El retorno de un cl¨¢sico
Tenido como el cl¨¢sico por excelencia del teatro catal¨¢n, la Terra baixa, de Guimer¨¢, ha conocido una fortuna desigual a lo largo de los a?os. Su purgatorio ha pasado por etapas que, por distintas y contradictorias, aseguran su vigencia: pocos t¨ªtulos hay que puedan tentar con tanta fuerza las apetencias de adaptadores, directores e int¨¦rpretes. En la Catalu?a de 1981, y frente a generaciones habituadas a desconocer a sus cl¨¢sicos, Josep Mar¨ªa Benet i Jornet (adaptador), Montany¨¦s y Sagarra (directores) y Enric Maj¨® (protagonista y escen¨®grafo) ceden a la tentaci¨®n de reproponer el fen¨®meno con ¨®ptica nueva, devolvi¨¦ndolo al mismo tiempo a sus or¨ªgenes. Una frase publicitaria francamente inspirada parece presidir la empresa de devolver a Guimer¨¢ lo que es suyo: ?Un viento de pasi¨®n vuelve a nuestro teatro?. Y hay que aclarar que, en los ¨²ltimos a?os, esta base sustentadora de la pasi¨®n era lo que sol¨ªa amputarse del gran texto de Guimer¨¢.Convertido en patrimonio de un teatro envejecido, el cl¨¢sico paseaba por los pueblos de Catalunya, ambientado en decorados de papel y con sus hermosos parlamentos sometidos a una recitaci¨®n arcaica. Nada extra?o si se piensa que su protagonista, Manelic -una m¨ªtica creaci¨®n de Enric Borr¨¢s-, lleg¨® a convertirse en prototipo de virtudes nacionales, con estatua erigida en MontJuich. Se corr¨ªa el riesgo de que la tradici¨®n mal entendida arruinase, para un p¨²blico actual, el formidable potencial de personaj e y obra.
Durante los a?os sesenta tuvieron lugar algunos intentos de sacar a Manelic y a Guimer¨¢ de su contexto meramente folkl¨®rico, rest¨ªtuy¨¦ndole algo que ya Piscator y la cineasta Lenni Riefensthal hab¨ªan estudiado: su carga social, basada en un retrato a menudo cruel del caciquismo en la Catalu?a finisecular. Pues uno de los n¨²cleos cular. Pues uno de los n¨²cleos dram¨¢ticos de Terra baixa es, precisamente, el despertar del pastor Manelic contra los abusos del amo.
Este tema fue dominante en el montaje que efectuase Ricard Salvat en 1974, y se exasper¨® en el que ya hiciesen los directores de la Terra baixa actual, Montany¨¦s y Segarra. La importancia de ambos intentos se comprender¨¢ si se les juzga en oposici¨®n a los montajes de corte tradicional, que se hab¨ªan convertido en una costumbre. En ambos casos se comprendi¨® la necesidad de revisar el texto, reproponi¨¦ndolo bajo una ¨®ptica de izquierdas. No es casual que, para el montaje de Guimer¨¢, efectuase una adaptaci¨®n especial el ya citado Benet i Jornet, conocido en Madrid por su Mot¨ªn de brujas, estrenado en el Centro Dram¨¢tico Nacional, y la reciente emisi¨®n por Televisi¨®n Espa?ola de su obra Viv¨ªamos a oscuras.
Menelic, el gran protagonista de Terra baixa, se presenta una vez m¨¢s como un canto de libertad, proponiendo una dualidad t¨ªpicamente rom¨¢ntica entre la virginidad de una vida natural y la corrupci¨®n de la civilizaci¨®n. Algunos han querido ver en este choque un paradigma de la personalidad hist¨®rica catalana, de ah¨ª la cualidad de s¨ªmbolo que Manelic posee.
El pastor Manelic asocia al amo con el temible lobo que, en la monta?as, azota sus reba?os. Po ello, el grito final He mort el llop (?He matado al lobo!) es una de las frases m¨¢s conocidas de toda la cultura catalana y una de las pocas quotations de nuestro teatro que son del dominio p¨²blico.
Babelia
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