Faustino Cord¨®n, el genio es la constancia
Tiene en el rostro, arado en profundos surcos, un ojo seco que se llev¨® la dinamita y con el otro, tan risue?o, te cala hasta el fondo. Faustino Cord¨®n es un sabio, pero no responde a la imagen del sabio zumbado entre humeantes redomas, sino a la del director espiritual o confesor c¨¢lido, que conoce tu intimidad biol¨®gica hasta la ¨²ltima c¨¦lula, te mira el conglomerado de tu ser desde la butaca y sonr¨ªe. Hijo m¨ªo, t¨² no eres m¨¢s que un tinglado de f¨ªsico-qu¨ªmica y las potencias del alma se componen de fosfato, hierro, magnesio y calcio, algo que se hereda o se puede comprar en farmacias.-Yo he heredado de mi padre el sentido exagerado, apasionado de las cosas, el vivir en lo grande. Mi padre era abogado y terrateniente en Fuente de Le¨®n, un pueblo al sur de Extremadura. Fue el primer hombre de su familia que hizo una carrera universitaria, realmente ten¨ªa una vocaci¨®n enorme por la cultura y a m¨ª me educ¨® de una manera un poco insensata, como para lo m¨¢s alto y sagrado. Era un hombre muy apasionado, yo qu¨¦ s¨¦, ten¨ªa unas reacciones tremendamente honestas; por ejemplo, el primer d¨ªa de nuestra guerra civil en casa. El sindicato del pueblo, enterado de que se hab¨ªan sublevado los militares, se neg¨® a segar a los ricos, pero hizo una excepci¨®n con mi padre, a pesar de que hab¨ªa sido alcalde con Primo de Rivera. Mi padre era un terrateniente medio y necesitaba diez segadores. Aquel d¨ªa, en su finca se presentaron doscientos. Le segaron la mies, se la dejaron en la era y se fueron sin cobrar. Yo que estaba en Madrid, me fui al pueblo a ver qu¨¦ pasaba y al llegar me encontr¨¦ a mi padre en la huerta emocionado. Entonces me dijo: ?Esto no puede quedar as¨ª?. Y a la ma?ana siguiente regal¨® la finca al sindicato. S¨®lo por un gesto de caballero que no pod¨ªa admitir que nadie quedara por encima de ¨¦l. Hecho esto se vino a Madrid y eso le salv¨® la piel. Aquel acto de generosidad insensata le colm¨® de felicidad, tom¨® postura apasionada por un bando y eso dio sentido a su existencia hasta que muri¨®. A m¨ª no me educ¨® para ganarme la vida, qu¨¦ s¨¦ yo para qu¨¦. Me ense?¨® a leer con Vidas paralelas, de Plutarco, y con eso ya est¨¢ todo dicho. No hab¨ªa que hacer nada que no fuera grande. Ese car¨¢cter, en m¨ª no se manifiesta de una forma tan espont¨¢nea porque yo estoy atemperado por la herencia equilibrada de mi madre.
Faustino Cord¨®n naci¨® en Madrid y aquel d¨ªa no pas¨® nada. Era el primer hijo de un matrimonio burgu¨¦s, no exactamente de esos que compran un tortel despu¨¦s de misa de doce, sino de la otra raza de liberales galdosianos que hacen gimnasia y sue?an con m¨¢quinas de vapor. En la biblioteca de su padre estaba Montesquieu, Rouseau y Ren¨¢n. La madre ven¨ªa de una familia catalana de qu¨ªmicos ilustres, alguno de ellos, como Mag¨ªn Bonet, el mejor del siglo pasado. Ahora, Faustino s¨®lo era un ni?o rico al que sacaban a pasear al Retiro con el biciclo y su trajecito de veinticuatro botones. All¨ª, en el parque, tuvo una impresi¨®n infantil que todav¨ªa no se le ha borrado, la congoja de ver a un mendigo, el primer encuentro con la miseria. Faustino Cord¨®n a¨²n recuerda su propia imagen refugiada en el regazo de su madre y al mendigo mir¨¢ndole. -Mi madre ten¨ªa un car¨¢cter tranquilo y esforzado. Al final de la guerra despleg¨® una actividad incre¨ªble y se comport¨® de una manera her¨®ica en el sentido de que salv¨® la vida de todos sus hijos menos de uno, que fusilaron en C¨®rdoba. Est¨¢bamos todos los hermanos en la c¨¢rcel y entonces ella pidi¨® prestada una cantidad de dinero y viajando en tercera fue de un extremo al otro del pa¨ªs, de c¨¢rcel en c¨¢rcel y luch¨® con losjueces para quitarnos los papeles hasta que consigui¨® sacarnos. Cre¨ªamos que era una mujer sin gracia especial, una persona grave, como parecen los catalanes para la gente del sur. Yo la recordaba muy robusta antes del 36 y ahora la estoy viendo entrar en el locutorio de la prisi¨®n de Alicante, de luto y envejecida. Recuerdo su esfuerzo denodado por hacerme re¨ªr. Hasta que lo consigui¨®. Mi abuelo era catedr¨¢tico de qu¨ªmica org¨¢nica en Madrid, un hombre pudiente, mi madre ten¨ªa una procedencia social alta e imaginaria sola, vestida de negro en aquellos trenes borregueros de la posguerra, de c¨¢rcel en c¨¢rcel, es muy pat¨¦tico.
