C¨®mo transformar la torre de Babel
La confusi¨®n en el debate sobre la crisis de la ciudad, centrado en el rechazo colectivo de la ciudad heredada y la reivindicaci¨®n para su renacimiento, surge de la incompatibilidad de argumentaciones ideol¨®gicas, de la ciencia urbana y de la realidad discordante.Si existe alg¨²n invariante en este dilema de la humanidad frente a su entorno, entre cultura y naturaleza, es el constante reconocimiento de la ciudad como "la cosa humana por excelencia", desde Arist¨®teles a Levi-Strauss, y la reiteraci¨®n del concepto de "comunicaci¨®n" y su dimensi¨®n de interacci¨®n social predominante.
La sospechosa inhibici¨®n y falta de compromiso en nuestra Pol¨ªtica urbana frente al conflicto reflejado en las contradicciones de la ciudad se debe tanto al deseo de neutralidad del Estado ante el dominio del hombre por el hombre en el espacio como a un gran desconocimiento de nuevas dimensiones de lo humano que sustituyen al cl¨¢sico orden social.
El Estado decide reproducir este statu quo en lo urbano. A la permisividad ante el dominio de los agentes hegem¨®nicos que reproducen el plusvalor y controlan el consumo colectivo de la ciudad apenas contrapone, como salario indirecto, tibias intervenciones-coartada en la producci¨®n burocr¨¢tica de equipamiento y vivienda p¨²blica.
En el contexto ciudadano, el objetivo de la "comunicaci¨®n social" se hace m¨¢s complejo ante contradicciones como individualidad-gregarismo o identificaci¨®n-anonimato, como dos de los aspectos de la rotura del eslogan de que la ciudad funde la desigualdad social y favorece m¨¢gicamente el "cari?o colectivo".
Ante el esfuerzo que requiere aceptar el fracaso de la "anticiudad moderna" y transformar la "permanente ciudad hist¨®rica", cualquier planteamiento que no suponga una reforma profunda en estos aspectos de la sustancia de lo urbano ser¨¢ un equivocado punto de partida. Reinventar la ciudad heredada como "espacio total" que supera la desarticulaci¨®n funcional social y econ¨®mica y los enfoques administrativos y legalistas exige mucho m¨¢s que reconstruir monumentos y plazas, controlar tr¨¢fico y peatonalizar el espacio urbano, o descubrir usos nuevos para rehabilitar edificios antiguos. Y ni siquiera estas recetas han sido seriamente intentadas por nuestra pol¨ªtica abandonista.
Un urbanismo de resoluci¨®n de conflictos
La ruptura en el Estado espa?ol entre el inter¨¦s del Estado y del poder local y "dejar hacer", podr¨ªa presentar la coartada de que la pr¨¢ctica burocratizada del planeamiento es un c¨ªrculo vicioso incapaz de incluir gestiones de transformaci¨®n. Es cierto que se ha sustituido el "espacio efectivo", realmente lleno de objeciones, por un "espacio planeado", solamente lleno de objetivos, ilusorio, neutral y lento en su capacidad de actuaci¨®n. Ello supone efectos perversos: la ciudad "planeada" recibida constituye la primera barrera resultante del "modelo espont¨¢neo" liberalizado. Pero ser¨ªa sofista mantener la "espontaneidad" de este modelo, y suicida confirmar los compromisos adquiridos, incluyendo suelo planeado o licencias de muy dif¨ªcil reversibilidad jur¨ªdica y financiera. Clausurado el proceso de "urbanizaci¨®n acelerada", justificante de los m¨¢s graves e irrecuperables delitos en nuestra ciudad, la ciudad. posindustrial sustituye una homogeneizaci¨®n de cultura en la que la estratificaci¨®n de clases, identificaci¨®n de conflictos y tecnocratizaci¨®n del planeamiento eran posibles, por una heterogeneidad social y pol¨ªtica donde el conflicto urbano es m¨¢s diverso y sutil. S¨®lo a trav¨¦s de la lectura que proporciona un cambio ideol¨®gico: la visi¨®n del espacio urbano como marco del conflicto social y espacial, puede solicitarse la reforma urbana cualitativa que acelere la transformaci¨®n poscapitalista de la ciudad, mediante una intervenci¨®n dial¨¦ctica y bajo control p¨²blico.
La industria de "producir ciudad" confunde "urbanizaci¨®n" por "urbanismo", se centra en la dotaci¨®n de infraestructuras, olvida la organizaci¨®n de tramas social y econ¨®micamente interrelacionadas por un entorno con intencionalidad est¨¦tica, y trata estas variables como bienes de cambio mercantilista. En el marco institucional dominante esto supone la destrucci¨®n de un patrimonio social, urbano y ecol¨®gico v¨¢lido, de tanto valor como los "activos" puramente financieros, y cuyo despilfarro, destrucci¨®n y sustituci¨®n conlleva facturas econ¨®micas y pol¨ªticas impagables.
Estos razonamientos, conocidos, pero no adaptados, y presentados aqu¨ª en dificil s¨ªntesis, deber¨ªan desmitificar dos esl¨®ganes a la moda: un urbanismo politizado y partidista contemplado desde la gesti¨®n eficaz, y unas actuaciones de rehabilitaci¨®n del patrimonio arquitect¨®nico basados en la hip¨®tesis, no probada, de que ello revitalizar¨¢ la ciudad deshumanizada.
