?Bienvenido, "m¨ªster Guernica"!.
El diccionario ha sido siempre uno de mis libros preferidos. Es un problema de historia perso nal, supongo, porque mientras se crec¨ªa bajo las fr¨ªas y sentidas caricias de una educaci¨®n muerta, contra la que muy poco se pod¨ªa hacer, era un buen t¨®nico casero la man¨ªa de perderse entre las p¨¢ginas del peque?o diccionario particular, a ser posible ilustrado. Con su ayuda, y en una sola noche, se pod¨ªa viajar hasta Cuba ("Estado de la Am¨¦rica insular, que comprende la mayor isla del archipi¨¦lago de las Antillas") o inventar, por ejemplo, el cudi¨®metro ("d¨ªcese de la cam paiia de vidrio que sirve para medir fracciones de volumen"). Pero lo que a m¨ª m¨¢s me impresionaba no era este tipo de viajes imaginarios, ni estos dif¨ªciles inventos; yo me quedaba mudo mirando los antiguos retratos o las fotograf¨ªas con las que se ilustraban los nombres m¨¢s importantes. All¨ª estaban, uno tras otro, por orden alfab¨¦tico, todos los hombres, conocidos o desconocidos, que hab¨ªan hecho la historia. Y los observaba t¨ªmidamente, lleno de admiraci¨®n, pero tambi¨¦n con una sensaci¨®n extra?a de malestar y, desasosiego. Desde la quietud de sus fotograf¨ªas me parec¨ªan vac¨ªos, indefensos. Despu¨¦s de su muerte, y resumida su existencia en unas cuantas l¨ªneas elogiosas, cada cual pod¨ªa hacer con ellos lo que quisiera.Ahora, varios a?os m¨¢s tarde, me he vuelto a reencontrar con esta sensaci¨®n, a ra¨ªz de las declaraciones y los comentarios levantados por la llegada a Espa?a del Guernica. Una vez muerto Picasso, ni ¨¦l ni sus cuadros son tan pcligrosos como antes. La sociedad suele tributarle homenaje a sus artistas desaparecidos o a los que est¨¢n bien intecrados en ella; hacer lo contrario, reconocer el valor de algunos hombres que todav¨ªa pueden resultar inc¨®modos, ser¨ªa adentrarse en un desfiladero poco seguro para la tranquilidad de los Gobiernos que se deciden a pasear jovialmente por los caminos de la cultura. Los que tienen la costumbre de dar limosna saben muy bien qui¨¦n se lo va a agradecer y quien va a despreciarlos. ?Habr¨¢ que esperar, por ejemplo, a que la poes¨ªa de Alberti est¨¦ indefensa para decir que ha sido una de las m¨¢s importantes en la historia de la literatura espa?ola? Posiblemente s¨ª, porque por el momento no es sencillo santificarse con ella. As¨ª, el Guernica llega por fin a Espa?a, pero quiz¨¢ m¨¢s indefenso que nunca y a costa de perder su verdadero sentido original, que ya hab¨ªa sufrido bastante sobre los muros del Museo de Arte Moderno, de Nueva York. El Gobierno que lo trae intenta, parad¨®jicamente al mismo tiempo, la entrada de Espa?a en la OTAN: la llegada del cuadro, por tanto, s¨®lo ha podido representar dos cosas para ¨¦l: bien un extra?o adorno valorado en 4.000 millones, que va a incrementar a¨²n m¨¢s nuestro patrimonio art¨ªstico, o bien el s¨ªmbolo de una paz rom¨¢ntica, vaciada de contenido, que no es sino una pegajosa venda para los ojos del que quiere mirar hacia la realidad.