Es ese tipo de hombre que en invierno se ducha con agua fr¨ªa sin tiritar y tiene el cuerpo sometido a una especie de santidad laica. Hay algo mineral, una robustez escarpada en su planta. Las piernas altas, la correa cuatro dedos por debajo de la pretina del pantal¨®n, el torso que le crece hacia una cabeza rocosa, el pelo blanco encrespado y la piel rayada y oscura como de tronco de encina. Faustino Cord¨®n habla suavemente, sonriendo. A veces, una descarga de energ¨ªa le echa la espalda al fondo de la butaca.
-Me eduqu¨¦ con mi abuelo catedr¨¢tico en Madrid, hice el bachillerato en su casa. Luego me iba los veranos a Fuente de Le¨®n con mi padre donde trabajaba de verdad. El verano para m¨ª era el verdadero estudio. Mi padre no era mi abuelo. Me pon¨ªa unas lecciones dur¨ªsimas. Luego empec¨¦ la carrera tarde porque al terminar el bachillerato me dio por estudiar arte y me fui un a?o a Par¨ªs. Estuve a punto de hacer un contrato con un marchand muy importante y all¨ª, en Montparnasse, conoc¨ª a Picasso. Me caus¨® una gran impresi¨®n porque ante un joven entusiasta como yo quiso borrar su personalidad y eso lo not¨¦, no se dio importancia. Pero de aquella vida de artista me apart¨® en seguida el prejuicio pol¨ªtico. Yo me radicalic¨¦, pol¨ªticamente, el a?o 1928, me hice marxista y me dediqu¨¦ apasionadamente al proselitismo. El arte me parec¨ªa una cosa pueril frente a la revoluci¨®n de la humanidad. Regres¨¦ al pueblo y le dije a mi padre que quer¨ªa dedicarme a la ciencia. El se alegr¨®. Entonces me hice farmac¨¦utico, que era la ¨²nica carrera que pod¨ªa estudiar en el campo. Como soy tan exagerado como mi padre, decid¨ª compensarle econ¨®micamente el tiempo que estuve en Par¨ªs no gast¨¢ndo nada en absoluto, y en los dos a?os que tard¨¦ en terminar por libre la carrera, por mi mano no pas¨® un c¨¦ntimo. M¨ª padre me daba un duro y yo le devolv¨ªa el duro. Viv¨ªa en la finca. Trabajaba doce horas, de sol a sol. Arboric¨¦ toda la regi¨®n y a¨²n recuerdo perfectamente la forma de determinadas encinas y la im¨¢gen de ciertos animales dom¨¦sticos que me acompa?aron en la juventud. Viv¨ª con intensidad aquella parte de la sierra de Aracena, a la que no he vuelto desde el 36. Y no pienso volver, a causa de tan malos recuerdos que llegaron despu¨¦s. Antes siempre dec¨ªa que era extreme?o. Ahora ya no lo digo. All¨ª me radicalic¨¦. En m¨ª influy¨® un arquitecto venezolano, Aurelio Fortoul, que trabajaba con Le Corbusier y lleg¨® por aquel paraje. Durante toda una noche se pele¨® conmigo y borr¨® todos mis prejuicios, qu¨¦ noche tan terrible y tan hermosa; despu¨¦s de diez horas de discusi¨®n me venci¨®. Me hice marxista. Le debo mucho. Yo me qued¨¦ en la finca dos a?os m¨¢s preparando c¨¢tedra de qu¨ªmica org¨¢nica y luego me fui a Madrid a trabajar en el laboratorio de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, en la Residencia de Estudiantes. All¨ª me encontr¨¦ con un clima de gran libertad en el sentido m¨¢s profundo. Algunos nos moviliz¨¢bamos contra Primo de Rivera y el director, Alberto Jim¨¦nez, nos dec¨ªa: ?No hagan nada, por Dios, que nos van a cerrar la residencia?. Y nosotros ech¨¢bamos, por ejemplo, un cubo de agua al embajador de Inglaterra para protestar por algo que nos parec¨ªa mal y jam¨¢s nos