Santana y Paco de Luc¨ªa, una noche cansina
Notas para el primer gran concierto de la temporada en Madrid, el que anteayer perge?aron en el estadio del Moscard¨® Paco de Luc¨ªa y Santana: mucha tranquilidad, mucha placidez, nula excitaci¨®n.No se pretende afirmar con ello que el concierto fuera nefasto o que no pudiera gustar a unos cuantos de los all¨ª presentes. En verdad, la m¨²sica de Carlos y Paco parec¨ªa caer como tierno roc¨ªo sobre sensibilidades ah¨ªtas de discoteca veraniega. Cierto es que el roc¨ªo no posee la grandeza de una tormenta ni provoca sus mismas consecuencias,- pero no se trataba de arrasar. ?0 tal vez s¨ª?
Como en el cine, los conciertos de rock son una cuesti¨®n de expectativas y ¨¦stas parec¨ªan darse entre el p¨²blico con la misma variedad que las setas en oto?o.
All¨ª hab¨ªa hippies que volv¨ªan desde la mesa de despacho para reencontrar un pasado m¨¢s libre. Hab¨ªa j¨®venes sin filiaci¨®n que tal vez conocieran a Santana por los discos de sus hermanos mayores. Hab¨ªa algunos modernos despistados y aquellos que se apuntan a un bombardeo.
Santana, claro, no pod¨ªa responder a todos esos requerimientos, pero tampoco era capaz de canalizarlos hasta crear una comunidad, como, por ejemplo, logra Bruce Springsteen, otro hombre para todos los p¨²blicos. Santana parec¨ªa aislado all¨¢ arriba, s¨®lo con su pasado y un presente que no emociona.
Supervivencia
Ya no es aquel chicano salvaje de los primeros discos, ya no es aquel tierno m¨ªstico de opereta, que dice frases como ?Yo no me preocupo por mis hermanos chicanos porque ellos no se preocupan de m¨ª?, pero que era capaz de realizar discos tan bellos como Caravanserai o Lotus. Santana se muestra ahora desnudo de connotaciones, amarrado al m¨¢stil de su guitarra porque es lo ¨²nico que conoce, su ¨²nica v¨ªa de supervivencia moral y laboral. Y esa guitarra, llena de notas redondeadas y econ¨®micas, se muestra tan poco imaginativa como ferozmente efectiva, aunque al final todo sea lo mismo. En su grupo, la percusi¨®n funcionaba, el cantante funcionaba, el bajo se lo pensaba y las teclas cumpl¨ªan.La multitud, sentada en el c¨¦sped (otro hecho definitorio y obligado, porque los que permanec¨ªan de pie eran tratados de punkies con abierto desprecio), parec¨ªa escuchar con un encandilamiento total. Pero lo cierto es que sus filas clarearon de forma dram¨¢tica seg¨²n la luna, casi llena, iba pasando. En aquel ambiente de intrascendencia f¨ªsica y emocional, Santana lanz¨® cl¨¢sicos como Black magic woman o Jingo, piezas de sus ¨²ltimos elep¨¦s, canciones lentas dignas de un baile de sal¨®n, intentos de parecer agresivo.
Paco de Luc¨ªa, por su parte, sali¨® con guitarras espa?olas y con grupo. Repas¨® su err¨¢tico repertorio de ¨ªos ¨²ltimos a?os, perdido en ¨¦l, sin encontrar su centro. Su toque parece perdido en una b¨²squeda que nunca acaba, que salta de Falla al cante, de la rumba aljazz, sin saber d¨®nde quedarse, provocando parecida reacci¨®n en el p¨²blico. Luego, al final, tocaron un poco juntos, pero tampoco pasaba nada. Se limitaba a pasar.
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