La pintura de Picasso Pero el Guernica no es, evidentemente, ninguna de estas dos cosas, como tampoco lo son las restantes obras de Picasso. Pensar lo contrario significa poner en juego y manipular la propia concepci¨®n que de la pintura y de la vida tuvo Picasso. ?Cu¨¢l fue esta concepci¨®n? La respuesta la dio ¨¦l mismo: "La pintura", dice, "no est¨¢ hecha para decorar los apartamentos. La pintura es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo". Picasso, pues, acept¨® su compromiso con la historia, por utilizar t¨¦rminos c¨®modos, a todos los
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niveles y de una manera muy clara. "Estos a?os terribles de opresi¨®n", afirmaba, "me han demostrado que deb¨ªa luchar, no s¨®lo con mi arte, sino con toda mi persona. ?Cre¨¦is acaso que un artista es un imb¨¦cil que s¨®lo tiene ojos si es pintor, o¨ªdos si es m¨²sico, una lira dentro del coraz¨®n si es poeta, o tambi¨¦n, si es boxeador, solamente m¨²sculos? Al contrario, al mismo tiempo es un hombre pol¨ªtico, constante-' mente alertado ante los d"esgarradores, ardientes o deleitosos acontecimientos del mundo, que de ning¨²n modo le dejan indiferente".
A partir de aqu¨ª cobra sentido el motor constante de toda su obra: la reflexi¨®n pr¨¢ctica sobre la pintura, la b¨²squeda de sus verdaderos l¨ªmites. A Picasso no le basta con rellenar las antiguas formas con un contenido diferente; ¨¦l no acepta los cauces viciados del realismo socialista, promovido por el stalinismo. No se trataba de fotografiar la guerra, sino de hacerla desde la propia pintura. La revoluci¨®n en el arte supone el continuo an¨¢lis¨ªs de su car¨¢cter ideol¨®gico. Picasso, adem¨¢s de dibujar una situaci¨®n, la objetivaba. S¨®lo as¨ª pudo hacer del Guernica algo m¨¢s que un mero melodrama.
Quiz¨¢ esta sea su aportaci¨®n fundamental a la historia de la pintura, que es la historia en general. El Guernica es el cuadro m¨¢s importante del arte moderno, s¨®lo a costa de destruir la propia ideolog¨ªa del arte moderno, su car¨¢cter de simple vanguardia desgarradora y marginal. "Mis cuadros", pudo decir Picasso en este sentido, "son una suma de destrucciones".
El 26 de abril de 1937, el ej¨¦rcito nazi destruy¨® Guernica con un bombardeo experimental. Si actualmente se produce otro, y se utilizan bombas de neutrones, es posible que no quede ni siquiera un pintor que pueda testimoniar la cat¨¢strofe. La obra de Picasso se explica y se defiende por s¨ª misma; sin embargo, es tambi¨¦n f¨¢cilmente manipulable. Por ello resulta especialmente doloroso comprobar que el Guemica fuera pintado en protesta por un estado de cosas, y ahora vaya a servir para legitimarlas; para asegurar, todav¨ªa m¨¢s, el apoyo del Gobierno espa?ol a un vaquero viejo, armado de neutrones hasta los dientes, que nos est¨¢ recordando continuamene que puede desenfundar antes que nadie, que sabe bombardear mejor que nadie y que nunca falla, porque con las armas que ¨¦l utiliza es lo mismo acertar en el blanco o desviarse unos cuantos kil¨®metros. Especialmente doloroso, porque, sin duda, la paz en favor de la que naci¨® el Guernica no es la que quiere implantar la OTAN; ni la que sue?a la estrella de cinco puntas de su sheriff at¨®mico.
Finalmente, una ¨²ltima cuesti¨®n. Aunque el Guernica haya llegado a Espa?a bajo un torpe disfraz, tejido con los retales del pacifismo barato y del arte en abstracto, va a ser complicado encubrir su verdadera significaci¨®n hist¨®rica. Como escribi¨® Garaudy, la espada rota que empu?a el guerrero del Guernica no es simplemente un gesto de derrota, como no lo son ni sus nueve personajes ni el efecto de sus tres colores. Con ellos va a ser dif¨ªcil que convivan tranquilamente cierto tipo de personas. ?Estar¨¢ capacitado un Gobierno como el nuestro, que no ha sabido ni siquiera mantener la seguridad del Parlamento, defender la integridad de un cuadro, al que posiblemente siga considerando como la extra?a locura de un artista de izquierdas?
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