La arquitectura de tierra, adoptada por una tercera parte de la humanidad
Exposici¨®n en Par¨ªs sobre un sistema de construcci¨®n milenario
Una tercera parte de la humanidad vive en casas de tierra. Este hecho antropol¨®gico ha sido reflejado en una exposici¨®n sobre Arquitectura de tierra que acaba de ser inaugurada en el Centro Cultural Georges Pompidou, de Par¨ªs. La exposici¨®n, que permite apreciar un modo de construcci¨®n que, por ejemplo, en zonas como Africa y Cercano Oriente se utiliza desde hace 10.000 a?os, recorrer¨¢ a partir de febrero de 1982 cincuenta ciudades de veinticinco pa¨ªses.
FERRERLa estandarizada monoton¨ªa y la aridez formal del llamado estilo internacional, las limitadas experiencias de las tecnolog¨ªas marginales -principalmente en Estados Unidos-, el retorno a la naturaleza predicado por los ecologistas y, sobre todo, la crisis del petr¨®leo de 1973 han puesto de relieve la necesidad de buscar f¨®rmulas y materiales de construcci¨®n diferentes.La exposici¨®n actualiza el inter¨¦s por la arquitectura en tierra cruda, una t¨¦cnica que permite, adem¨¢s de un importante ahorro de energ¨ªa, mantener o restaurar el equilibrio natural del medio ambiente en lugar de destruirlo, mediante construcciones que, seg¨²n uno de sus pioneros en este siglo, el arquitecto egipcio Hassan Fathy, ?parecen surgir del paisaje como los ¨¢rboles?.
Un material de f¨¢cil empleo, abundante y barato, que puede encontrarse pr¨¢cticamente en todas las regiones del globo, fr¨ªas o c¨¢lidas, secas o lluviosas, y que bien en forma de adobe secado al aire y al sol, o de encofrados, permite una gran variedad de lenguajes arquitect¨®nicos, desde los m¨¢s elementales y simples hasta los m¨¢s sensuales y expresivos. La riqueza de estos lenguajes es fruto de una tradici¨®n milenaria, que tuvo su origen en la noche de los tiempos, puesto que hace 10.000 a?os el hombre lo empleaba ya para construir sus ciudades (Babilonia), sus torres (Babel), sus palacios (el de Mausolo de Halicarnaso), sus fortificaciones (las murallas de Jeric¨® y, en gran parte, la de China), y que nos ha dejado como testimonio de solidez y belleza magn¨ªficas mezquitas, templos, santuarios, graneros, viviendas rurales y urbanas.
Por ello, la exposici¨®n del Centro Pompidou insiste en la universalidad de este material que puede emplearse en todas las latitudes y supone, en cualquier caso, confort t¨¦rmico, al ser un regulador natural ¨®ptimo entre las temperaturas exteriores e interiores. La tierra es capaz de adaptarse a las nuevas exigencias de comodidad, higiene y evoluci¨®n de las mentalidades, puesto que puede beneficiarse de los adelantos t¨¦cnicos y cient¨ªficos que facilitan la soluci¨®n de los problemas que pueden plantearse, como, por ejemplo, la estabilizaci¨®n de la humedad mediante la mezcla de tierra con peque?as cantidades de nuevos elementos que aumentan su resistencia y solidez.
Por otra parte, la integraci¨®n de tecnolog¨ªas suaves, como la energ¨ªa sqlar, parece dar resultados altamente eficaces, puesto que en una casa de tierra cruda, bien construida, puede llegar a cubrir el 95 % de sus necesidades t¨¦rmicas.
Prejuicios hacia la tierra cruda
Sin embargo, hablar hoy de arquitectura de tierra provoca en algunos la risa, y en otros, reticencias de todo tipo: psicol¨®gicas, pues se asocia con la pobreza, la miseria y la falta de higiene; culturales, ya que, para muchos, tradici¨®n es sin¨®nimo de reacci¨®n; pol¨ªticas, al favorecer las econom¨ªas descentralizadas, las autonom¨ªas locales y la protecci¨®n de la identidad cultural, y, naturalmente, econ¨®micas, puesto que es un material barato, incluso gratuito. En el ¨¢mbito econ¨®mico, la situaci¨®n se agrava debido a que las multinacionales, v¨ªa nuevo colonialismo, no tienen ning¨²n inter¨¦s en promocionar el material tierra, sino m¨¢s bien en desacreditarlo, con el fin de abrirse nuevos mercados (sobre todo en los pa¨ªses del Tercer Mundo, donde precisamene es m¨¢s eficaz), o proteger los ya ganados, pese a la aberraci¨®n, denunciada por algunos arquitectos conscientes, que supone construir en hormig¨®n en algunas regiones.Sin embargo, felizmente las mentalidades evolucionan, y la presente exposici¨®n, que quiz¨¢ hace una d¨¦cada: hubiera despertado ¨²nicamente el inter¨¦s de unos cuantos ecologistas o rom¨¢nticos nost¨¢lgicos del pasado, despierta hoy la curiosidad del gran p¨²blico. Este p¨²blico se detiene ante las fotograf¨ªas, planos y maquetas, algunas gigantes, y sigue con atenci¨®n su audiovisual, quiz¨¢ porque, como afirma su organizador, Jean Dethier, es una exposici¨®n militante, que no tiene nada de ?f¨®sil mirada al pasado?, sino que est¨¢ pensada y proyectada hacia el futuro.
La actualidad y prometedor futuro de ?esta tradici¨®n milenaria?, que, como escribi¨® en la ¨¦poca de la Revoluci¨®n Francesa uno de sus primeros pioneros en Occidente, Frangois Gointeraux, ?puede adaptarse a las necesidades espec¨ªficas de cada habitante?, quedan ampliamente demostradas por las realizaciones que se exponen. Entre las muestras destacan el centro m¨¦dico de Mopti (1976) y el Museo Nacional de Bamako, en Mal¨ª (1981), el poblado rural de New-Gourna (comenzado en 1946) y la cooperativa agr¨ªcola de Baris, en Egipto (obras ambas de Hassan Fathy), el barrio urbano La Luz, en Alburquerque, Estados Unidos (1975), o la magn¨ªfica supervilla del magnate de la madera norteamericano en Taos (1980), que son s¨®lo unos cuantos ejemplos de los muchos que pudieran citarse.
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