El peso de la cultura socialista
No parece aventurado afirmar que Juan Pablo II acaba de despertar el inter¨¦s por las enc¨ªclicas sociales. La doctrina social de la Iglesia nace en el siglo XIX como cobertura, te¨®rica de una voluntad pol¨ªtica que ten¨ªa su brazo secular en los partidos populares, en las asociaciones cat¨®licas y en la Acci¨®n Cat¨®lica.Con el tiempo. y ante los escasos resultados, las enc¨ªclicas sociales se convirtieron en exponente de la opini¨®n del Papa sobre este o aquel problema sin destinatario determinado. Los obreros progresistas las llamaban ?cartas para ricos?, los patronos cat¨®Iicos se sol¨ªan parar en la defensa de la propiedad privada, y los gobernantes cat¨®licos censuraban, si no interesaba como en la Espa?a franquista, la defensa del derecho a la huelga. Una inflaci¨®n de enc¨ªclicas sociales, donde las matizacloiies al capitalismo y las cr¨ªticas al marxismo no acababan de alumbrar la tercera v¨ªa, contribuy¨® a desangelar el g¨¦nero.
Juan Pablo II, que se esfuerza en afirmar su continuidad con los predecesores, ha roto, de alguna manera, el maleficio. El autor es un Papa polaco que ejerce. Hay una sensibilidad, una cultura por el tema del trabajo que s¨®lo existe en una sociedad que al menos verbalmente se reclama del socialismo. Dice Marx que ?el trabajo es la condici¨®n existencial del hombre, independientemente de todas las formas sociales, una necesidad natural eterna y que gracias a su mediaci¨®n se produce el intercambio material entre el hombre y la naturaleza. se produce la vida humana?. En la enc¨ªclica est¨¢ la cita perafraseada como la idea marxista del trabajo como s¨ªntesis que el Papa traduce por patrimonio o el concepto al trabajo como naturalizaci¨®n del hombre y humanizaci¨®n de la naturaleza. No es para decir que el Papa es rojo. pero s¨ª refleja una cultura en la que el trabajo es vivido como condici¨®n existencial, s¨ªntesis y mediaci¨®n entre el hombre y la naturaleza.
Resulta tentador no pensar en Solidaridad, el sindicato de Lech Walesa. La decisi¨®n con que aboca por la autogesti¨®n y por ese ?socialismo donde las personas sean sujetos? tiene un parentesco indudable con las conclusiones del sindicato Solidaridad. Y hasta es posible que la llamada al sindicato para ?que no se meta en pol¨ªtica,? no sea ajena a la tentaci¨®n del sindicato independiente polaco. Pero m¨¢s que pensar en un apoyo ideol¨®gico a Solidaridad, lo que s¨ª parece existir es un tipo de reflexi¨®n paralelo que aparece en el Papa y en Solidaridad y que germina en el Este: el convencimiento de que la soluci¨®n a los problemas sociales no se encuentra en una situaci¨®n del Este por Occidente cuanto en un avance en la propia tradici¨®n y a cuestas con la propia herencia. La cr¨ªtica a los fundamentos te¨®ricos del marxismo que hace la enc¨ªclica van de par con el pronunciamiento por sistemas que nada tienen que ver con el capitalismo y el liberalismo en sus formas m¨¢s neos.
?Feliz el hombre que teme a Se?or porque vivir¨¢ del trabajo? es la cita de un salmo que el Papa no mienta, pero s¨ª hace suya un tradici¨®n semita que rinde culto al trabajo y no le considera como un castigo. Este encuentro de cristianismo con la tradici¨®n trabajadora del socialismo va a contrapelo de la generaci¨®n que llega, que no siente necesidad de realizarse trabajando. En el Este no se ha empezado todav¨ªa pensar en una sociedad del tiempo libre. Marx siempre estuvo m¨¢s cerca de los benedictinos y de Calvino que de los primeros cristianos que esperaban el final de mundo cruzados de brazos.
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