La institucionalizaci¨®n de UCD, exigencia de la estabilidad democratica
A veces uno no puede por menos de sorprenderse ante la ausencia de an¨¢lisis pol¨ªtico en ciertos sectores y grupos de inter¨¦s de la sociedad espa?ola. No me refiero, obviamente, al electorado, sino a algunos c¨ªrculos de influencia con gran capacidad de proyecci¨®n p¨²blica que, impulsados por motivaciones inmediatas, sientan afirmaciones unas veces dogm¨¢ticas y otras cr¨ªticas, pero siempre, en el fondo, de disconformidad radical con la actual situaci¨®n pol¨ªtica espa?ola. Uno de los temas sobre los que recientemente se ha manifestado, directa o indirectamente, esta actitud es UCD.Los comentarios y pronunciamientos contra el partido centrista no versan, como serla en ultima instancia l¨®gico, sobre su eventual desgaste por un prolongado ejercicio del poder en dificil¨ªsimas circunstancias pol¨ªticas y econ¨®micas que han dado al traste eleetoralmente con casi todos los Gobiernos y partidos gubernamentales del mundo democr¨¢tico. Los asertos que se formulan van mucho m¨¢s lejos. Se repite una y otra vez que UCD ha traicionado a su electorado -ti) que es rigurosamente falso-, que no es un partido que defiende lo que, seg¨²n ellos, debe defender, que tiene excesivas inclinaciones hacia la izquierda y que es un instrumento pol¨ªtico que ya no sirve. UCD no sirve es, efectivamente, la consigna, aunque no se especifica con suficiente concreci¨®n y rigor aquello para lo que no sirve la formaci¨®n pol¨ªtica centrista.
No es mi prop¨®sito ahora dar una respuesta a tan precipitadas y superficiales afirmaciones. Me propongo simplemente reflexionar sobre las carencias de los an¨¢lisis pol¨ªticos de estos circulos de influencia. Mi compa?ero Luis G¨¢mir, en recientes art¨ªculos publicados en EL PAIS, ha puesto acertadamente de relieve, con argumentos s¨®lidos, las razones por las que debe evitarse a corto plazo caer en la tentaci¨®n conservadora. A ellos me remito. Por mi parte, intentar¨¦ situar mi postura en un horizonte algo m¨¢s lejano.
La gran pregunta a contestar es la siguiente: ?por qu¨¦ el centro sociol¨®gico o los amplios sectores moderados de lasociedadespa?ola
y sus dirigentes pol¨ªticos no han gobernado duraderamente en libertad y en democracia? ?Por qu¨¦, en suma, y salvados unos brev¨ªsimos par¨¦ntesis, la derecha tradicional ha dirigido los destinos de Espa?a durante los ¨²ltimos 150 a?os con recurso al autoritarismo o a la dictadura? El an¨¢lisis es complejo, y las causas, diversas, pero querr¨ªa en este articulo referirme a una de ellas: porque la moderaci¨®n espa?ola no ha dispuesto nunca de un partido fuertemente institucionalizado y de ra¨ªz popular que le permitiera justamente gobernar o hacer oposici¨®n eficaz con pleno respeto al sistema democr¨¢tico y a las libertades p¨²blicas.
Los viejos partidos de cuadros, elitistas y caciquiles, resultaron a la postre inservibles como partidos gubernamentales mayoritarios, y lo son hoy en mayor medida en una sociedad industrial de masas. La CEDA pudo ser una oportunidad, pero tuvo unos planteamientos sustancialmente defensivos y profundamente conservadores. Fue un partido sin proyecto de cambio real hacia el futuro, fruto de una coyuntura de agresi¨®n contra ciertos valores compartidos por muchas personas y grupos sociales en la Espa?a de la Il Rep¨²blica.
Por primera vez en la historia de Espa?a, y con ocasi¨®n de la reforma democr¨¢tica, surge un proyecto pol¨ªtico bajo las siglas de UCD -cuya viabilidad inicial queda corroborada por dos elecciones generales y unas elecciones municipales- con virtualidad para convertirse, a trav¨¦s de un progresivo proceso de institucionalizaci¨®n, en el gran partido del centro sociol¨®gico de nuestro pa¨ªs. Es ciertamente un proyecto pol¨ªtico dif¨ªcil y ambicioso con fuertes obst¨¢culos que superar, que ha tenido que ir gest¨¢ndose al tiempo que le correspond¨ªa la responsabilidad de gobernar la transici¨®n pre y posconstitucionat en las cir-
cunstancias m¨¢s complejas y delicadas que ha conocido Espa?a desde la guerra civil.
El objetivo es articular una formaci¨®n pol¨ªtica con vocaci¨®n de reforma, de progreso y de modernizaci¨®n, de ra¨ªz popular, interclasista y de afiliaci¨®n masiva, que contribuya, como eje principal, a consolidar el sistema democr¨¢tico desde el Gobierno o desde la oposici¨®n. Es claro que un partido de esta naturaleza, que se propone sumar permanentemente votos por millones, no puede, por la propia composici¨®n de su electorado, renunciar a ciertas banderas y no puede, consecuentemente, ser un partido d¨®cil a las exigencias singulares de concretos grupos de inter¨¦s.
