La transici¨®n, la democracia y el cuadro de Picasso
En el art¨ªculo anterior hab¨ªamos visto que desde 1971 hasta la etapa final del franquismo, fallecido ya Picasso, no hubo ya intentos para la recuperaci¨®n del Guernica. S¨®lo a partir de la transici¨®n a la democracia ser¨ªa ¨¦sta posible y el proceso para lograrlo puede ser narrado de forma breve, en parte porque fue, en buena medida, p¨²blico; en parte, tambi¨¦n, porque en sus directrices fundamentales resulta f¨¢cil de resumir, y, finalmente, porque para el redactor de este art¨ªculo existe un evidente pudor por el que debe evitar hablar en primera persona.En la segunda mitad de 1974 la iniciativa de recuperaci¨®n del Guernica para Espa?a no correspondi¨® a la Administraci¨®n, sino a particulares, entre los que jug¨® un papel decisivo el abogado y periodista Jos¨¦ Mario Armero. Eran los momentos en los que la democracia se present¨ªa cercana en el interior de Espa?a, pero, vistas las cosas desde el exterior, no parec¨ªa, desde luego, inmediata. Eran, tambi¨¦n, los momentos en los que los herederos de Picasso se aproximaban a un acuerdo con la Hacienda francesa y de ¨¦l exclu¨ªan -dato importante- al Guernica. Fue Jos¨¦ Mario Armero el primero que se puso en contacto directo con el Museo de Arte Moderno de Nueva York y con los abogados del pintor, y quien sugiri¨® una soluci¨®n para que el Guernica pasara a la propiedad del Estado espa?ol, aunque fuera de una forma muy peculiar: depositado en las Naciones Unidas, en donde estar¨ªa libre ya de la custodia del museo, no habr¨ªa abandonado Nueva York.
Los dos primeros Gobiernos de la Monarqu¨ªa, hasta las elecciones democr¨¢ticas, presenciaron una escalada creciente de peticiones para la vuelta del cuadro, incluso con solicitudes para la instalaci¨®n del mismo. Precisamente de estas fechas datan las primeras solicitudes para su ubicaci¨®n en Guernica, y tambi¨¦n la primera de las respuestas de Jacqueline Picasso recordando la voluntad de su marido de que fuera al Museo del Prado, respuesta coincidente con las de todos los herederos y los directivos del Museo de Arte Moderno. Es evidente, sin embargo, que no se daban las condiciones que hab¨ªamos visto exigidas por Picasso. En la primavera de 1977 el abogado del pintor, Dumas, recordaba que ser¨ªa necesario un determinado per¨ªodo de tiempo para la consolidaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas.
Condiciones cumplidas
Despu¨¦s de junio de 1977, aunque no hubiera una Constituci¨®n, se hab¨ªan dado ya las condiciones iniciales para el retorno del cuadro. As¨ª se explica que tan s¨®lo unas semanas despu¨¦s de haberse reunido por vez primera el Senado, un senador independiente, pero de raigambre republicana, y, sin embargo, de nombramiento real, Justino de Azc¨¢rate, propusiera el retorno del cuadro a Espa?a, a mismo tiempo que solicitaba el de los restos mortales de Niceto Alcal¨¢ Zamora y de Alfonso XIII.
A partir del verano de 1977, Armero colabor¨® en la tarea de traer el cuadro a Espa?a con el entonces ministro de Cultura, P¨ªo Cabanillas. Su opini¨®n era, sin embargo, que para lograr este prop¨®sito era necesario demostrar el car¨¢cter nacional, no partidista, del mismo. En ausencia todav¨ªa de una Constituci¨®n democr¨¢tica, era posible, sin embargo, con la ayuda de los l¨ªderes m¨¢s calificados de la oposici¨®n, como Felipe Gonz¨¢lez y Santiago Carrillo, que la presentaron de buena gana, convencer tanto al museo como al abogado de Picasso de la necesidad de la venida del Guernica. Tambi¨¦n era posible hacer una presi¨®n m¨¢s o menos directa en los propios EE UU, en la que colaboraron algunos senadores y, significativamente, Mc Govern.
Sin embargo, los buenos prop¨®sitos de Armero, especialmente laudables por tratarse de una iniciativa privada favorable a intereses colectivos, se vieron perjudicados por la negativa a colaborar, en ese momento, del museo y del abogado de Picasso. No aprobada a¨²n la Constituci¨®n, era, quiz¨¢, demasiado pronto para la vuelta del cuadro, pero, desde luego, quedaban hechas unas primeras gestiones para que ¨¦sta se produjera. Un ejemplo muy relevante al respecto es el decisivo papel desempe?ado por la figura del Monarca espa?ol, que por entonces recibi¨® al abogado de Picasso y alguno de sus herederos. Quienes intervinimos en la cuesti¨®n despu¨¦s de Armero, comprobamos hasta qu¨¦ punto la figura del Rey de Espa?a jug¨® un papel decisivo, con su prestigio, ante todas las partes implicadas.
