Crisis, sindicato y negociaci¨®n colectiva
La crisis econ¨®mica surgida a finales de 1973 ha supuesto la quiebra, de una manera no coyuntural, de un modelo de crecimiento cuantitativo basado en el consumismo, las materias primas a bajo costo, el intercambio desigual entre pa¨ªses ricos y pobres y el despilfarro. Este mecanismo de crecimiento, que hasta entonces ven¨ªa siendo sostenido y continuo, se ha puesto en crisis, y con ¨¦l el empleo, que ha pasado de ser algo c¨ªclico y coyuntural a convertirse en un problema estructural de las sociedades m¨¢s desarrolladas del mundo capitalista.Esta crisis, sin precedentes desde la segunda guerra mundial, tiene profundas repercusiones sobre la clase obrera y sobre la acci¨®n sindical. De una manera muy general, tres son los aspectos que se pueden distinguir como caracter¨ªsticos de las repercusiones que la crisis econ¨®mica actual plantea sobre la problem¨¢tica de la acci¨®n sindical: la parcelaci¨®n de la clase obrera; la instalaci¨®n de un porcentaje masivo de desempleo; los l¨ªmites de la negociaci¨®n colectiva tradicional para dar respuesta a estos nuevos problemas.
Como consecuencia de la crisis se ha producido una mayor parcelaci¨®n de la clase obrera. Ello implica un desaf¨ªo esencial para el futuro del sindicalismo y de la negociaci¨®n colectiva, cuyos perfiles son todav¨ªa difusos. Es evidente, sin embargo, que el sindicato, que por su propia definici¨®n de clase est¨¢ llamado a tratar de organizar y responder con sus reivindicaciones al conjunto de los trabajadores, se halla ante el hecho de que sectores crecientes de trabajadores escapan de los canales tradicionales de relaci¨®n laboral, de negociaci¨®n y de organizaci¨®n obreras: parados, trabajo negro, trabajo parcial y temporal.
Intentos como el de la organizaci¨®n de los parados reflejan esta preocupaci¨®n sindical. Es claro a este respecto que tiene que ser repensada la negociaci¨®n colectiva buscando, de una parte, reivindicaciones unificantes: pol¨ªtica de empleo, salarlo m¨ªnimo, salarlo social y familiar, reducci¨®n del tiempo de trabajo, legislaci¨®n laboral, protecci¨®n social. De otra parte, requiere dar una nueva dimensi¨®n a la contrataci¨®n colectiva en el sentido de conectar el ¨¢mbito profesional con el interprofesional o territorial (salud, transportes, zonas subdesarrolladas, cuadro de vida).
En definitiva, frente a la fragmentaci¨®n se hace necesaria una dimensi¨®n cultural y pol¨ªtica que afirme el inter¨¦s colectivo como elemento de reunificaci¨®n de la clase trabajadora.
Nuevas acciones sindicales
Por otra parte, el desempleo masivo exige nuevas adecuaciones a la acci¨®n sindical, que no se puede encerrar en la ciudadela de los trabajadores con empleo. As¨ª, la din¨¢mica b¨¢sicamente salarial que ha caracterizado las reivindicaciones obreras durante los a?os cincuenta-75 de expansi¨®n capitalista deja paso al tema del empleo como eje central de la acci¨®n sindical. Los sindicatos dejan de ser guardianes de cada puesto de trabajo para defender el nivel global de empleo en cada pa¨ªs. Lo mismo sucede en el tema salarial: de la defensa o aumento del poder adquisitivo en cada empresa se pasa a una defensa m¨¢s global del nivel de participaci¨®n de las rentas salariales en la renta nacional, en la defensa de una demanda global que englobe a parados y a trabajadores en activo.A la crisis se une la aceleraci¨®n en la introducci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas, lo que a medio plazo incide negativamente sobre el empleo. De ello se deduce para el sindicato una reducci¨®n profunda del tiempo de trabajo; la discusi¨®n de temas claves de la acci¨®n empresarial -como las inversiones y la organizaci¨®n del trabajo-, a trav¨¦s de la negociaci¨®n de un tema tab¨² hasta ahora como la productividad, as¨ª como la exigencia de un desarrollo econ¨®mico m¨¢s cualitativo a trav¨¦s de la expansi¨®n de sectores como la sanidad, la ense?anza, el ocio y la cultura.
La crisis afecta, a su vez, a la dimensi¨®n de la negociaci¨®n colectiva. Con la crisis, la negociaci¨®n adquiere necesariamente una dimensi¨®n m¨¢s global, al tiempo que se ve desplazada a una mayor interlocuci¨®n con el Gobierno y el cuadro pol¨ªtico.
