Encuesta de urgencia
El rey Juan Carlos viaja por Arag¨®n. En cada uno de los pueblos que visita se desata el cari?o popular por su figura y la de la Reina. Y en cada municipio, subido en el balc¨®n del ayuntamiento, hay unas palabras de aliento. La imagen se repite: detr¨¢s del Rey siempre hay un alcalde bajito que, camuflado con gruesas gafas de miope, intenta leer las cuartillas que Juan Carlos sostiene entre sus manos, sin esperar a escucharlas de sus labios.Don Juan Carlos, en una de las paradas, habla sobre la pol¨ªtiIca y hace una reflexi¨®n sobre aquellos que se aferran a los cargos y los que se dedican a luchas intestinas:
-Encuesta de urgencia -clama eljefe de Nacional-. Y t¨² sabes cu¨¢l es tu labor.
En el Parlamento, todo son unanimidades:
-Las palabras de Juan Carlos me parecen muy bien -contestan como un coro vasco todos los consultados. Luego, las unanimidades se van rompiendo:
-Lo debe haber dicho por los concejales -asegura Santiago Carrillo.
-Lo dice por Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y Su¨¢rez -observa Oscar Alzaga.
-Lo dice por los martinvillistas -dicen los suaristas.
Libros y risas. Javier Tusell y Ricardo de la Cierva acompa?an a Jos¨¦ Manuel Lara en la presentaci¨®n de un sonado libro, Un reinado en las sombras, de Pedro Sainz Rodr¨ªguez. Juan de Borb¨®n se dirige a los asistentes mediante una cinta magnetof¨®nica, explicando su papel durante el franquismo y la desvinculaci¨®n de la Monarqu¨ªa respecto al franquismo. Don Juan defiende el papel esencial de la Corona en el mantenimiento de la democracia. Entre los asistentes se comenta la oportuna ofensiva de los defensores de la Monarqu¨ªa constitucional con los tiempos que corren.
En otro local madrile?o se estrena el espect¨¢culo de un hilarante grupo argentino, Les Luthiers. El p¨²blico se desternilla de risa. Al finalizar el espect¨¢culo, los m¨²sicos est¨¢n exultantes de alegr¨ªa:
-Todo el mundo se ha re¨ªdo. Pero dec¨ªme -te preguntan-, ?conoc¨¦s a un senor de negro que se aguantaba serio todo el tiempo en la fila cinco?
Unidad ante todo. Pero son s¨®lo peque?os respiros en medio de una fren¨¦tica actividad pol¨ªtica en pro de la recomposici¨®n de los partidos, siguiendo los consejos del Rey. Hasta los m¨¢s recalcitrantes fascistas se han dado cuenta de ello. En los locales de la AISS (instituci¨®n absolutamente oficial) se convoca un acto de unidad por grupos tales como el Frente de la Juventud, el MRN, la NGE y la ASNT, con la intervenci¨®n estelar de Jos¨¦ Antonio Assiego, disidente de Fuerza Nueva.
Nadie en la AISS justifica claramente por qu¨¦ se dejan locales del Estado a estos grupos. Tampoco se confirma que los vayan a utilizar posteriormente los miembro de los GRAPO.
En la Iglesia, las cosas no van menos despacio. Se culminan las ,purgas necesarias para que no tenga que haber m¨¢s purgas. Hace poco tiempo, los m¨¢ximos representantes de la jerarqu¨ªa liquidaron a la direcci¨®n de las JOC y de su peri¨®dico, Juventud Obrera. Ahora despiden a Rafael Plaza, director de la revista C¨¢ritas, con motivos tan sutiles como que llevaba una l¨ªnea no conforme con la de la instituci¨®n. El despido lo consuma el director de C¨¢ritas, Jos¨¦ Suay Milio, quien tambi¨¦n forma parte de otra instituci¨®n, Mercasa, como director adjunto.
-Me dicen que estoy despedido por colaborar en otros medios. Llevo haci¨¦ndolo a?os y nunca me hab¨ªan dicho nada -dice Plaza-. S¨¦, desde luego, que les molest¨® un art¨ªculo que publiqu¨¦ en Interviu sobre los curas fascistas.
Madrid caliente. Camino de la redacci¨®n, Madrid presenta un aspecto inusual. Bandas de muchachos uniformados saludan brazo en alto y dan vivas a Tejro en la concentraci¨®n previa a la marcha conmemorativa de la muerte de Jos¨¦ Antonio. El gobernador civil, Mariano Nicol¨¢s, se hab¨ªa mostrado en¨¦rgico contra los uniformes y las demostraciones paramilitares.
En Getafe, los habitantes invaden las calles en protesta por los despidos de la f¨¢brica de tractores John Deere. El alcalde del pueblo, el socialista Jes¨²s Prieto, lo explica:
-Esta zona ha sido la m¨¢s cast¨ªgada por la coiza. Y ahora se registran despidos masivos. La gente est¨¢ muy quemada.
En la redacci¨®n, el cronista pol¨ªtico da una interpretaci¨®n mucho m¨¢s completa:
-No estamos volviendo a 1936. Estamos volviendo a 1976. El consenso y el desencanto se acaban de forma simult¨¢nea. Voy a escribir una columna de opini¨®n en la que dejar¨¦ todo muy clarito para el lector medio. En todos estos efectos se adivina la vuelta de la derecha a su verdadera naturaleza.
Trilateral selectiva. Los datos te¨®ricos hay que confrontarlos con la pr¨¢ctica. Mientras el cronista pol¨ªtico desarrolla su brillante conclusi¨®n, te toca confrontar sus asertos. Y -piensas-, ?qu¨¦ mejor que acudir a los centros de decisi¨®n! La Comisi¨®n Trilateral es el gran ¨®rgano del capital, el aut¨¦ntico estado mayor, que te lo dijo una vez el jefe de econom¨ªa.
-?Cu¨¢l es su verdadera naturaleza? -le preguntas a un portavoz.
-Somos un simple club. Un centro de intercambio de experiencias. No hay que exagerar. La Trilateral no tiene car¨¢cter ejecutivo.
En un rinc¨®n del bar donde entrevistas a tu interlocutor escuchas que se habla de Eduardo Punset, el ni?o terrible de la UCD catalana, quien acu?¨® la frase de los "cien tristes de Catalu?a" para referirse a sus compa?eros de militancia. A Punset le rechazaron su candidatura para entrar en la Trilateral. S¨®lo consigui¨® un voto.
-Pues es un club muy exclusivo -comentas.
-Bueno, no hay que exagerar. Es que no puede entrar todo el mundo. Si no, ser¨ªa un club de f¨²tbol.
Llamas a Javier Coma, el inventor de otra frase c¨¦lebre: "El Bar?a, algo m¨¢s que un club", y se lo comunicas. En la agencia de publicidad para la que redacta frases se comienzan a mover todos los mecanismos. Coma pasar¨¢ los dos pr¨®ximos meses buscando una frase adecuada para la Trilateral, sobre la base de una idea sencilla: "La Trilateral es m¨¢s club que un club que es algo m¨¢s que un club".
Sara mejora. Al final de la jornada, una reconfortante nueva: Sara Montiel mejora de su temporal indisposici¨®n. Podr¨¢ volver a llevar una vida normal. En la cl¨ªnica privada donde se cura el estr¨¦s (las estrellas tienen esas cosas) est¨¢ tambi¨¦n, por obra y gracia del permiso de la Direcci¨®n General de Prisiones, Juan Garc¨ªa Carr¨¦s, y aquello se estaba poniendo demasiado inc¨®modo para curar cosas de nervios.
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