Disparos de armas autom¨¢ticas contin¨²an perturbando la noche en la ciudad egipcia de Asyut
Asyut ofrece el espect¨¢culo de una ciudad sitiada en la que la tensa paz diurna se resquebraja en cuanto llega la noche, al reanudarse los disparos espor¨¢dicos de armas autom¨¢ticas. No menos de veinte controles es necesario franquear, a lo largo de la carretera de cuatrocientos kil¨®metros que une la ciudad de El Cairo con la capital del Alto Egipto, para llegar en siete horas al feudo tradicional del integrismo musulm¨¢n egipcio. All¨ª, el pasado jueves, menos de cuarenta y ocho horas despu¨¦s del asesinato del presidente egipcio Anuar el Sadat, los fundamentalistas isl¨¢micos dieron muerte a miembros de las fuerzas de seguridad.
El ministro del Interior, Nabaui lsmail, asegura que la "situaci¨®n ha vuelto a la normalidad" en la cuarta ciudad de Egipto, con cerca de 250.000 habitantes, y es verdad que las fuerzas del orden y la poblaci¨®n trabajan ahora pacientemente en reparar los desperfectos causados por los enfrentamientos en varios edificios p¨²blicos y comercios.Pero Asyut es, ante todo, una ciudad tomada por la pol¨ªc¨ªa en la que miles de hombres, con fusiles de asalto Kalashnikov y ametralladoras pesadas, esparcidos por las terrazas, parapetados detr¨¢s de sacos de arena, circulando en camiones o instalados en controles fijos, est¨¢n al acecho de cualquier movimiento sospechoso.
Muchos de ellos son j¨®venes asustad¨ªzos de apenas diecis¨¦is a?os; otros han debido ser tra¨ªdos de lejos, porque ignoran las direcciones m¨¢s c¨¦ntricas de la ciudad, y todos est¨¢n mandados por militares del Ej¨¦rcito, aunque, oficialmente, las fuerz¨¢s armadas no ¨ªntervinieron en el restablecimiento del orden, que s¨®lo corri¨® a cargo de la pol¨ªc¨ªa local. Pero resulta dif¨ªcil creer que en Asyut haya tanta polic¨ªa local.
El nerviosismo es tal que en la entrega de la documentaci¨®n requerida para viajar por la regi¨®n o en el registro de los coches, se efect¨²a siempre con los ca?ones de los fusiles apuntando a las personas inspeccionadas.
La verdad es que los polic¨ªas tienen motivos para estar nerviosos. Los testimonios concordantes de numerosos habitantes aseguran que el ruido de las r¨¢fagas autom¨¢ticas quiebra, cada noche, el silencio. "Algunas veces los polic¨ªas abren fuego para tranquilizarse, porque tienen miedo; otras, porque replican a los disparos de alg¨²n francotirador emboscado", afirma un farmac¨¦utico musulm¨¢n.
El gobernador de la provincia, Mohamed Osman Ismael, de 51 a?os de edad, reconoce ante la Prensa que "algunos asaltantes no han podido ser detenidos y andan hostigando por ah¨ª", aunque, precisa a rengl¨®n seguido, "la mayor¨ªa se encuentran encarcelados y nueve perecieron en los enfrentamientos".
Otra prueba de la inseguridad reinante en la zona fue dada a la Prensa por un comandante del Ej¨¦rcito, formado en Estados Unidos pero que declin¨® revelar su identidad, cuando aconsej¨® firmemente a los periodistas que llegasen a Deirut -localidad situada a sesenta kil¨®metros al norte de Asyut- antes de la puesta de sol.
Los periodistas, sin embargo, gozaron de una absoluta libertad de movimiento durante su estancia en la capital de Alto Egipto.
La matanza del jueves
La principal causa del miedo que cunde entre la polic¨ªa es, sin duda, el recuerdo de la matanza del pasado jueves. El centenar de integristas de la organizaci¨®n Takfir Wa Hegra (Arrepentimiento y Lucha Sagrada) que, vestidos con uniformes, atacaron la sede de la polic¨ªa pol¨ªtica y dos comisar¨ªas, donde asesinaron a 44 miembros de las fuerzas del orden, seg¨²n el gobernador -a unos 160 seg¨²n una fuente cercana al hospital de la ciudad-. Entre cinco y nueve oscila el balance de muertos entre los asaltantes.
