Paco Rabal
Encuentro a Francisco Rabal, por primera vez despu¨¦s del verano (nos encontraremos otras muchas noches, a lo largo de la temporada), con su esposa, Asunci¨®n Balaguer, y la nariz partida, como antes del accidente y la operaci¨®n. Lo cual que, al decir, est¨¢ mal visto que Rabal aparezca con su mujer, como est¨¢ mal visto que yo aparezca con la m¨ªa, pues, cuando lo hago, se oyen rumores en torno:- Ahora va de formal porque quiere ser acad¨¦mico.
?Tu quieres ser acad¨¦mico, Paco, amor? Ya sabes que se nos critica mucho el salir con las santas esposas. Francisco Rabal, que es uno de los personajes m¨¢s fabulosos de la noche madrile?a -?la noche es un traje?, dice un verso de Aleixandre, y hay que saber vestir ese traje-, a?ade a su natural bizarr¨ªa de duro del cine las muchas corn¨¢s que le ha pegado la vida, y ahora no se le cierra la ¨²ltima, en la nariz, esa nariz adusta y art¨ªstica de romano de Murcia, en la raya de los godos con la morisma. Lo que pasa es que Paco va a hacer con los yanquies una p¨¦l¨ªcula de mafiosos, y la herida. le sirve de maquillaje natural. Pienso en esta nariz cinematogr¨¢fica, que tanto enamor¨® a nuestras t¨ªas, como en la met¨¢fora de nuestra democracia, una herida que no acaba de cerrarse y que ahora se ha profundizado m¨¢s con lo de la colza. Las dos Espa?as, la romana y la mora, la cat¨®lica y la oriental, Ia Espa?a galaica de perfil aplastado (Calvo Sotelo.) como un bajorrelieve de la catedral de Santiago, y la Espa?a remorena de Felipe Gonz¨¢lez, alma de nardo socialista del ¨¢rabe espa?ol.
Precisamente, a lo que hemos asistido el gran actor y yo es a un festival de cine mexicano donde, involuntariamente, los mexicano han dejado deslizar la historia de su pa¨ªs, de Villa y la Revoluci¨®n a la comedia familiar plagiada de Hollywood, donde se imponen unos valores pequefloburgueses a la hora de la sopa unida. S¨®lo en el cine de Emilio Fern¨¢ndez, disc¨ªpulo de Eisentein, que fascin¨® mi adoles cencia con la belleza candelaria de Dolores dell R¨ªo, la m¨²sica del Tr¨ªo Calaveras y los primeros planos aprendidos del ruso, s¨®lo en esas pel¨ªculas -ay- canta y cuenta la revoluci¨®n mexicana, viva de antorchas en la noche. Que no le pase a nuestra transici¨®n democr¨¢tica lo que (en el cine) a la revoluci¨®n mexicana: que las antorchas de la m¨¢xima luz no se queden en la llamita galante del dunhill para el cigarrillo de la alta comedia. Que no le pase a nuestra democracia lo que a la nariz de Paco Rabal: que la naturaleza de los tejidos no impida la cicatrizaci¨®n, como acabamos de ver en esa moci¨®n de censura sin censura ni moci¨®n. Lo cual que me dice el gran actor:
- Ahora me gustar¨ªa, sobre todo, volver al teatro y hacer Luces de bohemia.
Don Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n, m¨¢xima denuncia espa?ola (hecha desde el modernismo/ expresionismo) de las dos Espa?as oficiales que roncan y se turnan tediosamente, ajenas al pueblo que tiene hambre o colza o paro o mejill¨®n, o asco. Tras la historia fragmentada, cinematogr¨¢fica y antologizada de M¨¦xico, la l¨ªnea descendente de Villa a Agust¨ªn Lara, pienso, en el c¨®ctel, que un pa¨ªs no puede vivir sin perfil, como un actor no puede vivir sin nariz. Cuando est¨¢bamos, a punto de tener una nariz, all¨¢ por febrero, vino un se?or a romp¨¦rnosla. Ahora (no hay m¨¢s que ver Prensa extranjera) el mundo no nos entiende y nos confunde con Julio Iglesias.
Tenemos una Monarqu¨ªa, tenemos una Constituci¨®n, tenemos una democracia. ?Qu¨¦ es, entonces, lo que nos pasa, lo que nos falta? Que no tenemos una nariz, una personalidad, porque no quieren que la tengamos. El terrorismo, la desestabilizaci¨®n, la colza, el golpismo y la intoxicaci¨®n nos parten la nariz todos los d¨ªas. Para el mundo, hoy, somos espa?oles sin nariz, sin personalidad pol¨ªtica definida. El ¨²nico espa?ol con nariz la tiene rota: Paco Rabal.
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