Sugerencias a la oposici¨®n
Con fecha reciente me he permitido llevar a conocimiento del Gobierno, por esta misma v¨ªa p¨²blica, una proposici¨®n que para m¨ª revest¨ªa cierta importancia. No me meter¨¦ a enumerar -pues no me parece elegante hacerlo, y a estas alturas s¨®lo ser¨ªa una p¨¦rdida de espacio y de tiempo- los posibles m¨¦ritos que pod¨ªa contener y desde ahora adelanto que al aceptar como veredicto p¨²blico la falta de atenci¨®n con que fue recibida, debo admitir que muy bien pod¨ªa no contener ninguno. No es cuesti¨®n de discutirlo ya; es agua pasada que no mueve molino. Sin embargo, quiero llamar la atenci¨®n sobre una incuestionable cualidad contenida en tal proposici¨®n, a saber, su popularidad. Convertida en medida, Afectar¨ªa a todos los espa?oles.El Gobierno ha dado la callada por respuesta y ni se ha molestado en acusar recibo del protocolo. "El p¨ªcaro teut¨®n mu¨¦strase cauto", as¨ª describi¨® un matutino portugu¨¦s la reacci¨®n con que la Alemania del kaiser, ya muy entrada la guerra mundial, recibi¨® la declaraci¨®n de guerra de su pa¨ªs. No voy a caer en lo mismo y, por consiguiente, para esta ocasi¨®n dejar¨¦ de acusar al Gobierno de padecer un s¨ªndrome de temor y cautela. Es muy posible que el Gobierno haya desestimado mi proposici¨®n sin m¨¢s, para pasar a despachar otros asuntos de mayor urgencia, que tambi¨¦n los hay. Y si ahora me dirijo a la oposici¨®n no es a causa del desenga?o; no es en busca de una audiencia de segunda fila, a la vista de la escasa o nula atenci¨®n que he recibido en la primera. No es para que la oposici¨®n, encaj¨¢ndola en su pol¨ªtica de permanente contraste, adopte mi propuesta como un arma de lucha o como un motivo de protesta. No son esas mis intenciones. Que quede bien claro, se?ores de la oposici¨®n, que no me dirijo a ustedes en busca de apoyo y que el feo que he recibido por parte del Gobierno no me arroja inexorablemente en brazos de sus adversarios. Ser¨ªa demasiado burdo, casi dostoievskiano. No, me dirijo a ustedes porque observo, no sin cierta pesadumbre, que estamos en la misma barca. Una barca que si sigue acogiendo n¨¢ufragos en la proporci¨®n de los ¨²ltimos tiempos pronto se hundir¨¢... el Gobierno. Porque ni ustedes ni yo conseguimos con nuestras diferentes propuestas mover un pelo de este Gobierno, el que m¨¢s flema ha demostrado en la direcci¨®n de los asuntos de este pa¨ªs, al menos desde 1923. No es poca cosa haber adquirido esa flema -ese poder para ejercer el desd¨¦n sin salirse de los l¨ªmites de la buena educaci¨®n-, una virtud que le permite gobernar con la atenci¨®n puesta s¨®lo en los asuntos que a ¨¦l interesan, menospreciando los, que no le convienen. (Supongo que un gobernante ser¨¢ tanto m¨¢s capacitado cuanto mayor sea el n¨²mero de asuntos que le interesan, pero el af¨¢n de poder es un habilidoso prest¨ªmano que sabe muy bien c¨®mo combatir la tendencia a la universalidad, escamoteando los m¨¢s y dando la parte por el todo.)
