Ir¨¢n: un nuevo cap¨ªtulo
UNA VEZ m¨¢s, el r¨¦gimen de Jomeini ha quedado f¨ªsica y metaf¨®ricamente decapitado, con el asesinato del presidente de la Rep¨²blica y del primer ministro, que apenas llevaban unos d¨ªas en sus cargos. La facilidad y la eficacia con la que los muyadin realizan sus atentados parece mostrar no s¨®lo la incapacidad del r¨¦gimen, para dar protecci¨®n a sus m¨¢s altas figuras, y la inversi¨®n de resultados de las represiones sangrientas -140 ejecuciones en el fin de semana-, que, en lugar de yugular la oposici¨®n, parecen nutrirla con nuevos vengadores, si no algo mucho m¨¢s grave: que los guerrilleros est¨¢n infiltrados en el seno mismo del n¨²cleo de poder. Las acusaciones de Jomeini contra los agentes de Estados Unidos est¨¢n tan desprovistas de valor real como su insistencia, que repet¨ªa en la ma?ana de ayer, lunes, de que su poder es una emanaci¨®n directa de Dios y que, por tanto, es in destructible. Est¨¢ destruido. El desafio de sus opositores es tan grave que no le va a ser f¨¢cil resistirlo. Su naturaleza, su iluminaci¨®n y su desesperaci¨®n han llevado al ayatollah por el mal camino: el de la violencia que engrendra una espiral sin m¨¢s l¨ªmite que su propia destrucci¨®n. Con una guerra fronteriza con Irak, una guerra racial contra las kurdos y una guerra civil, que en estos momentos est¨¢ perdiendo y que le infl¨ªge unas heridas mortales que no parece capaz de resta?ar, el r¨¦gimen del ayatollah Jomei ni parece hoy encaminado a su fin. Quiz¨¢ no sea tan c¨®modo ni tan f¨¢cil como anuncian hoy las diversas fuentes de la oposici¨®n en el exilio, los antiguos presidentes del Consejo de Ministros Bajtiar y Banisadr, el dirigente de los mujahidin, los mon¨¢rquicos pr¨®ximos al heredero de Reza Pahlevi-; a¨²n puede costar r¨ªos de sangre y derivar en una guerra civil. Jorneini no est¨¢ todav¨ªa tan solo como Robespierre en Thermidor, y el mill¨®n de personas que sali¨® a la calle el lunes para llorar y gemir -literalmente- por la muerte de las dos ¨²ltimas v¨ªctimas repre senta una fuente de fanatismo violento que puede mante ner en pie durante alg¨²n tiempo los escombros del r¨¦gimen. Internacionalmente, Jomeini no dispone ya de amistades. Queda en el fondo un d¨¦bil apoyo sovi¨¦tico -el partido comunista Tudeh a¨²n sostiene a Jomeini-, pero Mosc¨² no mover¨¢ demasiados dedos para sostener algo eminentemente impopular y repudiado por el Tercer Mundo. Los pa¨ªses ¨¢rabes se han distanciado hace mucho tiempo del im¨¢n loco; Siria y L¨ªbano comienzan tambi¨¦n a tomar sus distancias. Queda, como misterio esencial, el Ej¨¦rcito. Ha sufrido en sus carnes las sucesivas represiones -desde la de los oficiales adeptos al sha hasta la de quienes siguieron a Bajtiar y Banisadr-, se ha visto metido en operaciones de represi¨®n contra los kurdos y en una guerra que no deseaban y que no est¨¢n en condiciones de ganar frente a Irak. Se dice que la desconfianza entre sus miembros y las divisiones de opini¨®n se est¨¢n saldando r¨¢pidamente y que podr¨ªa formar ya una organizaci¨®n capaz de intervenir en pol¨ªtica interior para restaurar el orden. Pero parece que conservan suficiente miedo al pueblo, al que no pudieron dominar en las jornadas revolucionarias como para no enfrentarse con ¨¦l y exponerse a aumentar el caos. Por otra parte no parece que tengan un objetivo preciso. Restaurar la monarqu¨ªa es algo que carece de sentido y que volver¨ªa contra ellos todas las opiniones del pa¨ªs. Bajuar o Banisadr no ofrecen suficiente confianza. Esta falta de salidas es, sin duda, la que retrasa en gran parte la ca¨ªda de Jomeini. Pero en. este momento parece imposible hacer la m¨¢s leve apuesta en favor de su porvenir.
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