®n del art¨ªculo sobre nacionalidades y del T¨ªtulo VIII de la,Constituci¨®n, que inevitablemente habr¨¢ que abordar, si se quiere establecer justamente una firme democracia en Espa?a. Se deber¨ªa haber empezado a buscar una mayor¨ªa para ello, en lugar de una coalici¨®n vergonzante, porque ni siquera se le quieren dar las bendiciones de la participaci¨®n en las tareas gubernamentales al PSOE, y que adem¨¢s ya veremos lo que va a durar. Se ha hecho, pues, una pol¨ªtica corta de miras, y a esto no se le puede denominar pol¨ªtica de Estado. A muchos asusta hablar de las mencionadas reformas y dicen que si fue dif¨ªcil el consenso para redactar el texto de 1978, desentra?ar la reforma puede ser misi¨®n imposible. Pero no es realista pretender que dure una democracia a base de parches y de empe?arse en ignorar la realidad. Lo que se ha hecho mal hay que corregirlo, y lo que est¨¢ bien hecho, aprovecharlo, y ciertamente en Alianza Popular no faltar¨¢ nunca la colaboraci¨®n para la parte positiva de estos acuerdos, como se ver¨¢ dentro de poco, cuando se llegue en las Cortes a las etapas de su puesta en aplicaci¨®n.
Lo que no se puede pretender es una aprobaci¨®n total al paquete pactado previamente aparte con los socialistas, lo que, dicho sea de paso, desvirt¨²a el Informe Enterr¨ªa, partidario de soluciones amplias, profundas y generalizadas, mucho m¨¢s completas que las pormenorizadas regulaciones electoreras hechas con criterios bipartidistas y con el objetivo de entregar las diputaciones a los socialistas. No creo que ese sea, repito, el esp¨ªritu del Informe Enterr¨ªa, ni que le guste su manipulaci¨®n con criterios partidistas por PSOE y UCD. En Alianza Popular estamos de acuerdo en que es preciso ordenar el caos auton¨®mico, pero no creemos que se logre a base de consentir desigualdades entre las provincias, hegemon¨ªas regionales, duplicidad de organismos, con el consiguiente aumento del gasto p¨²blico y nuevos centralismos. Estamos de acuerdo en la conveniencia de la ley org¨¢nica de Armonizaci¨®n, y nuestros representantes van a apoyarla, pero no queremos pagar por, culpas que no tenemos, ya que a tiempo dijimos nuestras preocupaciones por lo mal que estaba siendo llevado el proceso auton¨®mico.
Desde fuera me consta que nos miran con asombro. En eso es cierta la frase de que seguimos asombrando al mundo. En Estrasburgo, donde tuve ocasi¨®n de estar con los parlamentarios europeos y donde, por cierto, produjo algo m¨¢s que estupor la presencia de la delegaci¨®n parlamentaria del Parlamento catal¨¢n, me comentaron c¨®mo era posible,que con tan graves problemas que afectan a la estructura misma del Estado un Gobierno minoritario de un partido no muy unido pudiera hacer frente con ¨¦xito a la situaci¨®n. Ahora ya no es tan minoritario porque de hecho est¨¢ coaligado, aunque hay que ver a qu¨¦ precio, y en cuanto a lo del ¨¦xito, yo pensaba para mis adentros que no hab¨ªa que poner el list¨®n tan bajo, pero indudablemente la construcci¨®n del mal llamado Estado de las autonom¨ªas no va a depararnos por este camino muchos logros.
Guillermo Kirkpatrick es secretario general adjunto de Alianza Popular.
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