Nosotros no podemos ganar una guerra at¨®mica
En agosto de 1981, un a?o del Se?or, dio la orden otro se?or de construir la bomba de neutrones. Era un d¨ªa en que muchos hombres en el mundo recordaban las v¨ªctimas de aquellas dos primeras bombas nucleares que, tambi¨¦n bajo las ¨®rdenes de otro se?or, fueron arrojadas a unos hombres. As¨ª una lamentaci¨®n mortal se convirti¨® en jubileo de bombas.Porque tambi¨¦n una bomba at¨®mica tiene para muchos hombres dos aspectos. Ven no s¨®lo las v¨ªctimas, ven tambi¨¦n la buena causa por la que fueron arrojadas. El se?or ministro americano de Asuntos Exteriores, ?el nuevo Alejandro?, seg¨²n nuestro se?or canciller federal -el viejo Alejandro era un h¨¦roe de guerra y un conquistador del mundo que se hizo a s¨ª mismos dios-, este nuevo dios de la guerra nos ha dibujado en Berl¨ªn con palabras conmovedoras la imagen humana del libre Occidente. Todo ello perfilado con conceptos: libertad, derechos humanos y dignidad humana, y, por ¨²ltimo, paz. Y para esta imagen humana han ca¨ªdo bombas. Se puede tambi¨¦n llamar a esas bombas armas de la paz. Y estas armas de la paz no necesitan avergonzarnos. Tambi¨¦n una pila at¨®mica puede ser una bandera que nos abra el camino hacia nuevas bombas de la paz.
Te¨®ricamente se puede luchar por la paz de dos formas, con bombas at¨®micas y sin ellas. El problema es cu¨¢l es la mejor forma de combatir por la paz. Jes¨²s ha ensalzado la bienaventuranza, que crea la paz. Pero, desgraciadamente, olvid¨® decir si era con o sin bombas. Tambi¨¦n debemos se?alar que tambi¨¦n nosotros estamos perplejos. Las Iglesias dicen: por lo que se ve, nosotros no lo sabemos con exactitud.
Pero los pol¨ªticos lo saben y afirman: el m¨¦todo sin bombas es falso, en general no es ninguna clase de m¨¦todo. Esto es una tonter¨ªa y una ilusi¨®n, es una utop¨ªa. Y los que defienden la paz sin bombas est¨¢n teledirigidos por Mosc¨². Esto me ha hecho avergonzarme de que yo me incline a pensar algo semejante. Pero quisiera dejar de pensar, porque no quiero ser teledirigida desde Mosc¨². Y cuando me vienen negros pensamientos y cuando pienso en las v¨ªctimas de aquellas primeras bombas y en el infinito gran n¨²mero de v¨ªctimas de las futuras bombas y cuando las l¨¢grimas quieren presentarse en los ojos, me contengo, porque temo que mis l¨¢grimas puedan ser dirigidas desde Mosc¨².
No hay suficientes hombres para matar
Pero que el mundo est¨¦ lleno de bombas debe tranquilizarnos. La potencia explosiva alcanza para matar a 100.000 millones de hombres. El problema solamente es ?d¨®nde podemos pescar tantos hombres? Ya no faltan armas para destruir la humanidad. M¨¢s bien no alcanza la humanidad que podr¨ªa ser destruida para las armas de que se disponen. Seg¨²n las estad¨ªsticas, se crea un abismo cada vez m¨¢s grande entre el potencial de destrucci¨®n activo y pasivo. S¨®lo en la Rep¨²blica Federal de Alemania est¨¢ almacenado, seg¨²n nuestro canciller federal, cerca de la mitad del potencial nuclear americano. Y los que quieren la destrucci¨®n necesitan m¨¢s bombas. Pero nosotros queremos la paz, dicen los pol¨ªticos, y por esta raz¨®n debemos armamos.
