Ofensa al Rey
EL PREAMBULO com¨²n de los escritos de conclusiones provisionales presentados por los defensores de algunos de los procesados en el sumario del 23 de febrero revela el prop¨®sito de los sediciosos de trastrocar esperp¨¦nticamente el papel que les corresponde en el juicio, abandonar imaginariamente el banquillo de los acusados y encaramarse en el del fiscal. La estrategia es tan despreciable como simple: aun a costa de desbordar el techo de lo inveros¨ªmil, se intenta atribuir a la Corona la responsabilidad ¨²ltima del golpe de Estado frustrado, a fin de que los rebeldes, presentados como traicionados y obedientes ejecutores de una orden de don Juan Carlos, posteriormente revocada, queden exentos de toda culpa. La maniobra es grotesca, y mucho m¨¢s si se piensa que fue esencialmente la actitud del Rey la que logr¨® vencer el golpe y mantener la democracia. La desesperaci¨®n, la arrogancia y el fanatismo de los golpistas no parecen tener l¨ªmites.Los procesados y sus letrados no se han limitado as¨ª a utilizar las garant¨ªas reconocidas a todos los espa?oles por el art¨ªculo 24 de la Constituci¨®n, que otorga a los ciudadanos el derecho "a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra s¨ª mismos, a no confesarse culpables -y eso aunque la televisi¨®n haya retransmitido su?delito in fraganti- y a la presunci¨®n de inocencia", sino que se han lanzado a la insensata aventura de proseguir su intentona golpista en el escenario del Consejo Supremo de Justicia Militar.
S¨®lo la evidencia de los hechos, algunos contemplados por millones de personas, y la red de contradicciones y mutuas inculpaciones ante el juez han disuadido, sin duda, a los letrados de la tentativa de negar la existencia de las pruebas o de afirmar que sus clientes no participaron en los acontecimientos. La pretens¨ª¨®n de que el Rey preste declaraci¨®n sobre los hechos ante el tribunal militar rebasa las fronteras de cualquier estrategia defensiva de car¨¢cter procesal y cobra el inequ¨ªvoco significado de una maniobra ofensiva de car¨¢cter pol¨ªtico, conectada sin soluci¨®n de continuidad con la conjura sediciosa para derribar la Corona, acabar con las instituciones democr¨¢ticas y suprimir el r¨¦gimen constitucional. Verg¨¹enza da s¨ªquiera tener que escr¨ªbir sobre ello. De acuerdo con la Constituci¨®n -expresi¨®n soberana de la voluntad del pueblo, que vilmente los golpistas quisieron suplantar-, "la persona del Rey es inviolable y no est¨¢ sujeta a responsabilidad". Aunque don Juan Carlos quisiera comparecer como testigo -en realidad, seg¨²n los letrados defensores, como principal acusado- ante los tribunales, nuestra norma fundamental se lo impide. Pero la pretensi¨®n de los abogados no es tanto una defensa de sus clientes, sino una ofensa al Rey. Y una ofensa a todos los ciudadanos libres que se sienten orgullosos de tener al Jefe del Estado como primer garante y defensor de la Const¨ªtuci¨®n. El ruego de los letrados no es una leg¨ªtima argucia procesal, sino una provocaci¨®n pol¨ªtica que no tiene el m¨¢s m¨ªnimo apoyo en los textos legales ni en la pr¨¢ctica jur¨ªdica.
No caeremos, por lo dem¨¢s, en la trampa de seguir argumentando al respecto. Esta, y no otra, es la intenci¨®n de esos fieles disc¨ªpulos de Goebbels y de su teor¨ªa de que las mentiras deben ser descomunales para que la gente termine por cre¨¦rselas. Los ciudadanos deben mantener fija su mirada en ese tablado de la antigua farsa, en el que unos d¨¦lincuentes que han humillado al resto de sus compatriotas con su arrogante pretensi¨®n de ser los monopolizadores del honor, el patriotismo y el valor est¨¢n mostrando su triste condici¨®n moral, su cobard¨ªa y su desprecio por la legalidad.
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