La colza de nunca acabar
CUANDO PASAN ya de doscientas las v¨ªctimas mortales del s¨ªndrome t¨®xico, el balance de la actuaci¨®n del Gobierno y de la Administraci¨®n p¨²blica para averiguar las causas de la enfermedad, frenar o hacer desaparecer sus estragos, prestar ayuda a los supervivientes y adoptar medidas preventivas ante cat¨¢strofes parecidas, sigue arrojando un resultado globalmente negativo y altamente criticable. La preocupaci¨®n gubernamental por salvar la cara ha ocupado en ocasiones un lugar prioritario en las actuaciones estatales, y ha lastrado la eficacia y la diligencia de una gesti¨®n que precisaba un honesto reconocimiento p¨²blico de los errores cometidos para rectificarlos por entero y para recuperar la confianza perdida de la opini¨®n p¨²blica.El Gobierno parece no escatimar los elogios y la admiraci¨®n hacia su propia labor, aunque algunos de sus logros -como el ANE y la LOAPA- pendan de un hilo o sean indisociables de la colaboraci¨®n de la oposici¨®n y otros resultados positivos -como la relativa paz social, la contenci¨®n del terrorismo y la disminuci¨®n de la inseguridad ciudadana- tengan una causaci¨®n m¨¢s compleja y lejana que la simple eficacia en el Ejecutivo. Aparte de la nueva ofensiva contra la libertad de expresi¨®n, iniciada con el desmantelamiento de Televisi¨®n Espa?ola y del permanente repliegue frente a los desaf¨ªos involucionistas, perceptible en la ins¨®lita equidistancia gubernamental entre una manifestaci¨®n ciudadana dentro de la legalidad y una especie de marcha sobre Madrid de intencionalidad anticonstitucional, el envenenamiento masivo iniciado a comienzos de mayo puede servir de aut¨¦ntica piedra de toque para comprobar que la eficacia, el rigor y la seriedad de muchos ministros se hallan m¨¢s cerca de los deseos que de las realidades.
Solamente la presi¨®n, a medio gas, de la oposici¨®n parlamentaria logr¨® sacar de su hier¨¢tico marasmo al poder ejecutivo, oblig¨¢ndole, en el mes de septiembre, a rendir insatisfactorias cuentas al Congreso de los Diputados, en un Pleno que pasar¨¢ a la posteridad como ejemplo de lo que no debe ser un debate parlamentario en un sistema democr¨¢tico. En ese Pleno, la C¨¢mara Baja adopt¨® una serie de medidas y aprob¨® un conjunto de disposiciones cuya instrumentaci¨®n por el poder ejecutivo no parece alcanzar, en l¨ªneas generales, los niveles de eficacia que la dram¨¢tica situaci¨®n necesita, que los afectados merecen y que la opini¨®n p¨²blica exige.
La discreta sordina de los servicios informativos de los medios de comunicaci¨®n estatales sobre el envenenamiento, se justifica oficiosamente por el loable prop¨®sito de no crear ansiedad a los enfermos; pero tambi¨¦n puede buscar el objetivo de regresar a los buenos viejos tiempos, en los que el silenciamiento de las noticias equival¨ªa a la inexistencia de los hechos que las produc¨ªan. La preocupaci¨®n por el estado de ¨¢nimo de los supervivientes tendr¨ªa que plasmarse, de forma obviamente prioritaria, en una asistencia psiqui¨¢trica m¨¢s completa, en una asistencia domiciliaria no deficiente y en ayudas m¨¦dicas y rehabilitadoras que hagan descender la ansiedad de quienes padecen todav¨ªa las secuelas de la enfermedad. Los medios de comunicaci¨®n pueden y deben contribuir a esa tarea. Pero las t¨¢cticas de cerrojazo informativo s¨®lo sirven para que los rumores y los bulos ocupen el espacio de las noticias y para que funcionarios incompetentes o corruptos se beneficien de la patente de corso de la impunidad.
En estos d¨ªas comienza a plantearse la sospecha de que la hip¨®tesis del aceite de colza desnaturalizado no cubra por completo todos los datos de esa mort¨ªfera intoxicaci¨®n. El estancamiento de la investigaci¨®n, por un lado, y la falta de coordinaci¨®n entre los equipos que siguen l¨ªneas paralelas de estudio, por otro, abona ese temor m¨¢s que cualesquiera otras razones. El recuerdo de la abrupta forma en que fue descartada, en provecho de la fantasiosa explicaci¨®n de la neumon¨ªa t¨®xica, la hip¨®tesis del doctor Muro sobre el envenenamiento por v¨ªa digestiva invita a que no se deje de explorar ninguna l¨ªnea de investigaci¨®n posible. Para que esa multiplicidad de trabajos no se pierda en la inoperancia y en la reiteraci¨®n es preciso que el Gobierno, a trav¨¦s del Ministerio de Sanidad, coordine esos esfuerzos, comunique entre s¨ª a los diferentes equipos y ponga fin al gremialismo corporativista de los especialistas. Cuantas noticias llegan de la marcha de la comisi¨®n investigadora hablan, en cambio, de descoordinaci¨®n, reyertas miserables entre los profesionales y falta de respeto al verdadero objeto de los trabajos. Nada mucho mejor se puede decir de la comisi¨®n parlamentaria creada al efecto. Y quiz¨¢ ser¨ªa un buen paso que ¨¦sta reclamara, antes de que concluya este per¨ªodo de sesiones, una comparecencia de los ministros afectados, a fin de ser informada sobre la situaci¨®n de las investigaciones y acerca del resto de los compromisos adquiridos por el Gobierno ante la C¨¢mara de los Diputados hace m¨¢s de dos meses.
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