Renacen las tertulias de los intelectuales en los caf¨¦s madrile?os
Junto a las a?ejas tertulias de los caf¨¦s Gij¨®n y Lion, que mantuvieron la tradici¨®n de los desaparecidos Pombo, Universal, El Parnasillo, El Ingl¨¦s, Varela Teide, etc¨¦tera, Madrid ha asistido en los ¨²ltimos meses a un renacimiento de las mismas en los caf¨¦s. Quiz¨¢ los locales no sean tan de ¨¦poca como los citados, pero sin duda son igualmente aptos para la charla y el intercambio de ideas y palabras. Hoy es relativamente f¨¢cil tropezarse con intelectuales como Garc¨ªa Calvo, Caballero Bonald, Octavio Paz -cuando est¨¢ en Madrid-, S¨¢nchez Ferlosio, Leopoldo Panero o Alberto Cienfuegos compartiendo mesa y caf¨¦ en locales como Manuela, el Caf¨¦ Ruiz, la cervecer¨ªa Alemana, La Aurora, la librer¨ªa La Pluma o La Fr¨¢gula. La recuperaci¨®n de las tertulias parece un hecho.
Mientras el anuncio se bambolea entre las chinchetas y la puerta cerrada del caf¨¦, un chico j¨®ven de chaqueta grande y gafitas redondas, quevedescas, el primero en llegar, silenciosamente va pasando revista a los que con ¨¦l se suman a la espera. Hombres solos, pasados la treintena, mujeres solas, alg¨²n grupo con el aire progre pegado por los jerseis, alg¨²n escritor famoso, Leopoldo Panero, S¨¢nchez Ferlosio... Y ya la cola de espera aumentada hasta casi quince. personas; un ruido de cerrojo, el descorrer de las contraventanas de madera de la fachada... y el caf¨¦ Manuela, en plena zona de Malasa?a, se abre. Y entre peri¨®dicos, libros casi erguidos, como una se?al intelectual, o s¨®lo un pretexto para entre r¨®tulos simular el ir solo en no ver o que no vean, los asiduos y los nuevos visitantes de la tertulia van llenando los asientos de terciopelo y las mesas redondas con patas de hierro y la curva al final del hierro t¨ªpicas de caf¨¦ y tertulia.Cinco menos diez; las cinco; otro repaso al peri¨®dico; una p¨¢gina m¨¢s del libro y, precedido por un remolino de pa?uelos al cuello, rizos canosos y un gran bolso de cuero, a las.cinco y diez aparece el bigote circular y subido hasta la patilla, caracter¨ªstico y hecho prisas, de Garc¨ªa Calvo. Una disculpa por el retraso, una mirada a esas dos chicas que, primerizas en la tertulia, le usurparon, sin saberlo, la mesa, y casi el protagonismo o el perfecto centro para la sonoridad y visibilidad de las dos salas, del caf¨¦, entre "hoy continuaremos donde nos quedamos el mi¨¦rcoles pasado, en la tem¨¢tica de relaci¨®n enunciada como uno no es el otro, er¨ªtonces, partiendo de la definici¨®n de a no es b...", en un lenguaje de l¨®gica filos¨®fica y casi absoluto silencio, el conferenciante y la tertulia empiezan.
Enlazar con una vieja tradici¨®n espa?ola
Garc¨ªa Calvo, un dedo junto a la sien, otro bajo la nariz, otro bajo la barbilla, una iron¨ªa refinada como r¨¦plica y su voz repartida entre m¨¢s de cuarenta personasentre ecos de silencio, desde ese espacio p¨²blico de caf¨¦, o casi su tribuna, sigue paseando su chaleco marr¨®n con adornos amarillos y otras veces una casulla.
Entre paseos peripat¨¦ticos y socr¨¢ticos que casi le terminan de encarnar esa imagen un poco esperp¨¦ntica del poeta Alberto A. Cienfuegos, que, desde otro caf¨¦ una noche entre ritos de luna llena, y una escoba al mejor poema o un cencerrazo a los peores, ¨¢ finales de los a?os sesenta y hasta los setenta, reuni¨® a todo el Madrid literario y bohemio en la Ballena Alegre, en los s¨®tanos del Lion y al amargor del caf¨¦. Entre los posos de una charla asonantada o, mejor, al sabor noct¨¢mbulo del sangriento y rom¨¢ntico vino oscuro, que, enlazando con esa tradici¨®n heredada del XIX y de los rom¨¢nticos franceses, y pasando por Oscar Wilde en el Royal ingl¨¦s, por Goethe y lord Byron en el caf¨¦ Greco, de Roma, por Sthendal en el Flori¨¢n veneciano, y en Madrid por La Fontana de Oro, El Parnasillo, El Ingl¨¦s, el caf¨¦ Varela... Y, principalmente, por el caf¨¦ Pombo, el Universal, el Levante, la Monta?a... hasta los seis de la puerta del Sol, hicieron posible el contacto directo, y durante m¨¢s de un siglo entre est¨¦ticas y poetas. Entre consagrados publicados y nov¨ªsimos casi separados solamente por o¨ªr o hablar, o, por ese espacio entre dos sillas de caf¨¦.
