Crimen, paranoia y humor
Dicen algunos cr¨ªticos que Union City se remite a la est¨¦tica del cine negro porque hace referencia a la mitolog¨ªa de Bogart, al mundo del crimen o a la cr¨®nica social. Es s¨®lo relativamente cierto. El juego cinematogr¨¢fico aqu¨ª propuesto tiene m¨¢s autonom¨ªa, aunque alg¨²n gui?o aislado puede hacer pensar lo contrario.Lo que Mark Reichert ha realizado en esta divertida y original experiencia es algo que no se ajusta a c¨¢nones cl¨¢sicos. La personalidad del paranoico que retrata en el personaje central (espl¨¦ndidamente interpretado por Dennis Lipseomb) tiene evidentes connotaciones caricaturescas que alcanzan incluso el mundo de la cultura de nuestro tiempo: baste recordar la humorada que supone la obsesi¨®n de ese personaje con la cama en la que se supone oculta a su v¨ªctima, mientras, en otra cama, su esposa le solicita de continuo: mezcla de valores que se utilizan para conducir la pel¨ªcula por distintos caminos, casi todos sugestivos, aunque no alcance ningunos plateamientos inolvidables.
Union City
Gui¨®n y direcci¨®n: Mark Reichert. Fotografla: Edward Lachman, M¨²sica: Chris Stein. Int¨¦rpretes: Dennis Lipscomb, Deborah Harry, Irina Maleeva y Everett MeGill. Comedia negra. Norteamericana, 1979. Local de estreno: AIphaville.
Tambi¨¦n se dice que estamos ante una pel¨ªcula punk; los que as¨ª piensan utilizan como dato la interpretaci¨®n de Deborah Harry, cantante del grupo Blondie, actriz ocasional (y no muy buena) en esta pel¨ªcula. Probablemente este enunciado responda antes a una concepci¨®n publicitaria del producto que a una deducci¨®n de su mundo de im¨¢genes. Es una publicidad enga?osa.
Union City tiene, como todas las pel¨ªculas, citas que recuerdan a t¨ªtulos anteriores. Pero est¨¢n ensamblados de otra manera, con inteligencia y humor. Tambi¨¦n, a veces, con torpeza. El planteamiento de la an¨¦cdota, por ejemplo, es ingenioso, soprendente e interesa; luego, en cambio, Ricliter no sabe muy bien hacia d¨®nde conducir los hilos de su historia; le vence la caricatura, una cierta gratuidad del esperpento que no aporta datos nuevos.
Al final, un chiste precipitado tiene que resolverlo todo para que la historia acabe.
Hay, no obstante, momentos excelentes: la b¨²squeda del ladr¨®n de una inocente botella de leche o el retrato de esa casa de vecinos donde la sordidez y el disparate reflejan con habilidad la vida de gran parte de los ciudadanos an¨®nimos de nuestra ¨¦poca. M¨¢s a¨²n, las confusas motivaciones del personaje principal, asesino por error, hombre desvalido y mediocre, que se refugia en la intransigencia como ¨²nica manera de afrontar el mundo. En ¨¦l se encuentra lo mejor de Union City; cada vez que la pel¨ªcula le olvida para atender otros personajes, el inter¨¦s se desvanece. Es ah¨ª donde Reichert pierde el rumbo de su historia.
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