Desde los primeros meses de 1979, el embajador Fern¨¢ndez Quintanilla y el que suscribe, como director general de Bellas Artes, hemos sido, quiz¨¢, las personas m¨¢s cercanas a la negociaci¨®n. Por supuesto, ello no supone haber tomado las decisiones fundamentales. Eramos ambos funcionarios que cumpl¨ªamos una misi¨®n, pero que obviamente ten¨ªamos unos superiores, de los que segu¨ªamos unas instrucciones. A partir del nombramiento de I?igo Cavero como ministro de Cultura, funcion¨® una comisi¨®n, presidida por ¨¦l, en la que aparte de los mencionados figuraba Alberto Aza, subsecretario del presidente del Gobierno, y el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Carlos Robles Piquer. Joaqu¨ªn Tena, secretario general t¨¦cnico del Ministerio de Cultura, jug¨® un papel decisivo en la negociaci¨®n final.
En un principio, nuestras gestiones parecieron ir por un sendero positivo y r¨¢pido. En julio de 1979, el presidente Su¨¢rez -recibi¨®, junto con Fen¨¢ndez Quintanilla, al abogado Dumas, que con posterioridad tambi¨¦n se entrevistar¨ªa con el autor de estas l¨ªneas. Dumas declar¨® poco despu¨¦s en Par¨ªs, como con el tiempo suceder¨ªa, que el cuadro estar¨ªa en Espa?a para el centenario del nacimiento del pintor. En marzo de 1980, tras las pertinentes gestiones con el Museo de Arte Moderno de Nueva York, se obtuvo una definici¨®n por escrito del mismo, por la que se compromet¨ªa formalmente a la entrega en septiembre de dicho a?o, ya concluida la retrospectiva de Picasso.
Sin embargo, la llegada del Guernica iba a retrasarse un a?o. La raz¨®n fundamental fue que una parte de los herederos reclam¨®, en octubre de 1979, al museo su ?derecho moral?, como tales, de ?velar por las condiciones de la entrega, las obras que deb¨ªan ser entregadas y las modalidades del viaje?. Por ello, en el documento que el museo firm¨® en marzo de 1980 se mostraba propicio a la entrega, pero siempre que ?se respetasen los derechos morales de los herederos?. La expresi¨®n ?derechos morales? corresponde a una figura jur¨ªdica bastante imprecisa, aceptada por la legislaci¨®n de determinados pa¨ªses pero, desde luego, claramente distinta de los derechos de propiedad: protege tan s¨®lo el derecho a ser conservada y bien expuesta una obra de arte. En todo caso, la menci¨®n de estos ?derechos morales? implicaba tener en cuenta a todos los herederos, a no ser que se procediera a una reclamaci¨®n judicial cuyos efectos deb¨ªan ser por lo menos una dilaci¨®n considerable en la entrega.
Por eso se opt¨® por tratar de convencer a todos ellos sucesivamente. A lo largo del mes de enero de 1981, Fern¨¢ndez Quintanilla y el que suscribe les fuimos entregando una carta firmada por el presidente Su¨¢rez en la que se le solicitaba, de forma gen¨¦rica, su colaboraci¨®n. Obtuvimos una respuesta positiva por parte de Jacqueline y Marina Picasso y otra negativa de Maya Picasso, que, sin embargo, dec¨ªa aceptar la voluntad mayoritaria del resto de los herederos, y cuya postura en realidad era mucho menos estridente de como apareci¨® en la Prensa espa?ola. Los acontecimientos espa?oles (dimisi¨®n de Su¨¢rez y posterior intento de golpe de Estado) a?adieron todav¨ªa m¨¢s dilaci¨®n a todo el proceso negociador. Hubo un momento en el que rozamos la posibilidad de un enfrentamiento en los tribunales, que no hubiera beneficiado a ninguna de las partes.
Sin embargo, la situaci¨®n mejor¨® a partir del mes de abril, en que se hizo ya una reclamaci¨®n formal ante el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El propio museo se mostr¨® dispuesto a hacer una gesti¨®n ante los herederos, que efectivamente se produjo en el mes de junio siguiente. A finales de julio obten¨ªamos la seguridad formal de que el traslado del cuadro podr¨ªa realizarse a comienzos del mes de septiembre.
Conclu¨ªa as¨ª una ardua negociaci¨®n. El positivo resultado final se deb¨ªa a una combinaci¨®n de varios factores: el innegable derecho del pueblo espa?ol, de acuerdo con la voluntad expresada muchas veces por Picasso; la actitud positiva de fondo del museo; el apoyo mayoritario de los herederos; el hecho de que el museo deb¨ªa de modificar sus instalaciones y no dispon¨ªa en las nuevas de sitio para el Guemica e incluso un endurecimiento de la posici¨®n espa?ola, producto de la posici¨®n de la comisi¨®n mencionada. Pero quiz¨¢ hubo un factor m¨¢s decisivo y, si se quiere, incluso sorprendente para la Administraci¨®n espa?ola: la tenacidad con que se hab¨ªa venido persiguiendo el objetivo final durante tantos meses.
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