Pues bien -y me tendr¨¢n que perdonar el atrevimiento-, son ustedes, se?ores de la oposici¨®n, quienes le han regalado al Gobierno esa flema. ?Qui¨¦nes si no? ?O pretender¨¢n ustedes que el Gobierno la ha adquirido ex nihilo? ?O que es un vicio suyo, casi de casta? Si ustedes han aceptado las reglas del juego pol¨ªtico, lo primero es insostenible. Pero tampoco es un vicio, sino m¨¢s bien un signo de esa fortaleza que se adquiere -me parece a m¨ª- con la costumbre del triunfo, con el ejercicio cotidiano de la superioridad. Sin adversario no hay talante combativo, y si ustedes han estado contendiendo con el Gobierno todos los d¨ªas y durante a?os y de esajusta no se ha derivado otra cosa -pues todav¨ªa no es arrogancia, pero poco le falta- que tal flema, ?qu¨¦ se puede deducir de todo ello?
Veamos el famoso caso de la OTAN. En lo m¨¢s recio de su campana contra nuestro ingreso en esa sacrogerm¨¢nica organizaci¨®n, todav¨ªa estoy por ver un solo pasqu¨ªn gubernamental en favor de su propia postura. Ya ni se toman la molestia de bajar al ruedo, segura como tienen la victoria parlamentaria. Ni un gesto de atenci¨®n hacia el electorado. No cabe, dentro de la legalidad democr¨¢tica, mayor desd¨¦n hacla el estado llano. El Gobierno llevar¨¢ el asunto por sus pasos, como est¨¢ mandado, y en el ¨²ltimo tr¨¢mite aprobar¨¢ ese ingreso con una confortable mayor¨ªa, nemine discrepante entre los suyos. Porque me temo que la Oposici¨®n no ser¨¢ capaz de levantar una sola voz del campo adversario hacia la discrepancia y la defecci¨®n, y si carece de ese poder de persuasi¨®n para romper la unidad de un adversario m¨¢s numeroso, en un procedimiento constitucional coronado por el principio de la mayor¨ªa, entonces -y me es muy duro decirlo- es la oposici¨®n la responsable de la transformaci¨®n de un sistema democr¨¢tico en un sistema autoritario, de una legislatura de duraci¨®n.
Careciendo, por consiguiente, y tanto ustedes como yo, de ese poder de conmoci¨®n, estimo que para inocular en nuestros actuales gobernantes una mayor atenci¨®n a puntos de vista que no son los suyos ser¨¢ necesario recurrir con mayor frecuencia a la astucia, la virtud m¨¢s digna de confianza cuando fallan las convicciones. Imaginemos que en aquel lejano febrero, cuando el se?or Calvo Sotelo para sacudirse parte del susto tejerino anunci¨® su prop¨®sito de incoar el ingreso de Espa?a en la OTAN, la oposici¨®n hubiera secundado su iniciativa. Hoy estar¨ªan las cosas como est¨¢n y, en el peor de los casos, el expediente habr¨ªa sido el mismo y diferente la proporci¨®n de votos en la consulta final. Pero nada m¨¢s. ?Los escr¨²pulos de la oposici¨®n? ?Es que no vamos a conceder a la oposici¨®n el talento para defender lo contrario de lo que piense y.la confianza en s¨ª misma como para estar encadenada por la ideo¨ªog¨ªa del momento? Pues si la oposici¨®n se hubiera sentido atra¨ªda por la OTAN, sin duda que habr¨ªa sabido encontrar argumentos en favor de ese ingreso tan consistentes como los que ha barajado en su contra. Pero no, como la propuesta ven¨ªa del Gobierno hab¨ªa que combatirla, las dem¨¢s razones son de segundo orden. Considero que si, por el contrario, en aquel lejano febrero la oposici¨®n se hubiera colocado en la l¨ªnea del Gobierno, es posible que ¨¦ste se lo hubiera pensado dos veces, cosa que entonces no hizo, ni hace con frecuencia. Es posible que el se?or Calvo Sotelo hubiera razonado as¨ª: "Aqu¨ª hay gato encerrado. Si los socialistas tambi¨¦n propugnan el ingreso ser¨¢ mejor, por el momento, abandonar ese camino que, pens¨¢ndolo bien, no s¨¦ ad¨®nde nos puede llevar. Lo dejaremos para m¨¢s adelante". Y como en estos gobernantes fiem¨¢ticos ele "por el momento" es un indefinido, y ese "m¨¢s adelante" no se columbra dentro de los l¨ªmites del siglo, es posible que con tan sencilla estratagema la oposici¨®n hubiera logrado alcanzar un objetivo que ahora, con el tr¨¢mite en marcha, resulta inasequible. No digo que lo hubiera alcanzado; lo ¨²nico que afirmo es que al dividir en dos al se?or Calvo Sotelo habr¨ªa tenido el 50% de probabilidades de alcanzarlo, cosa que ahora no tiene.
