Numerosos cultivos agr¨ªcolas tradicionales desaparecer¨¢n a causa de las investigaciones gen¨¦ticas sobre semillas
La 21? sesi¨®n general de la FAO (Organizaci¨®n para la Alimentaci¨®n y la Agricultura, agencia especializada de la ONU), reunida en este momento en Roma, y en la que participan 850 miembros de m¨¢s de cien naciones, se ha visto constre?ida a replantear uno de los problemas m¨¢s graves que tendr¨¢ que afrontar el futuro de la humanidad: la conservaci¨®n de las semillas de la tierra en bancos de germoplasma para evitar que las plantas que hoy dan de comer al hombre puedan desaparecer.La famosa revoluci¨®n verde, nacida de los estudios en la posguerra de algunos agr¨®nomos, como el premio Nobel americano Norman Borlaug, que teoriz¨® el mejoramiento gen¨¦tico del trigo, se ha ido revelando poco a poco menos revolucionaria de lo que pudo parecer al principio. Y hoy existe toda una serie de movimientos, entre ellos la Coalici¨®n Internacional para la Acci¨®n del Desarrollo (ICDA), que se esfuerzan por desenmascarar los peligros que pueden suponer la manipulaci¨®n de los g¨¦rmenes de las plantas privando a la tierra de aquella variedad de semillas que pod¨ªan asegurar en cualquier momento, en cualquier terreno y contra cualquier tipo de enfermedad la supervivencia de un tipo de planta comestible.
Es verdad que con la revoluci¨®n gen¨¦tica -afirman estos defensores de la variabilidad de las plantas- la ciencia ha conseguido crear ciertos tipos de trigo, por ejemplo, mucho m¨¢s f¨¦rtiles que los que usaban los campesinos del Tercer Mundo. Pero son tambi¨¦n semillas expuestas con mayor facilidad a las erfermedades, "como los hijos nacidos entre familiares".
Esta "monoton¨ªa" de algunas semillas de un tipo de trigo o de cebada que acaba conquistando el mercado del mundo est¨¢ expuesta al peligro de una epidemia mundial, contra la cual el hombre se sentir¨ªa impotente. Para obviar este inconveniente han nacido los llamados "bancos de germoplasma", donde se almacenan, a temperaturas muy bajas, miles de plantas diversas de la misma cualidad, para evitar que desaparezcan y para estar protegidos cuando surge una epidemia contra uno de estos tipos de productos mejorados biol¨®gicamente y lanzados al mercado. En este caso se busca en seguida en el almac¨¦n la variedad de ese producto resistente a dicha epidemia.
Pero si esta invenci¨®n de los bancos de germen, existente hoy en distinta medida en casi todos los pa¨ªses del llamado primer mundo o mundo rico, no deja de ser una bendici¨®n para que no se pierdan en el mundo la diversidad de semillas que nos ha dado la tierra con tanta sabidur¨ªa, puede convertirse al mismo tiempo en un arma de doble filo, sobre todo para los pueblos del Tercer Mundo, los pobres, de donde, parad¨®jicamente, provienen nada menos que tres cuartas partes de las semillas comestibles de la Tierra y sus diversas variedades.
Monopolio de las semillas
La raz¨®n es muy sencilla: se est¨¢n apoderando de estas variedades de semillas toda una serie de multinacionales, que acaban siendo los propietarios a trav¨¦s de una acumulaci¨®n de legislaciones a su favor. Y al mismo tiempo desaparecen de la tierra, de su ambiente natural, los diversos tipos de semillas que aseguraban su supervivencia.La denuncia de este enorme peligro contra los pa¨ªses pobres la ha hecho, entre otros, hace tres a?os, el canadiense P. R. Mooney, con su libro Semillas de la tierra, publicado en casi todas las lenguas, y que fue una bomba para la misma FAO. Moorley ha recogido una documentaci¨®n preciosa e imponente con la ayuda de m¨¢s de cien personas. En Roma ha declarado que su vida ha estado varias veces en peligro despu¨¦s de la publicaci¨®n de este libro. En ¨¦l ha descubierto que son las compa?¨ªas del petr¨®leo quienes se est¨¢n hoy adue?ando, monopoliz¨¢ndolos, de los mayores bancos de germoplasma del mundo. En sus manos est¨¢n las semillas de la tierra del futuro. Y el gran peligro es que manipulan estos g¨¦rmenes produciendo tipos de cereales, por ejemplo, que resisten s¨®lo a la acci¨®n de un determinado fertilizante. De este modo, obligan a los agricultores a comprar las semillas junto con su fertilizante. Se crea as¨ª una peligros¨ªsima dependencia, que puede crear graves problemas, incluso de chantaje pol¨ªtico.