Crear entre caf¨¦s
Y, mientras Ram¨®n G¨®mez de la Serna, hace a?os en el caf¨¦ Pombo, concentraba su tertulia,y las frases entre el l¨ªquido oscuro y luego arist¨®crata del ingenio, entresacaba greguer¨ªas de la taza, mientras varias se?oritas rentistas, mirando, en la ¨²nica tertulia que permit¨ªa la presencia de mujeres, a sorbitos cortos se iban terminando su horchata de arroz..., en otro caf¨¦, en el Gij¨®n, un grupo de poetas j¨®venes, conexionados con Radio Nacional, vuelven a la idea del caf¨¦. A relanzarla desde sus mesas y, mejor que conocerse en recitales y actos p¨²blicos, acalorarse de poes¨ªa entre el vino y el caf¨¦ del Gij¨®n. Entre esas resacas de pintores, escritores y actores que, desde 1888 en que se inaugur¨® el caf¨¦, contin¨²an llen¨¢ndole el curr¨ªculo y los asientos rojos.
Y mientras, en una mesa esquinada entre dos ventanas, Gerardo Diego, Ram¨®n de Garciasol, Azcoaga, Garc¨ªa Pav¨®n..., alguna, vez Cela, Buero Vallejo, Jos¨¦ Garc¨ªa Nieto, desde hace m¨¢s de ve¨ªnte a?os, y d¨ªa a d¨ªa, entre los ojos silenciosos de Gerardo Diego, alargan su tertulia hasta las seis, y entre an¨¦cdotas repetidas en otra mesa, casi cualquiera, Jos¨¦ R. Ripoll, Vicente Presa, Fernando Beltr¨¢n, Pepe Infante..., autodefinidos poetas j¨®venes, empiezan a hablar de poes¨ªa.
Entre platos de comida de cita, tambi¨¦n los mi¨¦rcoles, que, con el "sensismo" por debajo y como teor¨ªa, les acalora las palabras en m¨¢s que hacer otra tertulia formar incluso una generaci¨®n literaria. Y entre el proyecto, una frase de Jos¨¦ Ram¨®n Ripoll: "Antes hemos pasado una ¨¦poca de actos acad¨¦micos y multitudinarios, donde la gente iba a hablar y s¨®lo te pod¨ªas conocer a nivel profesional, no de tornar un caf¨¦ juntos, en una mesa o al lado de una botella de vino, como nosotros queremos hacer". Que casi explica esa vuelta al caf¨¦ como un empezar a conocer los esfuerzos nocturnos e individuales bajo cada flexo. O sorbos de caf¨¦, y entre un vaso de vino quiz¨¢ cotidianizar un poco esa imagen aureolada del artista. Y m¨¢s caf¨¦; y entre el caf¨¦, la charla; volver a resucitar ¨¦sa f¨®rmula de contacto art¨ªstico especialmente extendida con el Romanticismo.
Confianza en el di¨¢logo colectivo
"Esas reuniones son casi un curso; se trata de romper la contraposici¨®n entre funci¨®n acad¨¦mica y una tertulia de mera charla. Lo hago porque todav¨ªa me queda alguna confianza en el di¨¢logo y, dentro de las posibilidades que ofrece, lo prefiero multitudinario a uno o dos". Y Garc¨ªa Calvo, un paso para ac¨¢, otro para all¨¢, y la mano izquierda casi simiesca, girando a alborotar los cabellos del occipital derecho, casi termina de establecer el di¨¢logo de ¨¦l a todos, y de quien quiera a ¨¦l. Ypasadas las seis de la tarde, y casi al final de la tertulia, el problema de relaci¨®n enunciado como "a no es igual a b", sin agotarse, y pospuesto para el mi¨¦rcoles siguiente, casi termina de resolverse por los asientos de terciopelo y los oyentes. Con una invitaci¨®n postertulia, o quedar para la pr¨®xima o, sobre todo, en una praxis de charla y peri¨®dicos doblados.
Y ya saliendo del caf¨¦ Manuela, en otro bar, La Fr¨¢gula, un nuevo anuncio de tertulia gui?a los ojos desde la puerta. "Filosof¨ªa de la ciencia, los martes a las ocho". Escrito en rojo y a rotulador y en plena zona?de Malasa?a. Y quiz¨¢ con Manuela, La Fr¨¢gula, alguna librer¨ªa, "la crema del autor", y antes, tambi¨¦n con tertulias, el caf¨¦ Ruiz y La Aurora, terminar de incluir para el pr¨®ximo invierno esa zona de Malasa?a en la vuelta de la tertulia y el caf¨¦.
En esa ruta casi cl¨¢sica de los domingos por la ma?ana, y un poco penumbrosas del caf¨¦ Lion, habla Octavio Paz, y en la cervecer¨ªa Alemana, de sobremesa, Caballero Bonald; y, en la librer¨ªa La Pluma, Jos¨¦ Luis Cano sigue con la revista y la tertulia Insula; y en el Gij¨®n, tertulias ¨ªntimas, y algunas abiertas... a todas horas.
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