amenaz¨® con una represalia. Hab¨ªa un respeto muy grande. Ten¨ªan aquellos hombres una gran amplitud de perspectivas. Por la residencia pas¨® Einstein, madame Curie, Bergson, Paul Valery, Paul Claudel, conviv¨ªan con nosotros y no le d¨¢bamos importancia, nos parec¨ªa normal. Pero no, no, entre los alumnos el ambiente no era elitista. Una de las primeras cosas que se ense?aba all¨ª era a ducharse con agua fr¨ªa. Hab¨ªa gente que no se hab¨ªa duchado nunca. La vida era austera. Y estando all¨ª comenz¨®
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la guerra civil y yo me qued¨¦ sin doctorado y sin oposici¨®n a c¨¢tedra. La guerra cambi¨® el curso de mi vida, en bien, en bien.
Iron¨ªa de su propia adversidad
Faustino Cord¨®n hace iron¨ªa de la propia adversidad. Es un estoico del Sur para quien uii gran cataclismo puede ser s¨®lo un episodio que agita levemente los visillos de su cuarto de trabajo sin conmover un ¨¢pice el eje de acero sobre el que gira su ideal. Si fuera lego de convento dir¨ªas que es santa resignaci¨®n. Como es un sabio laico piensas que ha sabido aprovechar los embates del destino para crecerse. La cumbre est¨¢ ah¨ª. Hay que escalarla.Esta clase de humildes tienen una resistencia extrema. Te hacen echar el bofe.
-Entonces comenz¨® la guerra y mi padre dijo: ?Este acontecimiento hay que vivirlo en Madrid?. Regal¨® la finca a losjornaleros y en el ¨²ltimo tren que part¨ªa de Extremadura traslad¨® la familia a la capital. S¨®lo uno de mis hermanos quiso quedarse en el pueblo, y lo fusilaron los nacionales. Durante la guerra. civil me dediqu¨¦ a la industria del armamento. Fui voluntario. Me llam¨® el famoso comandante Carlos, ese italian¨® del que se habla en los romances del Quinto Regimiento, y al enterarse de que yo era qu¨ªmico, me pregunt¨® estas cosas terribles: ??Sabes envenenar aguas, hacer bombas, obuses, fabricar gases??. Le contest¨¦: ??Aqu¨ª sabe alguien??. ?No?. ?Pues s¨¦?. Esa fue mi investidura de jefe en el Quinto Regimiento en Madrid. Luego me rode¨¦ de profesionales y tuvimos. la responsabilidad de la ciudad sitiada. De modo que no era una broma. Lo hicimos bien, con arreglo a la ley, honestamente. Nunca he tenido una denuncia por esto. Yo hac¨ªa bombas. Y trat¨¦ con muchos inventores espont¨¢neos, que era una especie de plaga, gente divertid¨ªsima. Recuerdo a uno que vino empujando una coraza tremenda con dos ruedas y dec¨ªa que aquello era ideal para defenderse y tomar trincheras. Le dije: ?Es imposible. Usted llegar¨¢ cansado y le dar¨¢n en la cabeza. Vamos a perfeccionarlo?. Entonces, entre los dos, lo perfeccionamos y descubrimos el escudo romano y el tanque. Fue una ¨¦poca emocionante. La guerra es una brutalidad, un retroceso en el progreso humano, pero tambi¨¦n exalta las facultades morales y excita la capacidad creadora de un pueblo. Viv¨ªamos con un idealismo extraordinario. En.aquel grupo de armamento estaba el hijo de Tom¨¢s Meabe, que tambi¨¦n era qu¨ªmico. Un d¨ªa ten¨ªamos un enorme dolor de cabeza. La dinamita es un vaso dilatador, a veces se inhala y produce unas neuralgias terribles. Recuerdo el entusiasmo de aquel muchacho por su dolor de cabeza que ofrec¨ªa como compensaci¨®n por no poder estar en el frente. Le¨®n Meabe muri¨® de una explosi¨®n, porque jugar con dinamita