Y el problema es m¨¢s grave porque todo lo que el mundo come hoy proviene -ha dicho Mooney- de menos de una docena de centros de diversidad gen¨¦tica extrema. Son los llamados centros Vavilov, bautizados as¨ª por la obra del gran cient¨ªfico ruso que revolucion¨® el campo de la bot¨¢nica. De las 300.000 plantas que conoce la humanidad, el hombre usaba para comer hace siglos 1.500. Hoy, el 95% de la alimentaci¨®n humana se deriva de no m¨¢s de treinta plantas. Y de ellas s¨®lo ocho constituyen las tres cuartas partes del aporte del reino vegetal a la energ¨ªa humana.
Tres cultivos, trigo arroz y ma¨ªz, constituyen m¨¢s del 75% del consumo mundial de cereales. En el campo, hoy, se cultivan ya s¨®lo veinte especies vegetales. Por tanto, se puede decir que la historia agr¨ªcola moderna, afirma Mooney, "es la historia de la reducci¨®n de las variedades alimentarias a medida que un n¨²mero cada vez menor de especies vegetales". Y el resultado obvio es "un grado asombroso de interdependencia alimentaria".
Peligro de epidemias
Si no hubiera sido porque los agricultores del Tercer Mundo han cultivado durante 10.000 a?os "diversos tipos" de una misma planta para que pudiera resistir sin desaparecer ante las vicisitudes de clima, de terreno y de enfermedades, hoy el mundo se morir¨ªa de hambre. Por eso la uniformidad gen¨¦tica de un cultivo, como se pretende hacer hoy d¨ªa para "mejorar" el producto y poderlo vender mejor a todo el mundo, "equivale a una invitaci¨®n para que una epidemia lo destruya".La pregunta que se hacen hoy tanto los cient¨ªficos y los impugnadores de la revoluci¨®n verde, como la luchadora bi¨®loga irlandesa Erna Bennet, expulsada recientemente de la misma FAO por sus denuncias en este campo, es si la t¨¦cnica biogen¨¦tica podr¨¢ suplir adecuadamente la sabidur¨ªa de la naturaleza. Es decir, si es mejor almacenar en frigor¨ªficos los g¨¦rmenes de las semillas con sus diversidades o si no ser¨ªa preferible dejar estas variedades en la tierra, en manos de los agricultores. La manipulaci¨®n de los g¨¦rmenes en laboratorio puede ser ¨²til, pero crea tambi¨¦n graves riesgos. Por ejemplo, se van eliminando muchas especies y variedades por razones econ¨®micas. Conviene a los grandes mercados mundiales de semillas concentrarse s¨®lo en algunas especies para vender mejor. Adem¨¢s, la continua manipulaci¨®n de estos g¨¦rmenes congelados puede llevarles a su empobrecimiento gen¨¦tico. Hoy, al parecer, existen semillas lanzadas como preciosas por estos bancos de g¨¦rmenes, monopolizados por las multinacionales, que llevan en sus entra?as s¨®lo un tipo de resistencia a las posibles enfermedades. Las semillas, en cambio, cultivadas por los labradores del Tercer Mundo pose¨ªan hasta diez y doce.
La gran acusaci¨®n que se ha presentado estos d¨ªas a la FAO por toda una serie de pa¨ªses del Tercer Mundo, sobre todo de Am¨¦rica Latina y tambi¨¦n por algunos pa¨ªses del Primer Mundo, como M¨¦xico, Canad¨¢, Espa?a y Francia, es que los pa¨ªses industrializados del mundo rico est¨¢n acaparando las semillas de la tierra, las est¨¢n conservando, patentando y manipulando sin que el Tercer Mundo, de donde provienen estas semillas, pueda tener libre acceso a ellas. Tienen que comprarlas. Se ha pedido oficialmente que se cree un convenio de pa¨ªses que pidan la posibilidad de que estos bancos de g¨¦rmenes se pongan a disposici¨®n del Tercer Mundo sin que tengan que comprarlos incluso bajo chantaje pol¨ªtico.
Lo ideal ser¨ªa llegar a un banco mundial de estos g¨¦rmenes que se pusiera a disposici¨®n de todos los pa¨ªses que los necesiten.
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