La pol¨ªtica monetaria de la Reserva Federal divide a los asesores econ¨®micos del presidente Reagan
Monetaristas de viejo cu?o y t¨¦cnicos de la nueva escuela de la econom¨ªa de oferta han relanzado estos d¨ªas en Washington una vieja disputa acad¨¦mica, que se remonta a la campa?a electoral, en un claro esfuerzo para desplazarse unos a otros del lugar preferente que ambos ocupan en el grupo de asesores del presidente Reagan. La reciente aprobaci¨®n por el Congreso del programa de recortes fiscales de la Administraci¨®n Reagan ha sacado a un primer plano de inter¨¦s esta pol¨¦mica -centrada sobre la actual pol¨ªtica monetaria de la Reserva Federal-, en la que est¨¢ en juego no s¨®lo la paternidad del plan, sino, sobre todo, la responsabilidad de su posible fracaso. Mientras tanto, la inflaci¨®n norteamericana se ha desatado en el mes de julio, contribuyendo a poner en duda el car¨¢cter deflacionista de la pol¨ªtica monetaria que sigue desde hace meses la Reserva Federal de Paul Voicker.
Por de pronto, el anuncio de que los precios al consumo experimentaron un incremento del 1,2% en el mes de julio ha echado por tierra las fundadas esperanzas de los expertos y economistas de los principales bancos estadounidenses sobre la inminencia del descenso de los tipos de inter¨¦s. En la semana reci¨¦n terminada, todos los mercados estadounidenses han experimentado un continuo retroceso como consecuencia de la evaporaci¨®n de estas esperanzas. Wall Street, por ejemplo, baj¨® su ¨ªndice medio para valores industriales (el conocido Dow Jones) al nivel m¨¢s bajo en los ¨²ltimos catorce meses, mientras que el d¨®lar, ante la perspectiva del mantenimiento de los altos tipos de inter¨¦s, experimentaba una renovada carrera al alza.
Los fallos de los agoreros
Aunque todos estos movimientos tend¨ªan a la estabilidad al final de la semana, no cabe duda de que los mismos expertos que hace tan s¨®lo un mes (Wall Street Journal del pasado 7 de julio) adelantaban una reducci¨®n de los tipos a finales de verano se han visto obligados a modificar sus presagios y retrasar hasta finales de a?o el ansiado descenso. Con todo, parece seguro que las palabras del presidente Reagan, en su reacci¨®n esta semana al aumento del 1,2% en la tasa de inflaci¨®n, pueden a¨²n confirmarse y los tipos de inter¨¦s, situados ahora al 20,5 % para el prime rate, comenzar¨¢n a ceder en breve. La importancia del descenso de los tipos de inter¨¦s va en funci¨®n del momento particular que atraviesan las econom¨ªas occidentales. Con la recesi¨®n confirmada en muchos pa¨ªses, incluido Estados Unidos, los responsables de las pol¨ªticas econ¨®micas europeas conf¨ªan en una reducci¨®n de los tipos de inter¨¦s norteamericanos para poder iniciar, con la precisa cautela, alg¨²n tipo de pol¨ªtica expansionista. Unos tipos m¨¢s bajos permit¨ªr¨ªan no s¨®lo obtener dinero m¨¢s barato, sino que facilitar¨ªan la eliminaci¨®n de las medidas monetarias proteccionistas que muchos Gobiernos europeos se han visto forzados a adoptar para defender sus econom¨ªas y monedas de los ataques de un d¨®lar convertido, de la noche a la ma?ana, en el refugio de los inversores especulativos, precisamente por esa mayor rentabilidad de la moneda estadounidense.
La pol¨¦mica interna
Pero, independientemente de los efectos sobre Europa, los altos tipos de inter¨¦s o, mejor dicho, la causa de los mismos, la restrictiva pol¨ªtica monetaria del FED- es fruto de una curiosa pol¨¦mica acad¨¦mica en el seno mismo de los asesores econ¨®micos del presidente Reagan. Mientras que los keynesianos tradicionales est¨¢n completamente separados de la Casa Blanca reaganista, el entorno monetarista que rodea al presidente republicano batalla entre s¨ª para, en caso extremo, dejar bien claras ante la historia las responsabilidades de un eventual fracaso del m¨¢s revolucionario programa econ¨®mico norteamericano desde el New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt.La controversia enfrenta a los monetaristas cl¨¢sicos, que siguen la doctrina de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago, y a los nuevos y j¨®venes t¨¦cnicos de la econom¨ªa de oferta, que capitanea Jude Wanniski, presidente de Polyconomics Inc., y Arthur B Laffer, el joven profesor de la Universidad del Sur, de California, y miembro del Consejo Asesor de Pol¨ªtica Econ¨®mica del presidente Reagan. Pese a que ambas escuelas son b¨¢sicamente monetaristas y sus recomendaciones conviven en el plan de recortes fiscales que fue aprobado recientemente por el Congreso, las amplias diferencias entre los dos grupos amenazan con convertirse en una batalla acad¨¦mica interminable. Lo m¨¢s curioso del debate es que el grupo de nuevos economistas, que dieron una aureola de revolucionaria a la doctrina econ¨®mica de Reagan, han pasado ahora a ser sus principales cr¨ªticos, especialmente los dos economistas ya mencionados. El ataque de Wanniski y Laffer, al que amenaza con unirse el congresista Kemp (sobre cuyo viejo proyecto de ley Reagan bas¨® su audaz programa de reducciones fiscales), se centra en la manera como la nueva Administraci¨®n, el departamento del Tesoro y el FED, trata de desarrollar su pol¨ªtica monetaria, siguiendo los consejos del grupo Friedman. Para este grupo es ilusorio desarrollar una verdadera pol¨ªtica antlinflacionista por medio del control semanal de la oferta monetaria (la llamada M-1B), tal como hace ahora Volcker desde la Reserva Federal.
