TRIBUNA LIBRE El movimiento feminista no es un partido
La detenci¨®n de Jimena Alonso y Carmen Santos, las distorsiones que cierta Prensa ha hecho sobre las vinculaciones entre el feminismo y ETA, y los debates que estos d¨ªas han tenido lugar en el propio movimiento hacen necesaria una reflexi¨®n sobre el movimiento feminista y sus caracter¨ªsticas.Conviene recordar algo que, por mucho que se haya dicho, no parece estar a¨²n claro en sectores de la opini¨®n p¨²blica. El movimiento feminista no es un partido pol¨ªtico, ni una organizaci¨®n sindical, ni una organizaci¨®n profesional, ni ninguna forma de organizaci¨®n pol¨ªtica o social que tenga una estructura estable. El movimiento est¨¢ formado por una gran cantidad de grupos a los que une su com¨²n inter¨¦s en el rechazo a la sociedad patriarcal y a la alienaci¨®n de las mujeres que en ella se produce, y que tienen muchas diferencias, tanto en la propia concepci¨®n de lo que el feminismo debiera ser, como con respecto a otros temas pol¨ªticos, culturales o sociales.
Estos grupos han participado conjuntamente en jornadas feministas de debate te¨®rico, que han servido para dar vida al movimiento, al mismo tiempo que han desarrollado actividades conjuntas de diversos tipos, sobre todo en torno a temas tales como el divorcio, la violaci¨®n, la contracepci¨®n y el aborto. Tambi¨¦n se han creado instancias de coordinaci¨®n que han adoptado formas y contenidos diferentes en las distintas nacionalidades, y que han tenido en algunos momentos expresi¨®n a nivel de todo el Estado espa?ol.
Pero el movimiento se ha negado a que esta coordinaci¨®n se transformara en una organizaci¨®n cl¨¢sica. Por dos razones principales. En primer lugar, porque las feministas no queremos introducir nociones de jerarqu¨ªa y poder dentro del movimiento. Los ¨®rganos de poder que toda organizaci¨®n tiene tienden a burocratizarse con el tiempo y a convertirse en verdaderos centros de poder, cre¨¢ndose una gran diferencia entre dirigentes y bases. Es por ello que en el movimiento no hay dirigentes y se intenta que tampoco existan l¨ªderes que se conviertan en portavoces ¨²nicas del mismo.
En segundo lugar, la idea de coordinaci¨®n, en lugar de organizaci¨®n estructurada, surge como una forma de garantizar que los diferentes grupos que se sienten vinculados al movimiento se respeten mutuamente. Que todas las reivindicaciones feministas que las mujeres planteen puedan ser asumidas por las dem¨¢s a partir del concepto de solidaridad entre mujeres.
Hay dos dimensiones de la sociedad patriarcal que se deben cambiar. Por un lado, la dimensi¨®n p¨²blica de las sociedades, las instituciones sociales, pol¨ªticas, etc¨¦tera. Por otro lado, la dimensi¨®n privada, es decir, lo que hace referencia a la subjetividad, las relaciones interpersonales y su expresi¨®n, sobre todo, en la familia.
Las feministas, al reivindicar que lo personal tambi¨¦n es pol¨ªtico, estamos se?alando que, si queremos construir una sociedad en que se produzca efectivamente la liberaci¨®n de la mujer, no basta con producir transformaciones sociales: los cambios han de ser m¨¢s profundos, abarcando tanto a la sociedad como a las personas. Asimismo, sostenemos que luchar por la creaci¨®n de sociedades en las que se supere la opresi¨®n de la mujer supone contribuir a la construcci¨®n de un mundo m¨¢s humano para todos: mujeres, hombres, ni?as, ni?os, ancianas y ancianos.
Parece obvio que es muy dif¨ªcil que en poco tiempo una meta tan ambiciosa se traduzca en realidades. Al entusiasmo inicial y el sentimiento de unidad que caracteriz¨® los primeros a?os del movimiento feminista en este pa¨ªs ha seguido un per¨ªodo en que se van diferenciando los grupos, en que las diferencias se transforman muchas veces en contradicciones y en que aparecen m¨¢s rasgos de liderazgo y poder de lo que hubi¨¦ramos deseado. Al mismo tiempo surgen dos problemas importantes.
El primero es que las caracter¨ªsticas mismas del movimiento lo hacen vulnerable a la manipulaci¨®n. Esta manipulaci¨®n ha sido practicada por diferentes partidos pol¨ªticos en el transcurso del tiempo, y es probable que se siga produciendo.
El segundo problema es que es f¨¢cil distorsionar o no entender lo que el feminismo plantea. Esta distorsi¨®n, que algunos medios de Prensa hacen con evidente mala fe, en otros casos es s¨®lo el reflejo de la desorientaci¨®n que muchas de las actividades feministas producen incluso entre las mujeres y los hombres que simpatizan con ¨¦l.
Por un lado, los partidos pol¨ªticos, las organizaciones sindicales y otros grupos pol¨ªticos, tanto de izquierda como de derecha, desconf¨ªan del desorden de las feministas. Precisamente la carencia de dirigentes legitimadas o de ¨®rganos de poder con los que vincularse hacen aparecer al movimiento como algo an¨¢rquico y ?poco serio?.
Por otro lado, las feministas, al reivindicar temas que tienen que ver con tab¨²es y prejuicios hondamente arraigados en la personalidad, producen temor y resistencia en un gran n¨²mero de personas. Al escuchar los planteamientos feministas nadie puede evitar sentirse personalmente involucrado en lo que se dice y, por ende, reaccionar subjetivamente.
Todas estas dificultades aparecen con m¨¢s fuerza cuando el movimiento ha de hacer frente a hechos que de una u otra manera le afectan. Como dec¨ªamos m¨¢s arriba, hoy por hoy, el movimiento continua siendo m¨²ltiple y ajeno a las opciones pol¨ªticas de sus componentes. Por ello entendemos que el movimiento no puede hacerse solidario con opciones pol¨ªticas concretas de sus miembros en la medida en que ellas comprometen sus postulados estrictamente feministas. Las opciones pol¨ªticas que todo ser humano sustenta no siempre implican militancia en un partido pol¨ªtico, aunque siempre existen. Las mujeres que forman parte del movimiento feminista, fuera de ¨¦l tienen opciones pol¨ªticas diferentes, y la supervivencia del movimiento depender¨¢ de que luchemos juntas por lo que como feministas tenemos en com¨²n y dejemos las actitudes y comportamientos externos de cada una, tanto los ligados a la militancia pol¨ªtica como desarrollo de la vida cotidiana, al juicio y valoraci¨®n ¨¦tica de cada cual.
Esto no impide que el movimiento exprese su disconformidad con la ley Antiterrorista y apoye el derecho que asiste a Jimena y Carmen, y a cualquier otro ciudadano detenido en las mismas circunstancias, derecho que la Constituci¨®n garantiza, a ser considerados inocentes hasta que se demuestre lo contrario, a no declarar contra s¨ª mismos y al derecho natural indiscutible a la inviolabilidad e integridad f¨ªsica y mental.
En cualquier caso, e independientemente del desarrollo de los acontecimientos, no podemos dejar de sentirnos pr¨®ximas a Jimena y Carmen, como mujeres y como compa?eras que son en nuestra lucha por la liberaci¨®n de la mujer.
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