Rose Tattoo, marcha bruta
Al final del concierto, el cantante se enlaza el cuello con el cable del micr¨®fono. Aprieta, aprieta y la cara va adoptando un rictus horrible hasta que los ayudantes del grupo le retiran ?desmayado? del escenario. Digno colof¨®n para un concierto salvaje. Esto ocurr¨ªa el pasado mi¨¦rcoles con Rose Tattoo, grupo australiano de rock duro que trata de reverdecer en el continente las glorias de sus paisanos AC/DC. El concierto ten¨ªa lugar en Rockola y era un estruendo.Lo bueno en la m¨²sica de Rose Tattoo es el hecho casi cierto de que dif¨ªcilmente puede ser asimilada. No veo muchas posibilidades de que sobre estas descargas de adrenalina puedan realizarse versiones sinf¨®nicas; esto no es arte, esto es rock, aunque pueda resultar demasiado b¨¢sico y machac¨®n par a esp¨ªritus sensibles.
Lo cierto es que al personal presente en la sala todas esas consideraciones le traen al pairo, da toda la impresi¨®n de que lo ¨²nico buscado es lo que se encuentra: energ¨ªa en estado primitivo.
As¨ª, el cantante emite sonidos guturales que son ampliamente correspondidos por la audiencia, nos pregunta si somos felices y muchos afirman que s¨ª, las manos se elevan porque no tienen espacio para otra cosa y da toda la impresi¨®n de que si Angry Anderson, el cantante, preguntara berreando: ??Sois an¨ªrnales??, la gente estar¨ªa muy dispuesta a aceptar que, provisionalmente, as¨ª es. Todo lo dem¨¢s son blandenguer¨ªas, finuras innecesarias.
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