El papel creciente de la OTAN para la paz
Es indudable que la OTAN ha desempe?ado un papel decisivo en el mantenimiento de la paz mundial en los ¨²ltimos treinta a?os. Tampoco es dudoso que desde 1949 han ocurrido muchas cosas en Europa y en el mundo, y que de vez en vez los europeos se preguntan si Estados Unidos tiene la voluntad, y los medios eficaces, para defender a Europa frente a un ataque sovi¨¦tico; a su vez, en Washington se preguntan si los europeos tienen la voluntad, y los medios, para asumir la parte inevitable que les corresponde en su propia defensa; de uno u otro lado existen dudas de si la Alianza Atl¨¢ntica resuelve o complica los intereses respectivos en otras partes del mundo. Recientemente han existido posiciones contradictorias entre los diez de la Comunidad y los quince de la Alianza en temas como el Pr¨®ximo Oriente y sus problemas, o mejor, sus petr¨®leos.Algunos han deducido de esta situaci¨®n una tendencia a la crisis de la OTAN, coincidente con un resurgimiento de brotes de pacifismo en algunos sectores europeos, que siempre coinciden con momentos en los que Mosc¨² intenta presionar a los Gobiernos europeos sobre temas de defensa, como ahora ocurre con los cohetes de alcance intermedio, de los que la URSS ya dispone en Europa, pero que quiere prohibir a sus adversarios en la OTAN.
Mi opini¨®n es la contraria: la actual crisis mundial va a ampliar el actual papel de la Alianza Atl¨¢ntica, como ¨²nica organizaci¨®n defensiva importante que subsiste hoy en el mundo no sometido a la influencia sovi¨¦tica. No se trata de que hoy mismo se vaya a plantear una extensi¨®n de los l¨ªmites se?alados por el Tratado de Washington para la mutua defensa, lo que, hoy por hoy, probablemente plantear¨ªa problemas muy dif¨ªciles. De lo que se trata es de que los conflictos que hoy se presentan en ¨¢reas muy diferentes del mundo van a obligar a m¨¢s amplias y frecuentes consultas entre los pa¨ªses miembros de la OTAN.
Dos puntos importantes
Hay que recordar, a este respecto, dos puntos importantes. El primero es que la OTAN fue concebida como una pieza dentro de un conjunto de alianzas para contener a la URSS dentro de la esfera de influencia que se le hab¨ªa asignado en Yalta y Postdam. Es lo cierto que s¨®lo la OTAN ha logrado sus objetivos, y que, sucesivamente, el pacto de Bagdad, la SEATO y otros pactos y organizaciones han ido desapareciendo, mientras que la influencia sovi¨¦tica avanzaba dram¨¢ticamente (en Vietnam o en Afganist¨¢n) en los respectivos escenarios.
La segunda cuesti¨®n es que la OTAN es una organizaci¨®n que no tiene car¨¢cter supranacional (como las Comunidades Europeas), sino que, siendo una alianza cl¨¢sica, que mantiene ¨ªntegros los derechos soberanos de los Estados miembros, su modo de funcionar es a trav¨¦s de un sistema puramente de consultas, en los tres sentidos de informaci¨®n, consulta previamente dicha y coordinaci¨®n. Los miembros deben informar al Consejo Atl¨¢ntico de cuanto pueda afectar de modo serio a la Alianza; los Gobiernos no deben actuar en cuestiones que afecten de modo grave a la Alianza o a sus miembros sin previa consulta, y, logrado un consenso general, todos deben tenerlo en cuenta.
Pues bien: es cada vez menos probable que estos principios no propendan a ser aplicados, cada vez m¨¢s, en otros conflictos a escala mundial, ya que justamente s¨®lo la OTAN ha sobrevivido a la crisis de otras alianzas. Es decir, que Estados Unidos deber¨¢ consultar su pol¨ªtica en Centroam¨¦rica si no quiere encontrarse con que Francia, miembro de la Alianza Atl¨¢ntica, salga a su vez con declaraciones contradictorias en El Salvador. Ello va a aumentar y potenciar la importancia de encontrarse dentro, y no fuera, de ese foro clave de consulta y coordinaci¨®n.
En una palabra: es mucho m¨¢s probable y mucho m¨¢s conveniente que, en las actuales circunstancias del mundo (y sobre todo despu¨¦s del manifiesto fracaso en. Madrid del esp¨ªritu de Helsinki), se vuelva a la situaci¨®n de los a?os cincuenta, cuando la guerra de Corea demostr¨® las ventajas de una cooperaci¨®n global entre los aliados que lo ocurrido en momentos ulteriores, en que unas veces los unos, y otras los dem¨¢s, jugaron a desentenderse de una realidad inexorable, a saber: un ataque global contra los intereses de-todos. Los valores espirituales y los intereses comunes que se quiso salvaguardar en 1949 siguen en pie, y a¨²n es tiempo de defenderlos conjuntamente.
