"Lo que quiero es que se vayan todos, vascos y polic¨ªas", afirma el alcalde de la isla
La familiaridad tradicional de la isla se siente afectada: el tema de los vascos es de dominio p¨²blico, y espont¨¢neamente, amistosamente, cualquier vecino habla del tema. Unos sacuden el aburrimiento, otros estiman lucrativo el asunto, no pocos dicen que el alcalde tiene raz¨®n y, con mucho respeto, nadie se mete en camisa de once vara cuando se saca a relucir el problema vasco.Hoy, 6 de noviembre de 1981, viernes, es d¨ªa de acontecimiento -en la isla de Yeu: Tom¨¢s Linaza y dos confinados m¨¢s, a las ocho de la ma?ana, como de costumbre para-los vascos deportistas, han decidido que su footing matinal dar¨ªa un salto cuantitativo: en vez de los diez o doce kil¨®metros habituales, los tres confinados han re corrido todo el per¨ªmetro de la isla, es decir, treinta kil¨®metros, a paso ligero, seguidos por dos inspectores por barba. Uno de estos ¨²ltimos ha optado por la bicicleta. Los otros cinco han cumplido su misi¨®n a pie. A la hora de comer concluy¨® la aventura.
Para una isla que recibe 40.000 turistas en verano y que en esta ¨¦poca -ni mucho fr¨ªo ni mucho calor- se conforma con sus 5.000 habitantes, cualquier hecho o viajero insospechado puede ser motivo de ch¨¢chara. Y m¨¢s a¨²n si se trata de vasco y de polic¨ªas metidos as¨ª, a la fuerza, en el ya c¨¦lebre hotel del puerto. Esta fue una de las razones que escandaliz¨® al consejo municipal de la isla el pasado mes de septiembre, cuando el Ministerio del Interior, sin m¨¢s ni m¨¢s, le dijo: ?Ah¨ª va eso?.
El Consejo
se re¨²ne
Sin p¨¦rdida de tiempo, el alcalde, Jean Claude Bernard y sus concejales se reunieron en asamblea extraordinaria y aprobaron la resoluci¨®n que sigue:
?El Consejo municipal traduce los sentimientos de la poblaci¨®n isle?a y protesta contra el confinamiento de los vascos. Manifiesta su descontento porque, una vez m¨¢s, se ha escogido la isla para recibirlos. Deplora que se proceda como en 1976. Comprueba que a los responsables electos se nos ha colocado ante el hecho consumado. Se asombra de no haber sido consultado. Sospecha dificultades de toda especie, dada la experiencia de 1976. Teme complicaciones al pensar en las actividades pasadas de los interesados, tal como nos las ha proporcionado la Prensa. Se estremece ante los riesgos que corren los interesados en la isla. Teme animosidades, conflictos, incidentes, como en 1976. Se insurge al ver la isla considerada como la continuaci¨®n de las c¨¢rceles. Se indigna por el da?o que se le hace a la imagen tur¨ªstica de la isla. Se alarma al ver que aumenta el n¨²mero de confinados. Se inquieta por los peligros que corre la poblaci¨®n en caso de que los interesados sean v¨ªctimas de accidentes. Pide, por todas estas razones, al ministro del Interior que los interesados salgan de la isla. Espera que ese retorno se realice r¨¢pidamente?.
Desde que el alcalde firm¨®
este documento, ?La c¨®lera de los habitantes de Yeu?, ?La explosi¨®n inminente en Yeu? son titulares frecuentes en la Prensa francesa. ?Qu¨¦ es la isla de Yeu? ?Qu¨¦ pasa en este municipio de doce kil¨®metros de largo por cuatro de ancho? Un viejo marino, ya retirado, que va camino de la tasca de al lado, y al que abordamos en una calle solitaria, define su tierra natal rotundamente: ?Yeu es una isla rodeada de agua por todas partes. Nada m¨¢s. No le d¨¦ m¨¢s vueltas al asunto ?.