El empleo, por ejemplo, exige una negociaci¨®n con el Gobierno, pues la mejor pol¨ªtica de empleo es una buena pol¨ªtica econ¨®mica. Asimismo, la protecci¨®n a los desempleados, la reconversi¨®n de sectores en crisis, as¨ª como el tema sustancial de la nueva legislaci¨®n laboral sobre el mercado de trabajo, cuya finalidad consiste en desarmar el principio de estabilidad en el empleo; los intentos que frente a la crisis realizan los poderes p¨²blicos para condicionar las relaciones laborales por v¨ªa de topes salariales o medidas disuasorias de tipo indicativo; la exigencia de una mayor democracia industrial como contrapartida a los sacrificios que impone la crisis, suponen todos ellos una interlocuci¨®n con el Gobierno, dando una dimensi¨®n nueva al principio de autonom¨ªa de las partes.
Dimensi¨®n global y pol¨ªtica
En definitiva, todo apunta a que, con la crisis, la acci¨®n sindical y la negociaci¨®n adquieren una dimensi¨®n m¨¢s global y por tanto pol¨ªtica, como consecuencia de la responsabilidad de tipo nacional que se ve llamado a asumir el sindicato, y, de otra parte, porque frente a los sacrificios que supone la salida de la crisis, el sindicalismo ha de plantear medidas alternativas alobales a las pol¨ªticas gubernamentales con objeto de dar una salida progresista a la misma.En Espa?a, pese a la debilidad de los sindicatos, estos est¨¢n asumiendo un protagonismo frente a la crisis superior a la de otros pa¨ªses del sur de Europa.
A pesar de los intentos racionalizadores que a posteriori viene realizando CC OO, el AMI ha sentado las bases para una respuesta negociada a la crisis en nuestro pa¨ªs: impuso el criterio de negociaci¨®n global; estableci¨® la negoclaci¨®n sobre inflaci¨®n prevista y no pasada; cambi¨® la inercia de una pol¨ªtica sindical de contestaci¨®n por una de negociaci¨®n; redujo radicalmente la conflictividad innecesaria; supuso la mayor, la ¨²nica reducci¨®n del tiempo de trabajo de car¨¢cter general que se ha hecho en nuestro pa¨ªs por la v¨ªa convencional; unific¨® las relaciones laborales y las condiciones b¨¢sicas de trabajo a cerca de seis millones de trabajadores, pasando a ser el 92% de los asalariados del sector privado afectados por convenios, frente al 57,6% en 1979; cre¨® la credibilidad que ha hecho posible una negociaci¨®n m¨¢s global.
Un cambio de escenario
El ANE ha sido la continuaci¨®n del AMI. El ANE supone un cambio de escenario para la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola. Sienta las bases para cambiar la tendencia del desempleo. Es un factor de consolidaci¨®n demogr¨¢fica, en la medida en que da una respuesta a un elemento de disgregaci¨®n generacional y social como en el paro.Con el ANE se crean condiciones de certidumbre, de marco de relaciones laborales, de costes para todas que haya una mayor inversi¨®n privada de una vez por todas en nuestro pa¨ªs. Es de esperar que as¨ª sea y a que los empresarios de nuestro pa¨ªs superen la visi¨®n de su funci¨®n he redada del r¨¦gimen anterior basa da en la tutela del Estado, se desprendan de actitudes rentistas o especuladoras y asuman riesgos de innovaci¨®n.
Ello resulta especialmente importante con respecto a la banca. Hoy, la quiebra de las empresas depende m¨¢s de los costes financieros y del tipo de inter¨¦s que de los costes salariales. Por otra parte, no parece razonable que haya un sector crediticio sano boyante en un pa¨ªs en decadencia industrial, porque al final todos terminan por caer.
El ANE inicia un camino para buscar una salida a la crisis en nuestro pa¨ªs. Su plena virtualidad pasa por la presencia de los socialistas en el Gobierno, por una mayor¨ªa parlamentaria, social Y de gobierno con voluntad, fuera y convicci¨®n para darle al acuerdo toda su dimensi¨®n sin dudas ni cilaciones.
Por otra parte, el ANE debe ser complementado en dos puntos por un acuerdo entre los sindicatos firmantes y la CEOE: darle efiacia general de tal manera que afecte a todas las empresas y trabajadores y establecer mecanismos voluntanos de mediaci¨®n, conciliaci¨®n y arbitraje que llene el vac¨ªo dejado por los laudos tras la sentencia del Tribunal Constitucional.
Asimismo se hace urgente la puesta en marcha del Consejo Econ¨®mico y Social que el Gobierno, tras reiteradas declaraciones, promesas y compromisos de los sucesivos Gobiernos de UCD, no lo quiso negociar en el ANE, y que los empresarios tampoco parecen tener inter¨¦s en crear este ¨®rgano de encuentro que inst¨ªtucionalice el di¨¢logo entre las partes sociales.
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