Tanto la fachada de la sede de la polic¨ªa secreta, edificio bajo de color amarillo al borde, del Nilo, como la de la comisar¨ªa n¨²mero uno aparecen plagadas de impactos de proyectiles y en el suelo se pisan a¨²n los cartuchos de las balas que mataron a los polic¨ªas cogidos por sorpresa, y mayoritariamente desarmados en los d¨ªas de la riesta religiosa de beyram.
Osinan Ismail da rienda libre a su indignaci¨®n: "Llevo nueve anos al frente de este Gobierno Civil y nunca hab¨ªa ocurrido nada semejante, ni aqu¨ª ni en ning¨²n otro lugar de la Rep¨²blica". "Se trata" a?ade, "de unos j¨®venes locos, en su mayor¨ªa originarios de Minieh (localidad con tradici¨®n integrista situada a 240 kil¨®metros de El Cairo), pero matriculados en la Univers¨ªdad de Asyut, y que planeaban este golpe desde hace tiempo, antes, en todo caso, de que se produjese el atentado contra el presidente".
El gobernador concluye declarando que los "locos anormales se atreven a criticar a los jeques religiosos, quien, a su vez, les condenan y denuncian junto con todos los fieles musulmanes".
Este no parece ser, sin embargo, el sentimiento exacto de los 150.000 musulma¨ªies que viven en Asyut, seg¨²n se desprende de varias conversaciones mantenidas en la ciudad con personas que, para no ser vistas con extranjeros por polic¨ªas o delatores, invitaron a la Prensa a entrar en alguna tidnda de confianza para poder entablar el di¨¢logo.
"Aunque no comparte la ideolog¨ªa de los combatientes musulmanes, la gente comprende su violencia contra la fuerza p¨²blica porque tambi¨¦n ella est¨¢ cansada del r¨¦gimen", declara un estudiante.
En el interior de un bar de la calle El Jazzam, principal arteria de la ciudad, un joven empleado, cuyos prudentes compa?eros de mesa le abandonaron cuando empez¨® a discutir con forasteros, explica: "Despu¨¦s de la firma del tratado de paz de Camp David esper¨¢bamos todos que la reducci¨®n de los gastos de defensa y la amistad con los norteamericanos mejorase un poco nuestro nivel de vida; pero esto no ha sucedido porque algunos, en El Cairo, siguen llen¨¢ndose los bolsillos".
El oficinista asegura que conoce bien al l¨ªder de los asaltantes isl¨¢micos, Assam Abdel Maglid, estudiante de ingenier¨ªa, de veinticuatro a?os de edad, al que le fueron disparadas dos balas en las rodillas minutos despues de su detenci¨®n. "Un muchacho que se h¨¢ ido radicalizando a medida que fracasaba la opci¨®n Sadat, y al que alimentarse y alojarse resultaba m¨¢s dif¨ªcil en Asyut".
Alivio entre los cristianos coptos
A diferencia de los musulmanes, los 100.000 cristianos coptos de Asyut expresan m¨¢s bien un sentimiento de alivio por el restablecimiento del orden, y su temor a hablar en p¨²blico con extranjeros no obsta para que se alegren de la masiva presencia de las fuerzas de seguridad.
El recuerdo de las agresiones sufridas por parte de los fundamentalistas isl¨¢micos en la primavera y en noviembre de 1980 en la Universidad de Asyut, est¨¢ todav¨ªa demasiado fresco como para que el patriarcado copto de la ciudad no agradezca a las autoridades su intervenci¨®n. En un comunicado emitido el pasado fin de semana pidi¨® a los cristianos de Egipto que votaran por el vicepresidente Hosni Mubarak en el refer¨¦ndum de ayer.
En una trastienda de la calle Veintis¨¦is de Julio, un grupo de seis j¨®venes coptos recuerda aquellas peleas: "Los barbudos fan¨¢ticos exig¨ªan la supresi¨®n de las elases, mixtas en la universidad" y como nosotros ¨¦ramos partidarios de su mantenimiento, nos atacaban fisicamente, suscitando una reacci¨®n de la polic¨ªa con la que se enfrentaron duramente".
"Tengo", cuenta otro estudiante copto, "varios amigos musulmanes, pero esta fuerte minor¨ªa extremista es peligrosa para nosotros, aunque esta vez no nos haya agredido". "S¨®lo nos sentimos seguros", a?ade, "cuando la polic¨ªa recupera el control de la ciudad". "Mientras haya polic¨ªa", concluye un tercer copto, "esto no ser¨¢ el Ir¨¢n de Jomeini".
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