La aceleraci¨®n de la crisis mundial
LA GUERRA futura es una imagen que va saliendo cada vez m¨¢s del terreno de la ficci¨®n apocal¨ªptica -el g¨¦nero de la anticipaci¨®n del terror en el cine y la novela- para configurarse como un suceso posible e incluso no lejano. No es a¨²n probable, pero ya es muy posible, que cualquiera de los acontecimientos en cualquiera de los lugares del mundo en que la fricci¨®n es mayor pueda convertirse en una guerra generalizada. En el a?o que se cumple desde la elecci¨®n de Reagan, en los diez meses cumplidos en el ejercicio galopante de su poder, la tensi¨®n mundial se ha ido agravando y puede, decirse que de una manera uniformemente acelerada. No se le ve el l¨ªmite. S¨®lo en el balance de las ¨²ltimas horas nos encontramos con una amenaza formal de bloqueo previo y de invasi¨®n posterior de Nicaragua y de Cuba, con una discusi¨®n meramente t¨¦cnica entre el secretario de Estado Haig y, el de Defensa Weinberger sobre c¨®mo se utilizar¨¢ el arma nuclear en Europa -una explosi¨®n de advertencia a la URSS "de poca potencia, a gran altura, sobre el mar o en una zona des¨¦rtica, cuando empiece un gran ataque convencional sovi¨¦tico"-, una oferta de armas y ayuda militar a Marruecos para que ¨¦ste contin¨²e su guerra en el Sahara (es decir, una toma de posici¨®n en un asunto enormemente controvertido y discutido, tanto en el mundo ¨¢rabe como en el africano), un rearme de Arabia Saud¨ª, unas repentinas y urgentes maniobras de las fuerzas de intervenci¨®n en el Indico -frente a Somalia, cerca de los emiratos del petr¨®leo- y un continuo lenguaje de amenaza, de desd¨¦n para los intereses de los aliados europeos, de desprecio para las necesidades del Tercer Mundo. Los supuestos de guerras locales convertibles en conflagraci¨®n mundial, el manejo de escenarios b¨¦licos, abandonan la ficci¨®n y entran en la realidad. Ya no son los novelistas, sino los pol¨ªticos y los militares, los que tienen en sus pu?os el aut¨¦ntico rayo, quienes nos est¨¢n describiendo con realismo la guerra futura, quienes nos est¨¢n diciendo que ese futuro est¨¢ llegando ya y quienes van rehuyendo cada vez m¨¢s las posibilidades de pacto, acuerdo, negociaci¨®n, tregua, demora o equilibrio.Todo ello parte de una necesidad del pueblo americano, desbordado por presidentes ineptos y por una antigua sensaci¨®n de p¨¦rdida continua, de mostrar una pol¨ªtica en¨¦rgica frente a lo que se supone que eran progresos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica; Reagan representaba ese rearme moral atizado y empujado por los grandes medios integristas, m¨ªsticos y nacionalistas del pa¨ªs, y deb¨ªa servir para lo que se consideraba una contenci¨®n. Es decir, una necesidad de representar ante la Uni¨®n Sovi¨¦tica el papel de las potencias europeas en 1917 -que era, a su vez, un remedo o una continuaci¨®n de la pol¨ªtica de la Santa Alianza frente a los revolucionar?smos-, que fue interrumpido por la era de Roosevelt y por la alianza de guerra frente al nazismo (un episodio que incluso podr¨ªa considerarse como una consecuencia desviada del enfrentamiento con el revolucionarismo). Todo hace temer, hoy, que Reagan y el complejo militar e industrial que le ha lanzado y sostenido est¨¦ sobrepasando esta necesidad de contenci¨®n y de muestra de energ¨ªa, y pueda tomar r¨¢pidamente ante la opini¨®n p¨²blica -de los que se sienten ya directamente amenazados por la guerra mundial- un papel contrario al que se deseaba: el de provocador, el de agresor, el de posible desencadenante de una cat¨¢strofe de grandes dimensiones. No es as¨ª ni debe ser as¨ª, por lo menos para la inmensa mayor¨ªa, que cree que lo que representa Occidente es una forma de civilizaci¨®n y de libertad individual y colectiva, una manera de convivencia y de sociedad de equilibrio, y precisamente por ello se opone a la forma fallida de civilizaci¨®n que ha significado el comunismo sovi¨¦tico.
La velocidad de acci¨®n y de palabra de Reagan est¨¢ consiguiendo que episodios siniestros de los que es protagonista la URSS -como el caso del submarino en la costa sueca, como la presi¨®n sobre Polonia o la rusificaci¨®n de Cuba, o incluso la invasi¨®n de Afganist¨¢n- palidezcan ante esta histeria b¨¦lica. Se ha dicho alguna vez que la audacia inteligente consiste en saber hasta d¨®nde se puede llegar demasiado lejos. Puede que Reagan la tenga, y ¨¦l y quienes le inspiran sepan perfectamente d¨®nde han de detenerse en esta escalada; pero la sensaci¨®n que est¨¢n dando es que se ha perdido el control y la capacidad de retroceso o de feed-back en esta cibern¨¦tica. No hay que excluir que esa misma sensaci¨®n pueda formar parte de una pol¨ªtica calculada.
Uno de los aspectos m¨¢s graves de este hundimiento diario en la crisis es, como queda dicho, que Estados Unidos pierda una imagen que muchos de sus intelectuales, una inmensa mayor¨ªa de su pueblo, muchos de sus pol¨ªticos, han sabido conservar a pesar de episodios como el de Watergate o Santo Domingo, como el de Vietnam o algunos otros. Reagan est¨¢ contribuyendo como nadie lo ha hecho, ni siquiera el primer Roosevelt o algunos de los presidentes de la l¨ªnea de la rapacidad, a que esta imagen se destruya en sectores que a¨²n recuerdan la enorme contribuci¨®n de Estados Unidos a la democracia mundial y a una serie de ideas b¨¢sicas de convivencia que a¨²n no han caducado. El croquis de una guerra mundial que cada d¨ªa trazan los oradores pr¨®ximos a la Casa Blanca se ha convertido en algo definitivamente inaceptable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.