Polvo en las banderas
Durante el pasado fin de semana, Madrid ha sido una capital ocupada por los violentos representantes de ideas y modos pol¨ªticos derrotados en la segunda guerra mundial y pr¨¢cticamente desterrados del escenario democr¨¢tico europeo, salvo como comparsas patol¨®gicos o conspiradores de opereta. Aqu¨ª no fueron derrotados en la guerra, claro, y bien lo hemos tenido que pagar; en cambio, han sido reiterada y abrumadoramente vencidos por las urnas en todos los comicios celebrados en estos ¨²ltimos a?os, para no mencionar el expl¨ªcito rechazo que han sufrido en el terreno de las costumbres, de los s¨ªmbolos y de su concepci¨®n monol¨ªticamente imperial de la comunidad. Y, sin embargo, pese a encarnar una opci¨®n miniminoritaria y com¨²nmente detestada -y no s¨®lo descartada- por la mayor¨ªa de los ciudadanos, durante tres d¨ªas se les vio, se les oy¨® y, a poco que uno no recordara a tiempo el Cara al sol, se les padeci¨® traum¨¢ticamente. Piaras de mon¨®tonos energ¨²menos recorr¨ªan la ciudad en el coche de pap¨¢ -con pap¨¢ y la abuelita dentro del coche, por si fuera poco-, aturdiendo al resignado personal con bocinazos ripiosos, aullando por los altavoces las notas de su alegre camarader¨ªa, esgrimiendo -pese a estar expl¨ªcitamente prohibido por la ley- la bandera nacional con adornos emblem¨¢ticos m¨¢s o menos ab l¨ªbitum; de cuando en cuando hac¨ªan una descubierta a pie, disfrazados de paracaidistas manch¨²es, vociferando sus renovadoras consignas a alg¨²n pac¨ªfico se?or que trataba de tomarse su caf¨¦ con leche sin hacerles caso o retorciendo el brazo a cualquier asistenta jubilada que no respondiera al saludo romano con la debida presteza. Dado que su dominio del lenguaje articulado es m¨¢s bien primario (por no referirnos al pensamiento habitualmente conectado con ¨¦l, bloqueado en ellos por perpetuo y secular cortocircuito), su teor¨ªa pol¨ªtica se ve¨ªa reducida a los vivas de rigor, a una exaltaci¨®n jacarandosa de los golpistas pasados, presentes y futuros, junto a los correspondientes mueras al Rey y a la legalidad constitucional. La polic¨ªa, cansada de sus recientes esfuerzos contra los obreros en paro en Getafe, los ve¨ªa hacer con benevolente preocupaci¨®n, salvo alguna intervenci¨®n aislada que les vali¨® un ladrillazo que otro. Fueron tres d¨ªas, ya digo; pero tres d¨ªas se pasan pronto, con tal de que no tengan octava...Ante esta exhibici¨®n de agresividad fascista, hubo quien se dijo con temor: "Cada vez tienen m¨¢s fuerza"... Y no: lo que pasa es que disfrutan cada vez de mayor impunidad. Tanta, tanta impunidad que a veces parece apoyo oficial. ?Que se pretende organizar una manifestaci¨®n por la paz, el desarme y la libertad, dado que no se ha permitido a la gente expresar su opini¨®n sobre el tema de la entrada en la OTAN de otro modo, pese a haberlo solicitado masivamente? Pues primero se transforma lo de manifestaci¨®n en concentraci¨®n, que es m¨¢s discreto, y luego se cambia el lugar de la convocatoria tres o cuatro veces, en cada ocasi¨®n llev¨¢ndola un poco m¨¢s a trasmano que antes, hasta mandar a la gente casi a Villalba. La tarde anterior, la televisi¨®n anuncia que vaya usted a saber lo que puede armarse y que la polic¨ªa tiene ¨®rdenes de mantener el orden con la m¨¢xima energ¨ªa: nada m¨¢s alentador para animar a los indecisos. Al d¨ªa siguiente, el gobernador civil informa que ¨¦l cont¨® a los ex manifestantes