Mar¨ªa Ostiz abandona el convento
Mucho se divertir¨¢ quien pueda todav¨ªa acudir a los dos ¨²ltimos recitales que hoy da, en el madrile?o teatro Salamanca, la cantante Mar¨ªa Ostiz. Helo dicho aqu¨ª porque las prioras est¨¦n advertidas y las hermanas teman y consideren y se examinen de la manera en que los afortunados espectadores que acudimos a la presentaci¨®n llegamos a recibir tan ins¨®lita y grande merced. Antes que m¨¢s diga, dir¨¦ que fue portento angelical ver surgir a la cantautora, entre tules te?idos de rosa y verde p¨¢lido, ataviada de monja dolorosa, talmente copia fiel de aquel cartel de alcoba progre, pero sin ense?ar la pierna. Doy fe de que no fuimos pocos los que exclamamos m¨¢s que al vuelo: ??Milagro! ?Milagro! ?.Y ella, la cortesana milagrosa, disimulando el contento, inicia el gorigori: ? Por amara la poes¨ªa / le llaman monja a la Mar¨ªa. / No es patrimonio de los conventos / defender los principios que llevo dentro?. Di¨®le luego una postema dentro de las tripas, con tan grav¨ªsimos placeres, que era bien menester despojarse del h¨¢bito monjil para no caer en sacro vicio. Dicho y hecho. Mar¨ªa, sin guitarra no concebida, recupera su rictus, sus arrugas en la frente, su cristalina voz, su blusa azul marino con bordados de oro y su vestido gualdo con volantes. Recupera el optimismo, la juventud, la dura vida del cantor, el manejo del dedo pulgar, la persiana bajada de los p¨¢rpados y hasta alg¨²n taco p¨²dico: ??Cu¨¢nto cable!?.
Cu¨¢nto patetismo en los gui?os par¨®dicos: ?Ejerce de cualquier oficio; / la Lola es la liberada / que no tiene desperdicio?. Cu¨¢ntos palos de ciega fe en quien ha sido capaz de componer una canci¨®n tan hermosa como la titulada No sabes c¨®mo sufr¨ª. Cu¨¢nto anhelo de baile y balanceo tras abandonar el convento. Y de nuevo el milagro para entonar un cupl¨¦-jota. Largo traje ros¨¢ceo, roset¨®n en el pecho, cuitada sierva de Olga Ramos y de Nacha Guevara.
Rueda la rueda, con una frase no se gana a un pueblo (espirituales aplausos), y la opini¨®n ligera de un se?or sostiene: ?Canta divinamente. L¨¢stima que el vestido le cuelgue algo de atr¨¢s?. El Se?or, ya ven, desde su bondad infinita, logra que brote la cr¨ªtica constructiva donde menos se espera. Pero Mar¨ªa Ostiz no puede contener la alegr¨ªa interior y retorna al milagro con sabroso entusiasmo labrado en el desv¨¢n del rencor justiciero: ?Vamos a cantar, se?ores, / canciones para el mercao, / y hay que rebuscar primero / productos amaneraos?. Canta eso con lunares y traje de cola, con aspecto de Carmen Sevilla, travestida de calderillas calentonas y m¨¢s corrosiva que el mism¨ªsimo Xabier Arzallus a la hora del pique con lo ca?¨ª. Dice llamarse La Ni?a Pamplona.
Al t¨¦rmino de la tormenta, una alegre canci¨®n de alegre juventud, aires mexicanos, feminismo con horma cristiana (?El hombre espa?ol, en suma, / de soltero es liberal; / de novio, lo disimula; / de marido, musulm¨¢n?), consejos, m¨¢quina de aplausos (Canta, cigarra) y el disfraz de Mikaela Hern¨¢ndez Ostiz para cantarle a Ram¨®n Sij¨¦ Serrat. Hay incluso un chotis de alabanza de aldea. Y los electricistas, en plan castizo, dejan sin luz la corte de los milagros.
Mar¨ªa, no abandonada en esta noche oscura por la caridad luminosa en que viviera cuando habitaba en el convento, entona el Canto al sol. S¨®lo cabe desear que ella entienda, desde su nueva imagen desatada y a¨²n verde, que no es el h¨¢bito lo que hace a la monja, sino la forma de seguir diciendo am¨¦n.
Babelia
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