no es una tonter¨ªa. Igual acab¨® un norteamericano, y en la misma estampida yo perd¨ª este ojo. Al final de la guerra pens¨¦ en exiliarme, pero me cogieron en el puerto de Alicante cuando iba a subir al ¨²ltimo barco. Si me largo hubiera sido peor para m¨ª. Soy un hombre de obra superior a mi capacidad, he tenido suerte, he pasado las necesidades justas, he luchado contra la corriente de una manera positiva. Una de esas suertes fue que me encerrar¨¢n en la c¨¢rcel. Aquel tiempo de prisi¨®n result¨® util¨ªsimo para m¨ª. Ya sab¨ªa alem¨¢n, pero en los, dieciocho meses de encierro aprend¨ª ingl¨¦s por casualidad, porque encontr¨¦ tirada en el puerto de Alicante una. gram¨¢tica inglesa, la cog¨ª, part¨ª el libro con un compa?ero y aprend¨ª el idioma. Traduje la Historia de Roma, de Mommsen; hice dos cursos de ciencias exactas;. luego me aprend¨ª del alem¨¢n un tratado de anatom¨ªa, fisiolog¨ªa y embriolog¨ªa comparadas, todo eso en el ¨²ltimo rinc¨®n de la c¨¢rcel, en medio de 4.000 t¨ªos, sin que nadie me: viera, de una manera agradable. Aquel fue el ¨²nico momento de mi vida en que he tenido respeto social, en el sentido de que todos est¨¢bamos igual, todos en cueros, sin una perra, y cuando me tocaba barrer, siempre hab¨ªa alguien que me dec¨ªa: ?No, no; dame la escoba y t¨² estudia?. Y yo no me dejaba, porque ent¨®nces hubiera perdido el respeto. La posguerra fue muy instructiva. Yo siempre digo que me sacaron de la c¨¢rcel antes de tiempo; si me hubieran dejado un a?o m¨¢s habr¨ªa completado mi formaci¨®n. Imag¨ªnese,'todo el d¨ªa para uno.
Carpetas con cuartillas escritas, con letra picuda
Desde el protoplasma al hombre hecho y derecho, de la ameba al se?or ya compuesto dentro de un traje gris, esa es la monta?a de biolog¨ªa evolucionista que Faustino Cord¨®n est¨¢ escalando. En una estanter¨ªa del despacho hay cincuenta carpetas rebosantes de cuartillas escritas con letra picuda. Este hombre solitario y t¨ªmido ha pasado cuarenta a?os d¨¢ndole al yunque en la empresa privada. Una hormiga laboriosa llevando fichas al granero hasta levantar un mundo sin darse cuenta, he aqu¨ª un destino desmesurado, que gobierna los avatares de la vida.
-Gan¨¦ una beca para Estados Unidos y me la vetaron. Un contrato para cuatro a?os en Puerto Rico se frustr¨®. Tuve suerte: de lo contrario me hubiera desviado de mi camino. En el tiempo de Puerto Rico ech¨¦ las bases de mi pensamiento actual, hace catorce a?os, porque yo soy un cient¨ªfico tard¨ªo, aqu¨ª donde usted me ve, soy un novato. He terminado el primer tomo de mi obra, estoy escribiendo el segundo y me faltan dos. Esto es el fruto de una vida entera, con un desarrollo lento, con una idea exagerada que se la debo a mi padre: jugarme el todo por el todo. Estoy trabajando en un libro muy extenso, en cuatro vol¨²menes, que se llama Origen, naturaleza y evoluci¨®n del protoplasma. De la c¨¦lula. Del animal. Y del hombre. Lucho contra reloj por mi edad; ya no tengo tiempo que perder. Cap¨ªtulo por cap¨ªtulo, en miles de notas, est¨¢ la obra estructurada en esa masa de carpetas que usted ve. Se trata de una biolog¨ªa heterodoxa, pero ya se ha traducido el primer, tomo al ingl¨¦s y al ruso, y es raro porque hoy existe, como nunca, una repulsi¨®n conservadora hacia todo pensa miento nuevo.