UCD defiende un determinado modelo social, econ¨®mico y pol¨ªtico al que esos grupos han de acomodarse, porque desde una perspectiva general o nacional, y no particular o ego¨ªsta, es o debe ser tambi¨¦n el suyo. No es UCD quien debe adaptarse a ellos, sino ellos a UCD, a menos que se abdique de la pretensi¨®n de captar los votos de un extenso y plural sector del electorado. Los partidos que cubren un amplio espacio electoral no han sido ni ser¨¢n nunca organizaciones pol¨ªticas domesticadas, porque la propia extensi¨®n del electorado al que se dirigen genera en su interior contradicciones y conflictos de intereses cuya resoluci¨®n no puede ser plenamente satisfactoria para nadie en particular, aunque resulte apropiada o positiva bajo la ¨®ptica del inter¨¦s general o, como dir¨ªan los escol¨¢sticos, del bien com¨²n. En las democracias modernas, todos los grandes partidos son de masas, sociol¨®gicamente interclasistas y veh¨ªculos, por tanto, de integraci¨®n social, aunque ello sea al precio de tener que armonizar y conciliar en su seno aspiraciones e intereses muy distintos y a veces contradictorios.
A mi juicio, este planteamiento, que preside los primeros a?os de existencia de UCD, debe ser mantenido. Como escrib¨ª en otra ocasi¨®n, cualquier tentativa por revestir a UCD de una mayor rigidez ideol¨®gica reducir¨ªa en forma directamente proporcional su capacidad de convocatoria electoral, generaria la aparici¨®n de nuevas opciones pol¨ªticas, eomplicaria el aceptable sistema de partidos de la democracia espa?ola, dificultar¨ªa la formaci¨®n de Gobiernos viables y conferir¨ªa a nuestro r¨¦gimen democr¨¢tico un m¨¢s alto grado de inestabilidad, dificultando su consolidaci¨®n. Igualmente, cualquier intento de, dividir, romper, sustituir o eliminar ILCD del panorama espa?ol de cara a las pr¨®ximas elecciones supone una descomunal ceguera pol¨ªtica -en t¨¦rminos de presente y en t¨¦rminos hist¨®ricos- que no s¨®lo produciria probablemente irreparables consecuencias para la viabilidad de nuestra democracia, sino que dejar¨ªa a los sectores moderados de la sociedad espa?ola sin una apoyatura institucional m¨ªnimamente s¨®lida para gobernar en la libertad.
El espejismo de las
"plataforrnas"
La creaci¨®n de grandes plataformas electorales, sustitutivas de los partidos -en este caso, de UCDconstituye un espejismo que no garantiza la victoria en las elecciones generales, especialmente si encubre ?in giro hacia la derecha conservadora. Y el riesgo que se corre si, como es probable, se pierden las elecciones es sumamente grave, porque tales plataformas de independientes y de personalidades son incapaces de generar y articular un frente s¨®lido y disciplinado de oposici¨®n a la acci¨®n de un Gobierno socialista que, por prudente que quiera ser, tendr¨¢ grandes dificultades en controlar y encauzar la din¨¢mica de su propio partido. S¨®lo un partido fuertemente institucionalizado est¨¢ en situaci¨®n de ejercer una oposici¨®n eficaz y de condicionar seriamente la ejecuci¨®n de un programa socialista. El ejemplo de Francia es significativo. El fr¨¢gil y artificial tinglado giscardiano, compuesto de personalidades, independientes y grup¨²sculos sin militantes, se ha diluido casi como u n azucarillo con la p¨¦rdida del poder. S¨®lo ha quedado el RPR de Chirac, partido
gaullista, de ra¨ªz popular, de considerable afiliaci¨®n y con gran capacidad de movilizaci¨®n. Los planteamientos elitistas o aristocratizantes, propios de los peque?os partidos, no sirven, a mi juicio, en una sociedad industrial de masas para ganar regularmente las elecciones, y aun cuando, en hip¨®tesis, pudieran servir para obtener una victoria electoral, son est¨¦riles para estabilizar en Espa?a el r¨¦gimen democr¨¢tico.
La sociedad espa?ola requiere para vivir en libertad grandes partidos, as¨ª como grandes centrales sindicales y organizaciones patronales, que contribuyan a su mayor integraci¨®n y m¨¢s s¨®lida vertebraci¨®n. Grandes partidos en el Gobierno y grandes partidos en la oposici¨®n; pesos y contrapesos reales, y no s¨®lo constitucionales, es el secreto de las democracias m¨¢s fuertes y eficientes. Su ausencia, en Espa?a, puede poner nuevamente en marcha el impulso golpista, tradicional en nuestro pa¨ªs por la impotencia, entre otras causas, de los sectores moderados para formar un frente de oposici¨®n eficaz a la actuaci¨®n de un Gobierno de izquierda que, de este modo, no encuentra freno ni condicionamiento externo alguno para resistir la presi¨®n inevitable de sus corrientes m¨¢s radicales y con mayor capacidad de movilizaci¨®n social o popular.
La virtualidad de este planteamiento en la actual circunstancia espa?ola est¨¢ ciertamente en funci¨®n de que UCD vaya superando sus presentes dificultades, por otra parte bastante normales, y fortaleci¨¦ndose como partido. Pero es condici¨®n inexcusable para ello que se ponga t¨¦rmino a unas presiones externas, a veces dif¨ªcilmente soportables, destinadas a desnaturalizar el partido, a fragmentarlo, a amputarle una de sus alas o a sustituirlo, destruyendo un proceso de institucionalizaci¨®n que tiene ya hoy una base real por toda la geografia espa?ola.
A mi entender, es bueno para Espa?a y para nuestra democracia que la opci¨®n b¨¢sica en las pr¨®ximas elecciones generales sea entre UCD y el socialismo. Y si UCD llegase a perder las elecciones venideras, deben tener presente quienes no compartan las ideas y conceptos precedentes que ser¨¢ muy principalmente por aquello que ha hecho perder recientemente las elecciones a casi todos los Gobiernos de derecha, de centro o de izquierda que estaban en el poder: el paro, la inflaci¨®n y la imposibilidad real, en definitiva, de superar en el corto plazo la profunda crisis econ¨®mica que padecemos.
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