Los resultados de las urnas
LA PARTICIPACION de los ciudadanos en las consultas de Andaluc¨ªa y Galicia ha superado las previsiones de los pesimistas, pero no ha colmado las esperanzas de quienes consideran que el abstencionismo no s¨®lo no es apacible s¨ªntoma de madurez democr¨¢tica, sino que amenaza con convertirse en el c¨¢ncer del sistema representativo en Espa?a. Los apologistas del abstencionismo, situados tanto en la derecha como en la izquierda del arco parlamentario, no encuentran m¨¢s ejemplo justificatorio para sus tesis que el comportamiento electoral en Estados Unidos. Para nuestra desgracia, M¨¦xico o Colombia parecen m¨¢s apropiadas para la comparaci¨®n con Espa?a que una naci¨®n que ocupa el primer lugar en la escala mundial de la riqueza y que se dot¨® de un r¨¦gimen de democracia representativa a finales del siglo XVIII. Andaluc¨ªa
En Andaluc¨ªa acudi¨® el martes a las urnas el 53,61% del censo electoral, la m¨¢s baja cifra de participaci¨®n ciudadana desde las elecciones de junio de 1977. La abstenci¨®n ha sido incluso, superior a la registrada en el refer¨¦ndum del 28 de febrero de 1980 (35,82%), ocasi¨®n en la que el partido del Gobierno hizo una activa y absurda campa?a para recomendar a sus votantes que se quedaran en sus casas.
Es cierto, sin embargo, que todos los partidos escatimaron gastos y esfuerzos en la campa?a, que los comicios gallegos concentraron la atenci¨®n de los estados mayores. de la clase pol¨ªtica, que los medios de comunicaci¨®n estatal -especialmente Televisi¨®n Espa?ola- dieron al refer¨¦ndum andaluz una cobertura sensiblemente inferior al que recibi¨® -en octubre de 1979la ratificaci¨®n popular de los estatutos catal¨¢n y vasco, y que la campa?a de la Junta de Andaluc¨ªa sacrific¨® al protagonismo personal de su presidente otras posibilidades de movilizaci¨®n popular. Tambi¨¦n es verdad que, al darse por descontada la aprobaci¨®n del Estatuto de Carmona, que no precisaba un porcentaje m¨ªnimo de votos favorables sobre el censo y que no se hallaba amenazado por los sufragios negativos, la consulta carec¨ªa de alicientes y ofrec¨ªa coartadas para la pereza. Digamos, finalmente, que la obvia improcedencia de equiparar sin m¨¢s la abstenci¨®n con el rechazo o la indiferencia lleva a la conclusi¨®n de que ese respaldo de casi el 50% de votos afirmativos sobre el censo confiere al Estatuto de Autonom¨ªa una s¨®lida implantaci¨®n popular en Andaluc¨ªa. S¨®lo queda esperar que las actitudes milagreras y la demagogia oportunista que llev¨® en el pasado a identificar a las instituciones de autogobierno con la eliminaci¨®n del paro y de la emigraci¨®n no perjudiquen en el futuro -sobre todo despu¨¦s de la LOAPA- al r¨¦gimen auton¨®mico en Andaluc¨ªa.
Galicia
Las elecciones al Parlamento de Galicia han registrado una participaci¨®n ciudadana muy superior al desastre del refer¨¦ndum del Estatuto de Santiago, pero inferior a las dos elecciones generales hasta ahora celebradas. El martes pasado se abstuvo casi un 54% de gallegos, frente a la deserci¨®n masiva del 71,82% en diciembre de 1980 y los niveles m¨¢s aceptables del 38,78% en junio de 1977 y del 48,58% en marzo de 1979. En esta ocasi¨®n, sin embargo, la campa?a electoral ha sido viva, apasionada y casi encarnizada, y su finalidad -designar diputados para el Parlamento gallego- concern¨ªa de forma m¨¢s directa y concreta a los intereses y a las expectativas de los votantes.
El resultado de los comicios ha sido una espectacular victoria de Alianza Popular. Mientras UCD ha perdido casi la mitad de los votos obtenidos en marzo de 1979 (275.000 frente a 515.000), Alianza Popular ha doblado los suyos (148.000 frente a 302.000).Los socialistas han mejorado porcentualmente sus resultados respecto a marzo de 1979 y han ganado 10.000 votantes (184.000 frente a 194.OOOY, en tanto que los comunistas pierden seguidores (de 43.000 a 29.000) y se ven expulsados del ¨¢mbito parlamentario. El nacionalismo radical ha logrado tres diputados, pero no ha conseguido m¨¢s votantes.
En el caso de los comicios gallegos, los centristas tender¨¢n seguramente a acentuar el color local de su derrota y a negarle significaci¨®n de alcance nacional. Por su parte, Alianza Popular se esforzar¨¢ por extrapolar el espectacular vuelco de Galicia al resto de Espa?a y por interpretarlo como un corrimiento hacia la derecha del cuerpo electoral nacional. En cuanto al PSOE, su discreta mejor¨ªa no le permite lanzar las camp3nas al vuelo, pero tampoco le obliga a vestirse de luto.
La brillante victoria de Manuel Fraga no s¨®lo demuestra que es profeta en su tierra, sino que constituye tambi¨¦n un premio a su tenacidad pol¨ªtica y a su indudable capacidad para descender al ruedo y asumir riesgos. Fraga supo encajar las tremendas derrotas de 1977 y 1979 y no ha arrojado nunca la toalla ante la adversidad. Su campana en Galicia ha tenido mordiente y se ha construido sobre su esfuerzo personal, con independencia de las ayudas empresariales que le hayan permitido financiarla. Esa extra?a mezcla de rigidez ideol¨®gica y pragmatismo pol¨ªtico, de temperamento autoritario y mente calculadora, de descontroles col¨¦ricos y rasgos de humor que caracteriza a Manuel Fraga tiene como soporte una voluntad pol¨ªtica inhabitual en el panorama de nuestra vida p¨²blica.
La dial¨¦ctica regional-nacional puesta en marcha por las elecciones gallegas no tiene, por supuesto, una interpretaci¨®n f¨¢cil y segura. La victoria de Alianza Popular puede ser parcialmente explicada por la campa?a de Manuel Fraga. Ahora bien, la afirmaci¨®n de que Alianza Popular desempe?a en Galicia un papel pol¨ªtico semejante al de Convergencia en Catalu?a o el PNV en el Pa¨ªs Vasco es una met¨¢fora inadecuada. Tambi¨¦n es falso que las cuatro provincias del Noroeste dif¨ªcilmente pueden ser descritas como un basti¨®n reaccionario. Y, sin embargo, los resultados del martes son mucho m¨¢s que una an¨¦cdota parroquial.
El impresionante hundimiento de UCD en Galicia, pese a la peregrinaci¨®n de los grandes l¨ªderes del partido -Adolfo Su¨¢rez incluido- y del presidente del Gobierno durante la campa?a, no puede explicarse s¨®lo por el tir¨®n de Manuel Fraga y por la falta de laboriosidad y temor al compromiso de Leopoldo Calvo Sotelo. Sin duda, la interpretaci¨®n de los resultados del martes se convertir¨¢ en un arma arrojadiza en las luchas internas del centrismo. Los propiciadores de la gran derecha utilizar¨¢n los datos de las urnas gallegas para justificar sus tesis, en tanto que los, mayoritarios del congreso de Palma echar¨¢n la culpa del fracaso a los conflictos internos de UCD y a la desnaturalizaci¨®n de su programa reformista.
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