La crisis pol¨ªtica de Marruecos
MARRUECOS SE convirti¨® a la democracia casi al mismo tiempo que consegu¨ªa su independencia, y los dos acontecimientos estaban estrechamente ligados. Fue un pa¨ªs que vivi¨®, como tantos otros, una situaci¨®n contradictoria, durante muchos a?os: un sistema autocr¨¢tico -un sultanato regido en lo temporal y en lo espiritual por una sola persona- al que se superpon¨ªa una democracia que ejerc¨ªa su dominio bajo la forma de protectorado: Francia. Ya se sabe que los pa¨ªses democr¨¢ticos no exportaron jam¨¢s su democracia a aquellos otros que colonizaban -con cualquier nombre que se diera a la colonizaci¨®n, y el de protectorado era uno de ellos-, y ello produc¨ªa una doble y dura manera de vivir en ellos: un grupo de ciudadanos -los europeos- viv¨ªan, personal y colectivamente, su democracia, mientras ejerc¨ªan su despotismo sobre otros que, adem¨¢s, estaban sometidos a antiguas leyes y sistemas claramente autocr¨¢ticos. Muchos de los problemas que impiden hoy el desarrollo pleno de esos pa¨ªses proceden de esa situaci¨®n neurotizante, que no se ha borrado.Marruecos se convirti¨® a la democracia en 1957, despu¨¦s de haber conseguido su independencia en 1956. Se dice que todo fue convenido durante la conferencia de Casablanea (1943) por la decisi¨®n de Roosevelt: era su ¨¦poca, la de la configuraci¨®n rooseveltiana del mundo de posguerra, y todo deb¨ªa ir en ese sentido. El sult¨¢n Sidi Mohammed pas¨® a ser rey constitucional y hereditario; se invent¨® una dinast¨ªa con n¨²meros romanos y se llam¨® Mohammed V; se invent¨® un mueble simb¨®lico, el trono -desconocido en una civilizaci¨®n de cojines-; unos partidos pol¨ªticos, un Parlamento y una Constituci¨®n. Mohammed V ten¨ªa el carisma de haber sido perseguido, exiliado y despose¨ªdo por los franceses -que colocaron al impostor, Muley Arafa-, pero muri¨® poco despu¨¦s, como consecuencia de una operaci¨®n inocua en s¨ª misma -al parecer, una sinusitis-; en 1961, cuando le sucedi¨® Hassan II, su hijo, ya la era rooseveltiana estaba pervertida por la guerra fr¨ªa, y la democracia fue desapareciendo lentamente en Marruecos. Qued¨® la c¨¢scara, la forma, el vocabulario; pero la oposici¨®n fue perseguida -aun de forma tan incre¨ªble como la del asesinato de Ben Barka, en Par¨ªs-, encarcelada, acusada de conspiraciones, sometida a procesos, a incautaciones; las elecciones se mediatizaron, el partido del rey fue tomando forma de partido ¨²nico. Todo entre truculencias y atentados, purgas y fusilamientos.
Poco a poco, eliminados o silenciados los principales cabecillas de la oposici¨®n pol¨ªtica, se pudo dar, con los residuos, una nueva apariencia de democracia, sobresaltada siempre por algunos acontecimientos: la causa nacional del Sahara dio este nuevo semblante de convivencia y concordancia, y el manto de la palabra democracia encubri¨® la situaci¨®n. Ese manto se est¨¢ convirtiendo en un andrajo. El Sahara no ha sido una anexi¨®n triunfal y espectacular, tras la escenograf¨ªa de la marcha verde, que hubiera debido dirigir Cecil B. de Mille, sino una guerra mucho m¨¢s devastadora de lo que parece. Desde las levas de soldados a la exacci¨®n de impuestos, ordinarios y extraordinarios, e incluso contribuciones de las llamadas voluntarias, la guerra del Sahara se ha transformado en una erosion grave del pais y de su proyecci¨®n diplom¨¢tica. Batallas como la de Guelta Zemmur contribuyen a dar la sensaci¨®n de que todo el esfuerzo es in¨²til; de que la guerra, la diplomacia y el pa¨ªs est¨¢n mal dirigidos. Es una reducci¨®n a escala, y dentro de otro contexto nacional, de la rotura de la sociedad en Estados Unidos como consecuencia de la guerra de Vietnam. La respuesta de Hassan es aumentar el esfuerzo: acusar al extranjero -es indudable que Libia, Argelia y Mauritania no son ajenas al mantenimiento de la guerrilla saharaui, y que la Uni¨®n Sovi¨¦tica no puede ignorar que parte del armament¨® que env¨ªa a Libia va a parar a los saharauis- y ordenar una movilizaci¨®n nacional.
La oposici¨®n, a pesar de su suma a la causa nacional, trata de apartarse de esta cat¨¢strofe interna. Y aqu¨ª se rompe, una vez m¨¢s, el manto de la democracia. Los diputados socialistas, que se negaban a participar en las reuniones del Parlamento, han sido detenidos -su dirigente, Abderram¨¢n Buabid, lo fue ya hace tiempo y se le tiene en un lugar desconocido-, llevados a la fuerza a la sesi¨®n parlamentaria y conducidos de nuevo a sus domicilios, donde est¨¢n bajo vigilancia. Para no romper los conceptos y la apariencia, esta detenci¨®n se finge una protecci¨®n para defenderles de las iras populares, que muchos suponen provocadas desde el poder.
Es el propio sistema creado por Hassan II el que est¨¢ en riesgo. La ayuda con que puede contar por parte de Reagan, enormemente interesado en mantener la situac i¨®n de la zona, puede no ser suficiente, dentro del complej¨ªsimo mundo isl¨¢mico, ¨¢rabe y norteafricano, para mejorar su situaci¨®n.
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