cuando pasaban por delante de su casa y que s¨®lo hab¨ªa catorce y un bombero. Pues muchas gracias, don Mariano. La gran parada fascista, en cambio, cuenta con m¨¢s alicientes. En primer lugar ha de hacerse en una zona bien c¨¦ntrica de Madrid, porque la tradici¨®n es la tradici¨®n, y al abuelito, que santa gloria haya, le ten¨ªa encaprichado la plaza de Oriente. No es cosa de desairar seis a?os despu¨¦s a sus fans catapult¨¢ndolos a Canillejas. Por lo dem¨¢s, como todos est¨¢n motorizados, ya se encargar¨¢n ellos de moverse por todo Madrid armando jaleo para que se les vea bien. Lo de la prohibici¨®n de utilizar la bandera nacional no cuenta, porque un d¨ªa es un d¨ªa: cuando luego quemen por ah¨ª la bandera identific¨¢ndola con todo lo que los espa?oles tratamos de quitarnos de encima desde hace siglos, c¨²lpese del malentendido a jornadas como ¨¦stas. Siempre al quite, el gobernador proh¨ªbe que compita con la de los fachas una manifestaci¨®n estudiantil de apoyo a la democracia, para evitar provocaciones. Como es bien sabido, todo el que resiste a los provocadores se convierte autom¨¢ticamente en provocador. En
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tre tanto, por la televisi¨®n se dar¨¢ amplia noticia de la vigencia del pensamiento de Jos¨¦ Antonio, cuyas ideas, en efecto, mal podr¨ªan haber perdido actualidad, ya que nunca la tuvieron; no faltar¨¢ alg¨²n neoconservador que le tendr¨¢ por la figura m¨¢s un¨¢nimemente respetada de ambos bandos de la guerra. ?Lo que hay que o¨ªr... y de qui¨¦n hay que o¨ªrlo! Golpistas de hace m¨¢s de cuarenta a?os exponen con delectaci¨®n y amplitud a los televidentes la utilidad quir¨²rgica de las sublevaciones militares de signo autoritario, para que cada cual tome nota. Y luego otra vez a la calle, a chulear un poco a los madrile?os, como en tiempos del abuelito. As¨ª va ganando fuerza cualquiera. Lo dificil es tener fuerza cuando uno es un despedido de la John Deere y vive en Getafe, porque all¨ª se reprimen las manifestaciones con pelotazos y botes de humo, y de la huelga la mayor¨ªa de los peri¨®dicos (incluido este en que escribo) informan poco y mal, no digamos la televisi¨®n, y uno no tiene coche para recorrer Madrid en caravana tumultuaria a fin de interesar a la gente con problemas demasiado sucios para un sistema que quiere ser a toda costa limpio como ¨¦ste. Conservar en estas condiciones la fuerza y la solidaridad para que los dem¨¢s no se olviden de que existes, eso s¨ª que tiene m¨¦rito.
El domingo por la ma?ana hab¨ªa largu¨ªsimas colas de madrile?os que quer¨ªan contemplar al Guernica en su custodiada pecera o visitar la exposici¨®n Picasso. En el Retiro se hac¨ªa gui?ol, teatro popular y juegos malabares al aire libre. Todo el mundo pensaba c¨®mo volver a casa sin tropezar con los v¨¢ndalos y sin padecer de modo demasiado humillante el espect¨¢culo de su tolerada promoci¨®n. Durante tres d¨ªas, contra la voluntad reiteradamente expresada de los ciudadanos, Madrid se les entreg¨® para que atemorizaran y desafiaran un poco al vecindario. Bueno, ya se pas¨®. Ahora hay que preguntarse en serio si ellos tienen fuerza porque la democracia la va perdiendo o si su ¨²nica fuerza es la que reciben gratuitamente de tibios compa?eros de viaje de la democracia -ayer lo fueron del fascismo-, desdichadamente encargados por oficio de administrarla y defenderla.
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