El final de la transici¨®n
Cuando estas l¨ªneas aparezcan impresas, el cuadro conocido como Guernica, pintado por Picasso en 1937 para el pabell¨®n espa?ol en la Feria de Par¨ªs, estar¨¢ ya en territorio espa?ol. Le acompa?ar¨¢n otras sesenta obras de arte, de su mano, dibujos preparatorios y cuadros que nuestro pintor siempre consider¨® estrechamente vinculados con ¨¦l. La llegada ele tan importante conjunto art¨ªstico, largamente deseada desde hace d¨¦cadas, posible despu¨¦s de las primeras elecciones democr¨¢ticas y lamentablemente dilatada como consecuencia de factores muy diversos, pero en todo caso dif¨ªciles de controlar por parte de la Administraci¨®n espa?ola, invita a la reflexi¨®n.Quiz¨¢ el menos importante, ahora mismo, se refiera precisamente a la misma negociaci¨®n para traerlo. Los deseos en ese sentido eran tales que con frecucicia se ha hablado de la vuelta a Espa?a de algo que en realidad nunca estuvo aqu¨ª. Sin embargo, para que se produjera era necesario solventar obst¨¢culos en absoluto desde?ables. El cuadro ha estado hasta ahora en manos de un museo, que si bien siempre ha afirmado su voluntad de entregarlo, lo ten¨ªa desde 1939 como pieza principal¨ªsima en sus colecciones. Los herederos de Picasso han podido, tambi¨¦n sin negar el destino final del Guernica, reservarse unos derechos morales, imprecisos en su caracterizaci¨®n jur¨ªdica o inexistentes en muchas legislaciones, pero dignos de ser tenidos en cuenta por otro tipo de razones. Por su parte, el Estado espa?ol hab¨ªa pagado en su momento el cuadro, con el prop¨®sito, adem¨¢s, de tener su titularidad jur¨ªdica, pero las pruebas de ello eran dif¨ªciles de encontrar (incluso para la memoria de los testigos presenciales), y una reclamaci¨®n de car¨¢cter judlcl al de unos derechos leg¨ªtimos podr¨ªa dilatar una soluci¨®n satisfactoria hasta el infinito.
Esta situaci¨®n, unida al deseo cada vez m¨¢s acuciante de que viniera el cuadro, ha hecho que todo el proceso negociador haya sido como una especie de serpiente de verano permanente, con la explicable irritaci¨®n de algunos medios de opini¨®n p¨²blica. Ante la discreci¨®n practicada por parte de esferas oficiales o la conciencia de la necesidad de no dar toda la informaci¨®n que se ten¨ªa, la ¨²nica disculpa que se ocurre reside en la proposici¨®n s¨¦ptima del Tractatus l¨®gico-philosophicus, de Wittgenstein: ?De le que no se puede hablar. lo mejor es callarse?. La cita es tan obvia como pedante, pero viene al caso.
De todas las maneras, lo que antecede carece de importancia en comparaci¨®n con la verdadera significaci¨®n de la llegada del Guernica a nuestro pa¨ªs. En primer lugar, para nuestra cultura, el hecho va a tener toda la significaci¨®n que le presta ser la definitiva recuperaci¨®n de la vanguardia art¨ªstica espa?ola para aquel pa¨ªs que la vio nacer. Espa?a ha tenido en el siglo XX tres glorias de la pintura universal (Picasso, Dal¨ª y Mir¨®), a las que, desde luego, el Estado no ha sabido prestar la atenci¨®n debida, las consecuencias las tenemos en la pobreza de sus colecciones en los museos espa?oles, pobreza compensada por la generosidad de los artistas en la etapa final de su trayectoria vital. En general siempre los Estados van por detr¨¢s de la evoluci¨®n de los acontecimientos en lo que respecta a la vanguardia art¨ªstica y cultural: Francia compr¨® un primer Picasso en los a?os cuarenta. Ahora, con la venida del Guernica, y por la voluntad del pintor malague?o, un cuadro que ha podido ser caracterizado como el m¨¢s significativo de la pintura del siglo XX podr¨¢ ser visitado en un museo del Estado espa?ol. Y, adem¨¢s, en este caso se habr¨¢ conseguido exhibirlo con todo su proceso de gestaci¨®n en forma de dibujos previos y obras posteriores, lo que, desde luego, puede considerarse como absolutamente excepcional.
Pero existe, adem¨¢s, otra significaci¨®n, que es preciso recalcar ahora, de la llegada del Guernica y los estudios que le acompa?an. Es algo que rebasa el mundo estrictamente cultural o intelectual, y que sin ser estrictamente pol¨ªtico, s¨ª que tiene mucho que ver con la vida p¨²blica espa?ola.
Desde luego en un pa¨ªs dividido y carente de prop¨®sitos colectivos, la venida del Guernica ha constituido un ansia merecedora de ese calificativo. Nada m¨¢s absurdo que atribuir a una persona la llegada del cuadro: ha sito todo el pueblo espa?ol el que lo ha tra¨ªdo. En todo caso, muchas personas y de muy variadas significaciones pol¨ªticas, algunas de ellas desde hace tiempo, cuando parec¨ªa m¨¢s dif¨ªcil e inviable, han colaborado a la realizaci¨®n de este prop¨®sito de inter¨¦s com¨²n. Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que escribir sobre ello. El posible m¨¦rito de la Administraci¨®n en la etapa final del proceso ha consistido en el ejercicio de virtudes que debieran darse por supuestas: la tenacidad y la paciencia.
Finalmente, el Guernica, creado como testimonio privilegiado de la sangrienta divisi¨®n de los espa?oles, de alguna manera viene a Espa?a como s¨ªmbolo de reconciliaci¨®n. Porque Picasso lo quiso, s¨®lo ha llegado para ser exhibido en Espa?a cuando se dan las condiciones para la convivencia de todos los espa?oles. Puede tener el valor de un talism¨¢n que recuerde los peligros de la discordia civil en el pasado, y, nacido como testimonio de protesta ante una muestra de barbarie muy concreta y con culpables definidos, hoy es ya reconocida como obra maestra de la pintura del siglo XX, exactamente como quer¨ªa el propio Picasso, un alarido gimiente contra toda forma de barbarie donde quiera que se produzca y quienquiera que la comete. De esta manera se podr¨ªa decir que en el aspecto cultural y tambi¨¦n en cierto sentido en el pol¨ªtico, la llegada del Guernica significa un punto final en la transici¨®n espa?ola hacia la democracia.
Babelia
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