Serenidad en la discusi¨®n
El debate sobre la OTAN, reiteradamente ensayado en los atriles parlamentarios o en otras tribunas desde 1977, empieza a conocer una definitiva aplicaci¨®n. Las espadas est¨¢n en alto, a la espera de lo que ocurra en el Congreso de los Diputados y en el Senado, pero las posiciones se van perfilando cada vez con m¨¢s nitidez.En el discurso de investidura, Calvo Sotelo dej¨® clara la actitud de su futuro Gobierno respecto a la adhesi¨®n de Espa?a a la OTAN, y anunci¨® alguna de las dificultades que se iban a presentar. ?El Gobierno que aspiro a presidir?, dijo el 19 de febrero de 1981, ?reafirma su vocaci¨®n atl¨¢ntica, expresamente manifestada por la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, y se propone iniciar las consultas con los grupos parlamentarios a fin de articular una mayor¨ªa, escoger el momento y definir las condiciones y modalidades en que Espa?a estar¨ªa dispuesta a participar en la Alianza?. Y agregaba: ?No toleramos que terceros pa¨ªses, concretamente la Uni¨®n Sovi¨¦tica, se arroguen el derecho de vetar la entrada de Espa?a en la OTAN, ni aceptamos, por tanto, las doctrinas de la congelaci¨®n en sus actuales dimensiones de las alianzas existentes, o de que nuestra soberana voluntad de acci¨®n en este campo suponga un gesto agresivo susceptible de quebrar el equilibrio de fuerzas en Europa?. La postura atlantista del presidente era inequ¨ªvoca ya entonces, como lo hab¨ªa sido la de UCD desde 1977. La inserci¨®n de Espa?a en la OTAN ha sido defendida tambi¨¦n, en diversas ocasiones, por Coalici¨®n Democr¨¢tica y otros partidos. Justo en los ant¨ªpodas hay que situar, en cambio, al PCE, acorde con la posici¨®n de recelo u oposici¨®n a la Alianza Atl¨¢ntica de los partidos comunistas. Una v¨ªa m¨¢s matizada es la del PSOE, cuyo secretario general, Felipe Gonz¨¢lez, acaba de declarar: los socialistas no estamos contra la OTAN, sino contra el ingreso de Espa?a.
La pol¨¦mica en torno a la adhesi¨®n de Espa?a a la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte es una l¨®gica consecuencia de la madurez del pueblo espa?ol. Los partidos pol¨ªticos, preocupados por escuchar y hacerse o¨ªr, han organizado actos de distinto tipo, paralelos a los planteamientos de los medios de comunicaci¨®n o las iniciativas de distintas instituciones o personalidades intelectuales o pol¨ªticas. A fin de cuentas, todo ha de confluir en los debates parlamentarios porque, como dijera Felipe Gonz¨¢lez en 1977 (EL PAIS, 23 de febrero), el ingreso ?es una decisi¨®n que debe asumir el pueblo a trav¨¦s de sus representantes leg¨ªtimos?.
El tono de las campa?as tiene rasgos diversos. Los socialistas, responsables, por lo com¨²n, en los temas de Estado y capaces de buscar el acuerdo con el Gabinete Calvo Sotelo en materias que consideran fundamentales para la estabilidad de la democracia, han marcado distancias respecto al Ejecutivo en el tema de la OTAN. Las diferencias de opini¨®n de los socialistas respecto al Gobierno son leg¨ªtimas, y no deben causar sorpresa, pero en la campa?a del PSOE, significativamente alejada de los problemas de fondo y orientada, probablemente, con afanes dilatorios, hacia las cuestiones de procedimiento, se est¨¢n deslizando algunos errores o contradicciones. Perm¨ªtaseme que haga referencia s¨®lo a tres cuestiones: la consulta al Consejo de Estado, la iniciativa popular respecto al refer¨¦ndum y la oportunidad o inoportunidad de que sea planteado en estos momentos el ingreso de Espa?a en la OTAN.
La consulta al Consejo de Estado no es, como alguien ha dicho, una habilidad del poder ejecutivo, sino un imperativo legal predeterminado en la Constituci¨®n y desarrollado en una ley org¨¢nica de reciente promulgaci¨®n. En efecto, el art¨ªculo 107 de la Constituci¨®n dispone: ?El Consejo de Estado es el supremo ¨®rgano consultivo del Gobierno. Una ley org¨¢nica regular¨¢ su composici¨®n y competencia?. La ley org¨¢nica n¨²mero 3/80, de 22 de abril, establece, en su art¨ªculo 22, que el Gobierno debe solicitar el dictamen del alto cuerpo consultivo en ?todos los tratados o convenios internacionales sobre la necesidad de autorizaci¨®n de las Cortes Generales con car¨¢cter previo a la prestaci¨®n del consentimiento del Estado?. Se trata, por tanto, del cumplimiento de una exigencia constitucional y legal, y no de realizar una pirueta m¨¢s o menos habilidosa.