Los vestigios megal¨ªticos (d¨®lmenes y menhires) sobre la isla hacen pensar que ya durante la prehistoria en Yeu se desarroll¨® una importante corriente m¨ªstica. A finales del siglo IX, la tranquilidad de los monjes y sus contemplaciones fueron arrasadas por los sarracenos, primero, y despu¨¦s, por los normandos. Durante la guerra de cien a?os, los ingleses ocuparon la isla. A esta ¨¦poca y a la inmediata anterior. pertenecen los m¨¢s bellos monumentos actuales, como la iglesia rom¨¢nica de San Salvador, en la aglomeraci¨®n del mismo nombre, y la capilla de Nuestra Se?ora de la Buena Nueva, que domina el bell¨ªsimo puerto de La Meule, otra aglomeraci¨®n de la isla. Incluso los espa?oles ocuparon la isla a principios del siglo XVI, aunque no llegaron a apoderarse del viejo castillo, una fortaleza construida sobre una roca cara al mar y que, a pesar de las mutilaciones que ha sufrido con los siglos, se manifiesta a¨²n como el modelo m¨¢s exultante y abrumador, de una belleza terrible. M¨¢s tarde, durante siglos, Yeu fue propiedad de grandes familias. Su ¨²ltimo propietario se la vendi¨® al rey en 1785.
Esta tradici¨®n hist¨®rica de ?Yeu isla familiar? y de ?Yeu, tierra invasiones? no es ajena ni a la gran familia que integra el municipio actual ni a la isla, que, en lo que ,de siglo, repetidamente, ha sido una especie de c¨¢rcel de lujo. Durante la primera guerra mundial, un grupo de turistas se vio obligado vivir en Yeu. Varios diputados comunistas fueron encarcelados en 1941. En 1976, un grupo de media docena de vascos ya fue confina aqu¨ª y, por falta de vigilancia, dicen las autoridades actuales, se escaparon. Pero el prisionero hist¨®rico de Yeu fue el mariscal P¨¦tain, condenado a muerte por alta traici¨®n en 1945 y al que el Gobierno de Par¨ªs le conmut¨® la pena por cadena perpetua. Hasta 1951, cuando ya en una casa particular falleci¨®, mariscal de Francia permaneci¨® preso en el fuerte de Portalet.
Un difunto
ilustre
Y lo que son las cosas: ?Ser una falta de objetividad no confesar que la presencia del mariscal P¨¦tain en la isla, y su inhumaci¨®n han servido la causa tur¨ªstica nuestra isla?, dice el gu¨ªa oficial del municipio, R. Guist'Hau, para ilustrar ir¨®nicamente la situaci¨®n creada hoy por los vascos y escolta policial. Yeu, agreste y rocosa parte, es tambi¨¦n como un trozo Andaluc¨ªa, con sus casitas blancas y sus calles limpias, pero rodea de agua por todas partes. El progreso de finales del siglo XX se instalado aqu¨ª, pero la calidad de vida se mantiene virgen. Y que nadie se atreva a mancillarla. Y que nadie se atreva a mancillar tampoco la tranquilidad familiar de est 5.000 vecinos, que, gracias en gran parte a la publicidad que les regal¨® Petain, y ahora los vascos, viven la pesca y del turismo. Este es dilema de este pueblo, que en pasadas elecciones presidencial el 60% vot¨® por Val¨¦ry Giscard d'Estaing, y el resto, por Frarip Mitterrand.