La vuelta al patr¨®n-oro
En unas recientes declaraciones al semanario Bussiness Week, Wanniski se?alaba que era imposible saber realmente cu¨¢nto dinero exist¨ªa y circulaba en el sistema, si s¨®lo se realizaba un control de las variantes incluidas en la M- 1B. A su juicio, si realmente se quer¨ªa respetar este principio monetario era necesario controlar otros tipos de dinero no comprendidos en esa calificaci¨®n, tales como los muchos instrumentos que los bancos han descubierto para sustituir al dinero en efectivo. Por su lado, Laffer a?ad¨ªa que para que realmente funcionara este principio, que incluso aceptaba como v¨¢lido (Morgan Guaranty Survey, agosto), lo que se necesitaba era vincular el dinero existente a un instrumento f¨¢cilnente contable, y de ah¨ª saltaba a recomendar a Reagan la vuelta al patr¨®n-oro. Laffer est¨¢ decididanente apoyado en este punto por el congresista Kemp, que sugiere incluso que el plan fiscal de Reagan no funcionar¨¢ a menos que se regrese al oro como base del sistema.Pero los monetaristas cl¨¢sicos rechazan estos argumentos, recusan como irracionales, y hasta infantiles, los planteamientos de los llamados nuevos economistas. En este sentido, argumientan que la experiencia ha demostrado, tanto en Estados Unidos como otros pa¨ªses, que es factible desarrollar una pol¨ªtica antiinflacionista mediante la vigilancia de las disponibilidades l¨ªquidas del sistema. Asimismo a?aden que la vuelta al patr¨®n-oro es una ficci¨®n porque, aparte de las dificultades t¨¦cnicas casi insalvables que plantea, se introducir¨ªa a la econom¨ªa en una serie de ciclos de peligrosas consecuencias, tales como los altos d¨¦ficit exteriores, que aconsejaron a Nixon su abandono en 1971.
Campa?a de Kemp
Esta interesante batalla entre los dos grupos de monetaristas ha permanecido adormecida durante meses por un aparente alto el fuego negociado con anterioridad al inicio del debate legislativo sobre el plan fiscal. Pero el fel¨ªz paso del mismo por el Congreso ha roto ese acuerdo, y no hab¨ªa pasado ni una semana de la salida del programa del legislativo antes de que el congresista Kemp lanzara, a bombo y platillo, una campa?a para convencer a Reagan de la necesidad de regresar al patr¨®n-oro.Casi todos los analistas de la capital norteamericana est¨¢n convencidos de que la campa?a de Kemp est¨¢ condenada al fracaso. Pero algunos apuntan que eso mismo se dijo de su c¨¦lebre plan de recortes Fiscales, cuando lo present¨® en la C¨¢mara de Representantes hace unos a?os. Hoy, sin embargo, una ligera variante de su programa se ha convertido en la estrategia econ¨®mica de la nueva Administraci¨®n republicana, y no ser¨ªa de extra?ar que si ¨¦sta culmina con ¨¦xito Reagan mire con buenos Ojos las nuevas, ideas de los responsables del supuesto ¨¦xito. Mientras tanto, el problema econ¨®mico norteamericano cont¨ªn¨²a situado en los altos tipos de inter¨¦s y en las presiones que se montan sobre la Reserva Federal para que modifique su pol¨ªtica monetaria y provoque as¨ª una ca¨ªda en los mismos. Hay quien dice que el presidente norteamericano y su secretario del Tesoro, Ronald Regan, han entrado en clara disparidad de criterios con Paul Volcker, el firme presidente del FED, especialmente despu¨¦s de la publicaci¨®n de las ¨²ltimas cifras sobre la inflaci¨®n. Pero otros analistas desestiman estas interpretaciones y apuntan que Reagan permanece convencido de la conveniencia de la pol¨ªtica actual y que no es previsible un cambio de orientaci¨®n en la misma. Sea cierto o no este an¨¢lisis, lo que parece seguro es si este cambio no se produce pronto, o comienza a tener ¨¦xito la pol¨ªtica aplicada, los tipos de inter¨¦s permanecer¨¢n a niveles r¨¦cords durante alg¨²n tiempo m¨¢s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.