Pavlovsky presenta a su orquesta de se?oritas
El actor y travestido Angel Pavlovsky present¨® anteayer en la Sala Olimpia, de Madrid, su espect¨¢culo Pavlovsky y su orquesta de se?oritas, que ¨¦l ha creado, dirige e interpreta con un cuarteto de m¨²sicas. El espect¨¢culo dura tres horas, durante las cuales Pavlovsky ironiza absolutamente sobre todo, sirvi¨¦ndose para ello de la m¨²sica y del teatro
Al t¨¦rmino de casi tres horas de delirante presentaci¨®n, Pavlovsky, rodeado de su orquesta de se?oritas, pidi¨® que el p¨²blico abandonase la madrile?a Sala Olimpia cantando con ardor el estribillo pendular: ?Donde abunda tanta loca, / ?qu¨¦ importa una loca m¨¢s!?. Importa reconocer que Pavlovsky, antes de esos adioses retozones, tuvo una noche genial, en la que el p¨²blico no le regate¨® aplausos, bravos, carcajadas, confesiones, mordiscos, cerillas, insultos y piropos.Adem¨¢s de granadina con paja, servida por un siniestro paje de enhiesta pluma en la mollera, la divina Pavlovsky tom¨®, como suele no decirse, de todo. Y dio insolencia zumbona, veneno lento, psicoan¨¢lisis en grageas, hipnotismo a palo seco, sue?os de alcoba bizcochera, el do de espaldas y, en especial, para los liberados y reprimidos, talento hasta salirse de madre y padre.
?Qu¨¦ reflejos a la hora loca de resituar el verbo en el principio, en la mitad de la mitad y en la cola! En fin, un espect¨¢culo para masoquistas disfrazados de s¨¢dicos. O sea, para todos. Pero, alguien se estar¨¢ preguntando, ?de qu¨¦ va la cosa? Y, en verdad, la cosa va de nada, de nada en peor, que es mejor si nos pillan por sorpresa.
El decorado es un jard¨ªn seudosimb¨®lico: florecillas franciscanas, jarrones rebosantes de capullos, arcos vegetales, ¨¢rboles que dejan ver el bosque, Venus y Cupido, orquesta restaurada procedente de un retablo naif, p¨¢jaros invisibles y generosa Luna llena. Como murci¨¦lago estilizado que dejara Lacan en libertad, Pavlovsky revolotea sobre el respetable al acecho, esboza el tedio, se sit¨²a p¨ªcaramente entre Barbra Streissand y Monserrat Caball¨¦, cose el olvido con sus manos, humedece el eco de los labios y empu?a el micr¨®fono para decir lo que no dice por puro horror a Gide: ?Natanael, ?qu¨¦ te dir¨¦ de las camas??.
Se transforma el murci¨¦lago, seg¨²n los casos, en saltamontes, canguro, pulpo, pantera, pulga, jabal¨ª o fais¨¢n. En metralleta o sacacorchos. En la plomada que le promete a los espectadores, vengan de donde venan, un memorable orgasmo colectivo. Habla y habla Pavlovsky. Canta para trocar el vicio en eran virtud. Evoca una lejana y prolongada noche de tormenta. Aguarda el oportuno reproche: ??Por qu¨¦ llevas ese traje tan feo??. Exige luz instant¨¢nea. Saca a la atrevida. La deja en rid¨ªculo con envolvente sa?a. En su papel provocador de cuch¨¦-estraza, nadie puede con Pavlovsky.
Babelia
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