Un presupuesto inflacionista
EL PROBLEMA m¨¢s dram¨¢tico con que se encuentra la econom¨ªa espa?ola es el elevado y creciente porcentaje de poblaci¨®n en edad y con deseos de trabajar que no consigue un empleo. El paro es la consecuencia del desfase entre el crecimiento de la capacidad de producci¨®n y el de la poblaci¨®n potencialmente activa, de tal modo que s¨®lo un aumento sensible de la inversi¨®n es capaz de generar una absorci¨®n de la mano de obra. Pero en los ¨²ltimos seis a?os, el equipo productivo espa?ol se ha reducido y hoy en d¨ªa es, incluso, inferior al de 1974. Adem¨¢s de esto, la nueva maquinaria introducida ha estado en gran parte orientada a la sustituci¨®n de mano de obra y no al desarrollo de la producci¨®n. Es decir, que a pesar del alto n¨²mero de trabajadores en paro las inversiones se han caracterizado por una intensidad excesiva, quiz¨¢ como respuesta al mayor encarecimiento del trabajo.En cualquier caso, el mercado no favorec¨ªa la aparici¨®n de un caudal de inversiones capaz de enderezar una econom¨ªa condenada a un reajuste por su gran dependencia energ¨¦tica y por el r¨¢pido crecimiento de mano de obra en edad laboral. Cuando los mecanismos del mercado se encasquillan es cuando se hace m¨¢s necesaria la actuaci¨®n correctora del Estado, cuyo principal indicador es precisamente el presupuesto. La reforma fiscal demostr¨® la posibilidad de aumentar los ingresos del Tesoro de modo que el camino de la inversi¨®n p¨²blica no quedar¨¢ totalmente bloqueado. Quiz¨¢ se pudo introducir una mayor finura en la distribuci¨®n de la carga impositiva, favoreciendo el ahorro y desestimulando el consumo, tambi¨¦n se pudo reducir la incidencia de aquellos grav¨¢menes, como las cotizaciones a la Seguridad Social, que encarecen de forma adicional los costes de trabajo, pero en conjunto, el Estado dispuso de un mecanismo de distribuci¨®n de las rentas y, al mismo tiempo, de unos ingresos superiores para destinarlos all¨ª donde resultasen m¨¢s necesarios. El fallo ha sido la pol¨ªtica de gasto p¨²blico. La acci¨®n del Estado no ha corregido las imperfecciones del mercado, sino que por el contrario ha intensificado un proceso de transferencias de rentas que ha conducido a la desaparici¨®n de la inversi¨®n p¨²blica, con el peligro de condenarnos a una sociedad de crecimiento cero. El conjunto de las administraciones p¨²blicas -Estado, Seguridad Social, organismos aut¨®nomos y corporaciones locales- realizar¨¢ gastos en 1982 por un valor superior a los seis billones de pesetas, pero la inversi¨®n propiamente dicha, es decir, aquella susceptible de convertirse en maquinaria nueva o en obras de infraestructura, ser¨¢ una parte muy marginal de esta cifra. Las remuneraciones delos funcionarios representan un 35%, las transferencias v¨ªa pensiones, seguro de desempleo y subvenciones, el 55%; las compras de material y otros gastos se aproximan al 4%, y para inversi¨®n real, apenas si resta el 5% de ese total de los gastos p¨²blicos, que sin incluir las empresas de capital p¨²blico, suponen ya el 30% de los gastos totales del pa¨ªs.
Este presupuesto, impuesto a sus autores por la negligenc¨ªa ajena de no saber enfrentarse pol¨ªticamente con energ¨ªa a los grav¨ªsimos problemas econ¨®micos de nuestra sociedad, no va a resolver absolutamente nada. La promesa de creaci¨®n de 350.000 puestos de trabajo quedar¨¢ en nada y la econom¨ªa tendr¨¢ que contentarse con la peque?a tajada que la depreciaci¨®n de la peseta nos permita arrancar en los mercados extranjeros. Seguiremos moviendonos en tasas de crecimiento por debajo del 2,5%, es decir, acumulando m¨¢s paro y sin posibilidades de un aumento real del empleo. Quiz¨¢ las dificultades pol¨ªticas habituales desde el pasado mes de febrero sea el motivo fundamental de que la discusi¨®n presupuestaria se nos haya escamoteado, de hecho, una vez m¨¢s. El debate de ¨²ltima hora en el Parlamento sobre las promesas incumplidas del Gobierno respecto a la devoluci¨®n del patrimonio sindical, no pasa de ser una an¨¦cdota, si se quiere amarga, en la discusi¨®n de unas cuentas que presentan un d¨¦ficit ingente y cuya utilidad para reanimar la econom¨ªa es irrelevante, mientras que su sola presencia nos garantiza la inflaci¨®n para los a?os venideros. Mientras el Gobierno y el partido en el poder no sean capaces de poner orden en su propia casa y contribuir, cortando los gastos irritantemente improductivos, al aumento de la capacidad productiva mediante el crecimiento de la inversi¨®n, nuestro destino econ¨®mico seguir¨¢ estando claro: inflaci¨®n, paro y estancamiento.
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