Por otra parte, se han introducido factores concretos nuevos que interesa tener muy en cuenta y analizar a fondo. Uno es, sin duda, la crisis de la energ¨ªa, que ha hecho buscar a los pa¨ªses europeos (y a Jap¨®n) soluciones de emergencia bilaterales, que en su conjunto han aumentado la capacidad de negociaci¨®n de la OPEP.
Apretar el gatillo
En segundo lugar, el desarrollo de las armas nucleares y sus medios de disparo han cambiado (sobre todo, en las de alcance medio y t¨¢ctico), a la vez que los dispositivos psicol¨®gicos se han visto seriamente afectados por planteamientos nuevos, como el de la bomba de neutrones, creando la sensaci¨®n (a mi juicio, injustificada) de una eventual guerra nuclear reducida solamente al teatro europeo. Los prohombres de esta teor¨ªa olvidan que son los americanos y los rusos precisamente los que ya est¨¢n acostumbrados a vivir con proyectiles nucleares que les apuntan, respectivamente, hace a?os, y precisamente por ello los m¨¢s cuidadosos en no bromear con quien aprieta los gatillos. En fin, aunque Estados Unidos sigue siendo el poder decisivo en la Alianza, Europa ha mejorado relativamente su posici¨®n (sobre todo la econ¨®mica). Es indudable que Estados Unidos nada tendr¨ªa que objetar a que esta realidad sea reconocida en t¨¦rminos de mayor participaci¨®n conjunta europea; lo que no puede aceptar es que se plantee por caminos paralelos o contradictorios, como a veces intentaba Giscard.
Ello obliga a replantear una pol¨ªtica y una estrategia conjuntas, si se quiere evitar que contin¨²e el deterioro de la situaci¨®n general y .el n¨²mero de problemas crecientes sin control.
Uno de los teatros en los que hay que definirse es en el de Oriente Medio. Un embargo del petr¨®leo ser¨ªa posible (como ocurri¨® con Holanda) contra uno o dos pa¨ªses aislados; no ser¨ªa posible contra todos. Esta es una verdad irrefutable, aunque a veces las verdades evidentes sean necesariamente las m¨¢s reconocidas. Despu¨¦s de Afganist¨¢n no puede haber duda alguna de que la otra parte est¨¢ dispuesta a utilizar la fuerza e la regi¨®n. Por su parte, Estados Unidos ha demostrado ya, primero en Camp David y ahora con la venta de los AWACS, que est¨¢ dispuesto a jugar fuerte para conseguir una paz que estabilice la misma regi¨®n. A eso hay que jugar, y ser¨ªa suicida querer dividir la cuesti¨®n principal por intereses econ¨®micos parciales. S¨®lo una paz que d¨¦ lo suyo a los pa¨ªses ¨¢rabes y a Israel una garant¨ªa de subsistencia puede levantar la pesada hipoteca de un complejo en el que juegan la presi¨®n sovi¨¦tica, los movimientos integristas del Islam y otros procesos de la m¨¢s extrema peligrosidad.
En cuanto al Tercer Mundo, los problemas son de una extrema variedad, y como tales deben ser examinados. Pero hay un elemento unificador: en Vietnam o en Angola, en Cuba o en Etiop¨ªa, en Nicaragua como en el norte de Namibia, la presi¨®n se produce siempre del mismo lado y en beneficio de los intereses estrat¨¦gicos de la URSS. Siempre defender¨¢, como el que m¨¢s, las reformas que conduzcan a una mayor justicia social, pero ha de ser dentro de un contexto de estabilidad, a escala mundial, y de que las reformas sean efectivas, no para crear nuevas Cubas o nuevos Mozambiques.
Asia nos pilla m¨¢s lejos, en el Extremo Oriente y en el sureste asi¨¢tico, pero todos dependemos del oc¨¦ano Pac¨ªfico, y en particular del Indico, para que un mundo de prosperidad siga funcionando. Y en Africa parece probable que Francia no siga jugando el papel de gendarme ante las emergencias. Todo ello exige tambi¨¦n nuevas f¨®rmulas de concertaci¨®n y consulta. Y lo mismo cabe decir ante cuestiones tan capitales como el nuevo Derecho del Mar y tantos otros elementos de un nuevo orden mundial, que se est¨¢ construyendo a retazos y sin una visi¨®n de conjunto.
Preveamos, pues, una ampliaci¨®n del sistema de consultas y felicit¨¦monos de llegar, por fin, a un lugar en el que, a lo menos, podamos participar en las mismas.
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