Es tambi¨¦n la Constituci¨®n, la propia Constituci¨®n interpretada por el Consejo de Estado, la que se?ala el art¨ªculo 94.1 como aplicable a la posible adhesi¨®n de Espa?a a la OTAN. El art¨ªculo 93 fue hecho expresamente pensando en la entrada de Espa?a en organizaciones supranacionales, y m¨¢s concretamente, en la CEE. El caso de la OTAN es distinto, porque nuestro ingreso en la Alianza no supone transferencia de soberan¨ªa. Con su proverbial acierto, precis¨® la cuesti¨®n mi amigo el senador socialista Fernando Mor¨¢n en los debates constitucionales. Refiri¨¦ndose al art¨ªculo 94 y al 93, entonces respectivamente 93 y 92, n¨²meros que se corrieron en una fase posterior, y utilizando, por tanto, la numeraci¨®n actual, el senador Mor¨¢n dijo: ?Me qued¨¦, despu¨¦s de intervenir en comisi¨®n, con la duda de si ciertos miembros de la comisi¨®n entendieron exactamente a qu¨¦ me refer¨ªa. Me refer¨ªa, fundamentalmente, a los tratados, como dice el texto, que afectan a los ¨®rganos de soberan¨ªa establecidos en la Constituci¨®n. Muy diferente es otro supuesto de tratados que podr¨ªamos llamar cl¨¢sicos, previstos hoy en el art¨ªculo 94, apartados 1 y 2. Este segundo caso ser¨ªa, por citar un ejemplo, la integraci¨®n de Espa?a en un sistema de defensa a escala atl¨¢ntica. En este caso no se est¨¢ en el supuesto del tratado a que me refiero, tratado de transferencia de la soberan¨ªa.
Como saben los se?ores senadores, la participaci¨®n de Espa?a en la OTAN no significa ninguna transferencia de soberan¨ªa. Se trata de un tratado militar y pol¨ªtico cl¨¢sico, y la prueba de ello es que, al retirarse del sistema integrado Francia, no fue necesario derogar ning¨²n tratado especial, y todo el procedimiento se efectu¨® a trav¨¦s de canjes de notas diplom¨¢ticas?.
Tampoco se comprende muy bien el punto de vista del PSOE sobre la iniciativa popular respecto al refer¨¦ndum. El art¨ªculo 87,3 de la Constituci¨®n no deja lugar a dudas: ?Una ley org¨¢nica regular¨¢ las formas de ejercicio y requisitos de la iniciativa popular para la presentaci¨®n de proposiciones de ley. En todo caso se exigir¨¢n no menos de 500.000 firmas acreditadas. No proceder¨¢ dicha iniciativa en materias propias de ley org¨¢nica, tributarias o de car¨¢cter internacional, ni en lo relativo a la prerrogativa de gracia?. A la vista del precepto constitucional, resulta sorprendente una campa?a de recogida de firmas que no tiene eficacia final y contradice la letra misma de la Constituci¨®n.
Queda, por ¨²ltimo, la cuesti¨®n de la oportunidad. ?Es o no oportuna la decisi¨®n gubernamental de plantear ahora ante el Parlamento el ingreso de Espa?a en la OTAN? Pese a que alg¨²n partido ha calificado de oportunismo la iniciativa del Ejecutivo, y a pesar de las reticencias de otros sectores o la declarada oposici¨®n socialista a que se afronte el tema en fecha inmediata, las razones del Gobierno son convincentes. El presidente Calvo Sotelo hizo, como ya he dicho, una expresa declaraci¨®n de intenciones al respecto en su discurso de investidura. Con ella se culminaba el prop¨®sito repetidas veces manifestado por UCD o los Gobiernos anteriores. En cuanto a los socialistas, aunque no se han manifestado ni antes ni ahora partidarios de la entrada de Espa?a en la OTAN, en otras ¨¦pocas han reconocido que los a?os 1980 o 1981 eran fechas id¨®neas para plantear la cuesti¨®n en el Parlamento. En unas declaraciones a EL PAIS, el 4 de junio de 1978, Luis Y¨¢?ez dec¨ªa: ?Nuestra actitud primera es que el debate debe iniciarse despu¨¦s de la Constituci¨®n, para el a?o 1980 o 1981, a la vista tambi¨¦n de la caducidad de los acuerdos con Estados Unidos. Por ello, hoy por hoy no tenemos la intenci¨®n de lanzar ning¨²n tipo de campa?a sobre la OTAN?.
El debate est¨¢ abierto. Somos muchos los llamados a participar en ¨¦l, y es necesario que participemos. Sin embargo, me parece indispensable prevenirse frente a dos peligros. El primero es la mitificaci¨®n de la OTAN. El ?OTAN, s¨ª; OTAN, no? puede significar que, para unos, la OTAN es un talism¨¢n y, para otros, la fuente de todos los males. Nada m¨¢s lejos de la consideraci¨®n serena y racional que el tema exige. El otro peligro es m¨¢s grave. Se oyen voces que apuntan a un manique¨ªsmo de izquierda frente a derecha. En la OTAN est¨¢n, desde la primera hora, grupos o personas destacadas de la izquierda democr¨¢tica, y el recuerdo de Indalecio Prieto o Jim¨¦nez de As¨²a no es in¨²til; pero tambi¨¦n representantes de la derecha y del centro evolutivo que Occidente ve ahora como soluci¨®n de muchos males. Que los parlamentarios sepamos responder con altura de miras al desaf¨ªo que se nos presenta.
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