Y¨¢que est¨¢ Faustino Cord¨®n delante, esta es una magn¨ªfica ocasi¨®n para saber lo que es la vida. El sabio va embutido en un traje incoloro, lleva el robusto pescuezo atado con una corbata an¨®nima. Este hombre co nstituye una imagen de pasajero medio que pasar¨ªa inadvertido en cualquier autob¨²s, pero, he aqu¨ª que en sus sienes palpitan problemas trascendentales. Podr¨ªas tropezarte con ¨¦l en una acera y despu¨¦s de un minuto, si se except¨²a ese ojo muerto por un ideal, no recordar¨ªas otra nota caracter¨ªstica. Pero est¨¢ ah¨ª sentado y sientes que de este ser un poco campesino emana un aura de bulbos primigenios y alrededor de su cabeza vuelan c¨¦lulas locas. Sin duda, es un buen momento para saber en qu¨¦ consiste la vida.
-La vida es un foco unitario de acci¨®n y experiencia, es decir, lo que distingue a un ser vivo de una m¨¢quina electr¨®nica es algo que toma noticia del entorno, lo percibe y ejerce una acci¨®n sobre ese entorno; toma noticia de esa acci¨®n y vuelve a ejercer otra acci¨®n corrigi¨¦ndola. Esa cadena de acciones y experiencias es lo que distingue al ser vivo, desde el protoplasma al animal. Difieren unos de otros profundamente en lo que consiste esa acci¨®n y esa experiencia. Explicar c¨®mo sucede esto es mi tema, qu¨¦ son esos focos, lo que implica entender el universo, porque eso es su ¨²ltima consecuencia, Yo soy materialista y, por tanto, creo que eso es una. consecuencia de la evoluci¨®n conjunta de la realidad. Este problema no est¨¢ visto, en la ciencia actual, nadie se preocupa de eso y a m¨ª me parece que es el tema m¨¢s importante. Ultimamente estoy muy apasionado tratando de entender la naturaleza fisica del organismo de la c¨¦lula, c¨®mo dentro de ella se verifica la conciencia del hombre. En fin, aproximadamente usted y yo somos eso.
Atr¨¢s han quedado las enzimas, la insulina, los trabajos sobre inmunol¨®g¨ªa, los 7.000 cobayos sacrificados en los laboratorios. Ahora est¨¢ solo ante su cerebro y la historia y en medio las fichas, la catarata de cuartillas, en horario de ma?ana y tarde, como un oficinista sobrecargado. Dos horas para leer, una para hablar con los colaboradores y siete para reflexionar.
-Nunca he estado solo. Durante bastantes a?os tuve el apoyo de Juan Huarte, que vino espont¨¢neamente a m¨ª y fue muy generoso. Ahora hemos hecho una peque?a fundaci¨®n en base. a un peque?o legado de la viuda de aquel norteamericano, Loo Fleishman, del que te habl¨¦. Esta mujer, al morir, me, dej¨® sus bienes, y con una ayuda de la caja de ahorros hemos establecido unas becas para. estudiantes. Yo ahora vivo de mi jubilaci¨®n de la industria privada; a mis 72 a?os no tengo ning¨²n riesgo de corromperme ni de morir de inanici¨®n. Cuatro personas colaboran conmigo y los viernes hay un seminario donde acuden soci¨®logos, bi¨®logos y expertos en ciencias de la comunicaci¨®n. He tenido una atenci¨®n p¨²blica que no me esperaba. La labor experimental que he hecho con mis colaboradores est¨¢ en los tres vol¨²menes de esa estanter¨ªa. Pero desde hace mucho tiempo tengo la cabeza muy polarizada en la obra de biologla evolucionista. Llevo un diario cient¨ªfico muy riguroso. Cuando voy a casa andando, o en el metro, o en el autob¨²s, siempre estoy pensando. Y luego tomo notas. Es un h¨¢bito adquirido desde los dieciocho a?os de consignar mis reflexionespor escrito. Lo sigo haciendo, de modo que he reunido miles de cuartillas a lo largo de toda una vida.
Es como la gota de agua que acaba por perforar el brocal. El genio no es m¨¢s que una tenacidad. Faustino Cord¨®n est¨¢ decidido a meter su gran cabeza enuna c¨¦lula, y puedes estar seguro de que lo va a conseguir. La ley de la gravedad, a su lado, es una loca.
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