He o¨ªdo decir que a cada hombre en el mundo puede caerle una potencia explosiva de destrucci¨®n nuclear de cuatro toneladas. En el caso concreto de Europa nos caer¨ªa a cada uno de nosotros varias veces cuatro toneladas, bajo las cuales podemos ser enterrados como los faraones bajo pir¨¢mides de materiales explosivos. Pero los pol¨ªticos que defienden el rearme en el Oeste y en el Este construyen esas pir¨¢mides cada vez m¨¢s altas y las consideran como catedrales de la paz. No se dan cuenta que han perdido todo contacto con la realidad. No se dan cuenta de que est¨¢n locos. Los hombres de esta tierra han ca¨ªdo en manos de incapaces. Esto es una amarga verdad, y espero no haberme expresado unilateralmente.
Entre tanto, a muchos hombres en el mundo se les ha hecho m¨¢s claro que no es por este terror como se asegura la paz, y que desde hace tiempo son suficientes los actuales medios de intimidaci¨®n. Se har¨¢ siempre m¨¢s claro para los hom bres que se puede eludir la posibilidad de una direcci¨®n de la guerra y, de ganar la guerra.
Leemos en la Prensa americana que el ¨¦jobiemo an ericano quiere prepararse para ganar una guerra at¨®mica. Nosotros no podemos ganar una guerra semejante. Nuestras cartas est¨¢n mal barajadas. La poblaci¨®n americana puede salvarse una tercera parte, quiz¨¢ unas dos terceras partes, si logra evacuar r¨¢pidamente las ciudades. Pero nosotros no tenemos ning¨²n desierto de Nevada a mano, sobre todo en tiempos de paz. Si el Gobierno de Estados Unidos quiere hacer de Estados Unidos la primera potencia del mundo, nos hace a nosotros los primeros en el aniquilamiento. Queremos defendernos e impedir este sacrificio mortal sin sentido de nuestros pueblos para realizar delirios de grandeza de potencias militares extranjeras.
Alguno de nosotros puede que tenga la suerte de sobrevivir. Pienso en nuestro Gobierno, d¨¦jenme plantear una simple pregunta: ?por qu¨¦ tiene nuestro Gobierno un refugio y la poblaci¨®n no tiene ninguno? Naturalmente, es l¨®gico que el Gobierno sobreviva; para la poblaci¨®n es menos comprensible. Tal vez, dice el Gobierno, quiere sobrevivir precisamente para la poblaci¨®n; pero, si el pueblo muere, ?para qu¨¦ quiere vivir el Gobiemo?
?Qu¨¦ puede hacer un ministro cuando salga del refugio en un pa¨ªs donde ha ca¨ªdo la bomba de neutrones y se siente en su coche intacto ante un ch¨®fer muerto? En este caso, ?qu¨¦ puede administrar un ministro? ?Qu¨¦ puede hacer nuestro Gobierno cuando salga del refugio?; ?a qui¨¦nes puede gobernar? Pero tal vez hay algo todav¨ªa que hacer y no han muerto todos en las casas. Muchos van muriendo durante semanas, y habr¨¢ muchos que pedir¨¢n un tiro de gracia. Y habr¨¢ algunos se?ores ministros que formar¨¢n un comando de la muerte para cumplir estas ¨²ltimas voluntades.
Muchas veces me vienen las l¨¢grimas a los ojos -ya dije esto-; Pero pienso que tambi¨¦n los pol¨ªticos armamentistas de todo el mundo, del Este y del Oeste, deben reunirse en el desierto de Nevada. Es m¨¢s f¨¢cil evacuar desde all¨ª a los pol¨ªticos que a la poblaci¨®n. Deben reunirse y llorar por ellos mismos y el mundo.
Pero nosotros queremos decir que estamos aqu¨ª, ahora -en lugar de amenazar con el terror y de buscar la supremac¨ªa y tal vez la victoria- porque queremos explicar la paz a los pueblos, para no morir los unos junto a los otros, sino para vivir unos con otros.
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