El alcalde del pueblo, Berna cuando nos recibe en la alcald¨ªa empieza por ah¨ª: ?Las gentes lo que desean es tranquilidad. No quieren que permanezcan aqu¨ª ni los vascos ni los polic¨ªas?. Estima que el rechazo espectacular de dos vascos que la semana pasada hizo hablar de la isla de Cluessant ser¨¢ un acicate para sus administrados, ?que se mantienen tranquilos por ahora, pero que llegado el momento se volver¨¢n m¨¢s agresivos que en esa isla. Y, sobre todo, si nos env¨ªan m¨¢s vascos y polic¨ªas?. El alcalde estima que ?esta situaci¨®n es la resultante del contencioso diplom¨¢tico entre Madrid y Par¨ªs. Al Gobierno de Mitterrand le ocurre como al anterior, por lo que concierne a la cuesti¨®n vasca: no sabe qu¨¦ hacer?. ??Y qu¨¦ piensa del problema vasco??. ?Lo sigo de lejos. Yo no tengo nada contra los vascos. A m¨ª modo de ver, seg¨²n me han explicado, creo que objetivamente desean una amplia autonom¨ªa conforme a su identidad?. ??Ha hablado con los confinados actuales??. ?No, porque no he tenido ocasi¨®n. S¨ª lo hice con los que estuvieron aqu¨ª en 1976-1977, pero s¨®lo conversamos sobre la situaci¨®n que creaba su confinamiento?. El alcalde prev¨¦ manifestaciones espont¨¢neas y que, cuando lleguen los turistas, se les escapar¨¢n los vascos, ?pero que conste que no somos racistas. Si fuesen suizos o ingleses, o de otra nacionalidad, reaccionar¨ªamos igual. Yo lo ¨²nico que quiero es que se vayan todos?, remata el alcalde, que tambi¨¦n es el director de la escuela comunal.
El edil primero del municipio aborda una cuesti¨®n sobre la que insisten algunos vecinos: el coste de la estancia de los vascos y de los polic¨ªas, que, ?en definitiva, lo pagamos los contribuyentes?. Se calcula que su pensi¨®n completa representa alrededor de 4.000 pesetas por d¨ªa y persona.
La poblaci¨®n,
inc¨®moda
Una de las dos vecinas que pelan la pava en medio de la calle, como todos los habitantes de esta isla, se presta al di¨¢logo sobre el tema que todo el mundo domina aqu¨ª: ?No nos molestan ni los vascos ni los polic¨ªas. Pero lo peor es lo que puede venir. Vaya usted a saber. Por eso, es mejor que se vayan?. El director de la escuela cat¨®lica Nuestra Se?ora del Puerto, sacerdote, prefiere que no figure su nombre en los peri¨®dicos, teme que ?la isla se convierta en un vertedero de lo que no quieren en otros sitios. No hay nada contra los vascos ni creo que se produzca una explosi¨®n, pero no nos encontramos a gusto. Y lo ocurrido en la isla de Ouessant nos estimula?.
"Los isle?os
son como ni?os"
El due?o del ¨²nico bar-estanco del puerto es categ¨®rico: ?Por aqu¨ª pasan unas 1.500 personas semanalmente para jugar a la loter¨ªa. Y no le he o¨ªdo ni a uno solo decir que est¨¦ a disgusto. Lo que ocurre es que los isle?os son como unos ni?os grandes. Se aburren y necesitan acontecimientos ?. Dice que los vascos vienen a su establecimiento, colindante con el hotel en el que viven, ?y son muy amables y educados. Yo les regalo cacahuetes para que acompa?en el aperitivo?.
Durante esta ¨¦poca, sin turistas, la discoteca de la isla, Les Balleresses, s¨®lo abre los s¨¢bados. Parece ser que, con sus dos polic¨ªas por vasco, estos ¨²ltimos ya la visitaron el otro d¨ªa. Tambi¨¦n existe Le Bistrot de la Marine, que se denomina caf¨¦ cantante, pero que resulta un baile tambi¨¦n: ?El otro d¨ªa estuvieron aqu¨ª con la polic¨ªa y permanecieron en la barra. Aqu¨ª no molestar, ni los vascos ni los polic¨ªas, pero s¨ª que el Gobierno convierta la isla en un basurero, que lesiona la imagen de marca. Y adem¨¢s esto cuesta dinero?, dice el responsable del lugar.
El ama del cura de la parroquia de Port-Joinville tiene cuerda para todo lo que se quiera con el tema de los vascos, y llega a resumir: ?Al fin y al cabo, los vascos y los polic¨ªas suman gente, ahora que no hay turistas. A m¨ª, si son gentiles, los vascos no me molestan?. En San Salvador, la segunda aglomeraci¨®n importante de la isla (la tercera es La Meule), dos marinos en un bar, como todos nuestros interlocutores, afirman conocer de lejos la cuesti¨®n vasca.
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