Dise?o urbano o dise?o social
En los problemas urbanos, con el s¨ªndrome de "malestar urbano" profundo, subyacen causas pol¨ªticas y culturales ante las que el dise?o f¨ªsico parece impotente. Concentraci¨®n de pobreza y subcultura, desafecci¨®n general, congesti¨®n patol¨®gica, degradaci¨®n de ambiente e im¨¢genes suponen una multidimensi¨®n que el dise?o urbano tradicional no puede alcanzar. El vector pol¨ªtico dominante deber¨ªa reformar la no correlaci¨®n de fuerzas que favorece a los actores de la producci¨®n de ciudad. La consagraci¨®n de propietarios promotores y financieros en un marco antirreformista de la ley del Suelo, 1975, o la alarmante nueva ley del Patrimonio Hist¨®rico-Art¨ªstico debe ser denunciada.
Pero un dise?o exclusivamente social podr¨ªa ignorar el vector espacial y la especificidad propia de la ciudad como artefacto f¨ªsico. Ello supondr¨ªa relegar la reforma de actuales inadecuaciones espaciales, tales como la separaci¨®n de industria y residencia, o del equipamiento y su espacio social, sin la cual la acuciante segregaci¨®n espacial ser¨ªa creciente. El devenir del artefacto f¨ªsico-arquitect¨®nico no podr¨¢ por s¨ª solo superar la inercia del minifundio urbano, el derecho a edificar y demoler, la lucha mercantil por el suelo y la correspondiente autodevoraci¨®n de la ciudad. No existir¨¢, por, tanto, un dise?o urbano significativo sin medidas adecuadas a estos procesos, a la continuidad f¨ªsica y permanencia temporal de la trama urbana y a su intenci¨®n pl¨¢stica.
Dise?ar procesos temporales de ligaz¨®n entre producci¨®n, comercio, residencia y equipamiento que superen el funcionalismo cl¨¢sico y traten envejecimiento, depreciaci¨®n y deterioro supone sobrepasar la fotocopia arquitect¨®nica.
Proporcionar continuidad y permanencia al patrimonio es aceptar el legado hist¨®rico, incluso contradictorio, cuya traza reconocible no impide una nueva creaci¨®n arquitect¨®nica intersticial. La nueva intencionalidad est¨¦tica est¨¢ precisamente en la coetaneidad de estilos que enriquecen el espect¨¢culo vivido de la ciudad, en imaginaci¨®n creativa de vanguardia cuya visi¨®n del futuro recupere y actualice el pasado.
Esta interrelaci¨®n entre dise?o local y construcci¨®n de ciudad debe contestar a "la gesti¨®n por la gesti¨®n" o Ia arquitectura por la arquitectura."
Contexto cultural de la reforma urbana
No parece casual que un debate similar est¨¦ llenando el contenido de las ciencias del m¨¦todo y la antropolog¨ªa actuales en sus concepciones de la cultura. Al intento de aplicar el evolucionismo
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intentando ligar el "todo del complejo social" se contraponen actitudes de analizar "lo que se debe conocer para operar de manera ¨¦ticamente aceptable", culminando en el corolario de que la concepci¨®n del "todo social" puede explicarse s¨®lo en funci¨®n de su propia integraci¨®n humanista. S¨ª, como indicaba Marx, "lo que distingue al peor arquitecto de la mejor abeja es que el arquitecto erige su estructura en su imaginaci¨®n antes de construirla en la realidad", la ¨¦tica de la construcci¨®n de la ciudad estar¨¢ precisamente en evaluar c¨®mo pautas hegem¨®nicamente manipuladas influyen sobre el ciudadano en su doble calidad de participante y usuario. Se deber¨ªa evitar as¨ª procedimientos de "prueba y error" injustificables en la dimensi¨®n colectiva y temporal de la ciudad.
Se trata de trasladar a este campo la debatida cuesti¨®n de la antropolog¨ªa cultural de si son "las personas o la cultura" las que hacen las cosas. Es as¨ª como puede juzgarse positivamente la destrucci¨®n del templo de Jerusal¨¦n por la mezquita isl¨¢mica o la rehabilitaci¨®n de la mezquita de C¨®rdoba como catedral cristiana, y negativamente la pr¨¢ctica cotidiana de destrucci¨®n-reproducci¨®n de nuestro espacio y patrimonio.
Si el hecho cultural comienza a producirse cuando el inter¨¦s individual se transforma en "sistema p¨²blico, general y transferible de esfuerzo organizado", la conducta del "designio urbano" ser¨¢ ¨¦ticamente positiva cuando parta y busque referencias a significados sociales a su propio sistema, es decir, cuando trascienda simples dimensiones t¨¦cnicas o est¨¦ticas.
Es dudoso que desde esta perspectiva ninguna de las elites pol¨ªticas, de promotores o arquitectos puedan confundir actos burocratizados de "conservaci¨®n y rehabilitaci¨®n del patrimonio", o la opuesta improvisaci¨®n de "nuevas ciudades". con el aut¨¦ntico reto a la imaginaci¨®n creadora Y a la gesti¨®n innovadora de transformar la ciudad consolidada, proporcionando un entorno humanizado que facilite la mejora social.
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