Para ensanchar el campo de atenci¨®n de un gobernante flem¨¢tico, para obligarle a tomar en consideraci¨®n el punto de vista de sus adversarios y a reconsiderar sus decisiones, no hay nada como emplear la astucia. Y si se complementa con la sorpresa, miel sobre hojuelas. Uno de los rasgos m¨¢s antip¨¢ticos que tienen en com¨²n muchos Gobiernos, muchas mujeres y muchos cr¨ªticos literarios es que ya no se sorprenden de nada. La sorpresa parece ser un sentimiento poco digno, relegado a las personas pol¨ªtica, econ¨®mica y er¨®ticamente insignificantes. Pero esa incapacidad para la sorpresa ?qu¨¦ distinta es cuando procede del cansancio de una experiencia muy vasta a la que se engendra con el aburrimiento de una rutina cotidiana!
Me temo que la de nuestro Gobierno pertenece a la segunda clase, y buena parte de culpa recae sobre la oposici¨®n que no sabe hacer otra cosa que oponerse. Supongo que un gobernante flem¨¢tico lo ¨²nico que espera de la oposici¨®n es que se oponga, porque es lo que m¨¢s le conviene. Todo proyecto propugnado por el Gobierno recibir¨¢ con la oposici¨®n de la oposici¨®n una especie de -refrendo, de garant¨ªa; es algo as¨ª como el producto de menos por menos que da m¨¢s, un apoyo por la v¨ªa negativa. Si la oposici¨®n se opone es que est¨¢ bien, no tiene por qu¨¦ pensarlo dos veces; es la prueba de una operaci¨®n correcta. Completamente distinto ser¨ªa el cuadro s¨ª la conducta de la oposici¨®n fuera imprevisible para el Gobierno, desconcertado ante la siempre cambiante actitud de un adversario al que podr¨ªa calificar de fr¨ªvolo, pero nunca de disciplinado. Si una de las grandes bazas para el triunfo es el conocimiento m¨¢s completo de la naturaleza del adversario, ?no ser¨¢ una obligaci¨®n de todo contendiente esconder la suya propia? Naturalmente, la oposici¨®n, con la mira puesta en llegar a ser un d¨ªa el Gobierno, no puede desacreditarse ante su electorado con una l¨ªnea pol¨ªtica saturada de inconsecuencias y aparentes insensateces, tan s¨®lo incoadas para marear a su adversario. Es una l¨¢stirr¨ªa -porque ser¨ªa una fiesta para todos-, pero no puede ser as¨ª. Desgraciadamente, la oposici¨®n tiene que ser homog¨¦nea con el Gobierno; tan seria, flem¨¢tica y ajena a la sorpresa como el Gobierno. La ¨²nica oposici¨®n que se podr¨ªa permitir la conducta imprevisible y fr¨ªvola que propugno -y a la que merecer¨ªa la pena sumarse, s¨®lo con el ¨¢nimo de no perder la fiesta y hasta contribuir a ella- ser¨ªa aqu¨¦lla que alejara de s¨ª toda idea de convertirse un d¨ªa en Gobierno. Cosa que es de pensar, se?ores de la oposici¨®n.
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