Los compositores Mozart y Mahler se inspiraron en las obras de Tirso de Molina
La importancia y pervivencia de las obras de Tirso de Molina tambi¨¦n ha sido posible gracias a que sus textos sirvieron de inspiraci¨®n no s¨®lo para otros escritores y dramaturgos, sino tambi¨¦n para grandes m¨²sicos, entre los que hay que citar a Mozart y Mahler. Con una referencia a las consecuencias que ha tenido la obra de Tirso en la posterior inspiraci¨®n musical, destacamos un nuevo aspecto de este autor del Siglo de Oro, cuyo cuatricentenario (v¨¦ase p¨¢ginas de Artes de EL PA?S de ayer) se celebra rodeado de un misterio de fechas.
Todos los estudiosos acuden a Tirso de Molina para acercarse, de modo testimonial, a ciertos aspectos del teatro musical espa?ol, bien por las adjetivaciones y citas a instrumentos musicales, bien, por la directa alusi¨®n a compositores de la ¨¦poca. Recoge Jos¨¦ Subir¨¢ los elogios de una de las cortejadas por el Burlador cuando recuerda a otro gal¨¢n, de nombre Anfriso: ?Ya con vig¨¹elas dulces, / y sutiles zampo?as, m¨²sicas me consagra?, Y es documento valioso sobre la intervenci¨®n musical en las comedias de Tirso la descripci¨®n de una representaci¨®n de El vergonzoso en palacio: ?Salieron, pues, a cantar seis con diversidad de instrumentos: cuatro m¨²sicos y dos mujeres. No pongo aqu¨ª las letras, bailes y entremeses. Basta para saber que fueron excelentes el dar por autor de los tonos a Juan Blas de Castro, ¨²nico en esta materia; a Alvaro de los R¨ªos, si no primero, tampoco segundo, y al licenciado Pedro Gonz¨¢lez, su igual en todo, que habiendo sutilizado la melod¨ªa humana, despu¨¦s, por mejorarla, tom¨® el h¨¢bito redentor de Nuestra Se?ora de la Merced: en ¨¦l es f¨¦nix ¨²nico si en el siglo fue canoro cisne ?. Menos conocido que De los R¨ªos, que fuera m¨²sico de Margarita de Austria, goza Castro de la fama consagrada por Lope de Vega en su conocido Elogio en la muerte de Juan Blas de Castro, publicada en facs¨ªmile por Juli¨¢n Barbaz¨¢n en 1935, con motivo del tricentenario de Lope, cuyo original descubri¨® Rodr¨ªguez Mo?ino, con exaltaciones como ¨¦sta:?Que m¨¢s merece ser del cielo empleo / la lira de Juan Blas que la de Orfeo?.
Mas no es prop¨®sito de estas cuartillas perseguir en la historia el rastro musical de Tirso de Molina, ni siquiera aludir a las consecuencias y resonancias que en el teatro, la danza y la m¨²sica instrumental ha tenido durante siglos la historia de El burlador de Sevilla.
Con todo lo que se haya discutido sobre la primac¨ªa y hasta la paternidad del Don Juan, es indudable que, bajo el nombre de Gabriel T¨¦llez corri¨® mundos y despert¨® inspiraciones de escritores, libretistas y m¨²sicos.
S¨®lo la lista de donjuanes musicales bastar¨ªa para llenar varias cuartillas, pero con aludir a la cima de todos, Don Juan, de Mozart, es suficiente. Porque, adem¨¢s, Mozart recogi¨® de hecho aspectos fundamentales de la interpretaci¨®n de Tirso: su universalidad y su car¨¢cter tan italiano como espa?ol, seg¨²n se?ala acertadamente Mercedes S¨¢enz-Alonso. Antes hemos aludido a un concepto de Tirso que parece inventado para el Don Juan de Mozart: la ?sutilizaci¨®n de la melod¨ªa humana?, esto es, la melod¨ªa vocal. Algo de Don Juan llega a Gustav Mahler. En el primer cuader no de lieder para canto y piano, obra de juventud, figuran Fantas¨ªa y serenata procedentes de El burlador de Sevilla, de Tirso, en la traducci¨®n de Hans Ossig. Hace unas temporadas los cant¨® en Madrid el tenor Manuel Cid, y en ellos, Mahler, parece seguir la huella espa?olista de Robert Schumann en sus Lieder espa?oles, o sea, germanizaci¨®n -en la letra y el esp¨ªritu- de unos textos de originario sabor popular: ?A pescar sali¨® la ni?a, / tendiendo redes, /,y en lugar de peces, / las almas prende ?. O de hondo contenido dram¨¢tico: ? Si de mi amor aguard¨¢is, / se?ora, de aquesta suerte, / el galard¨®n en la muerte, / qu¨¦ largo me lo fi¨¢is! ?. He dicho germanizaci¨®n y ser¨ªa m¨¢s justo hablar de mahlerizaci¨®n. Sobre materia directamente musical realizar¨¢ luego Mahler una transformaci¨®n an¨¢loga en la Tercera sinfon¨ªa, cuando se sirve de la jota aragonesa que explotara Glinka en su Obertura espa?ola. Parece imposible que un tema mil veces escuchado -L¨ªszt lo aprovech¨® antes en la Rapsodia espa?ola- y tocado de evidente vulgaridad quede sumido en el pathos mahteriano hasta hacerse casi irreconocible, no obstante su literalidad. Un compositor de Francfort, casi olvidado, estren¨® en Viena en 1924 ' una versi¨®n oper¨ªstica de Don Gil de las calzas verdes. Me refiero a Walter Braunfels (1882-1954), quien, formado en el c¨ªrculo de Thuille, mostr¨® gran inclinaci¨®n por la tem¨¢tica espa?ola. En colaboraci¨®n con Walter Courvoisier (1875-1931) music¨® El milagro del pecado, de Calder¨®n, antes de abordar Don Gil. Cultiv¨® un estilo pos rom¨¢ntico que, si hoy aparece claramente conservador, no fue eximente para que Braunfels fuese destituido por el nazismo, en 1933, de la direcci¨®n de la Escuela Superior de M¨²sica de Colonia, puesto al que volvi¨® en 1945.
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