Los toros espa?oles dieron "guerra" en Caracas
Los toros espa?oles -albacetenses, de Samuel- volvieron loquitos a los toreros, sobre todo a esas figuritas decadentes en que han acabado por convertirse Palomo Linares y Jos¨¦ Mari Manzanares. Les dieron guerra. Fue ?la guerra de las Caracas?.No es que los toros espa?oles, albacetenses y de Samuel, fueran terror¨ªficos por presencia o por comportamiento. Decorosos de tipo, mansurrones, como evidenciaban al salirse sueltos de las suertes, presentaron problemillas del orden de quedarse cortos, carecer de fijeza, poner un punto de aspereza en la embestida, y de este orden cada cual. Pero pregonao no hubo ninguno, ni de lejos.
En cambio ten¨ªan casta y ah¨ª es donde les duele. A las figuritas decadentes lo peor que les puede ocurrir es que les salga un toro de casta. Con el toro de casta pierde los papeles hasta el m¨¢s marchoso -si es que queda alguno- A ellos les va -?se ha dicho tantas veces, qu¨¦ hartura!- pegar 52 pases llamados naturales, m¨¢s 52 llamados de rechazos, que suman 104. No tienen otro repertorio ni pueden quedarse en menos, pues como carecen de calidad, es fuerza que derrochan cantidad.
Plaza de Caracas
Corrida televisada. Toros de Samuel, con problemas. Palomo Linares: pitos en los dos. Manzanares: pitos en los dos. Morenito de Maracay: silencio y pitos.
Cuando sale el toro de casta, que adem¨¢s no exhibe una docilidad borreguil absoluta, es obvio que ni se le pueden dar tantos pases ni esos pases deben ser siempre los mismos, y es obligado recurrir al repertorio, que la tauromaquia lo tiene abundante, variado y bello, perfectamente aplicable para cada tipo de res. Y, naturalmente, las figuritas decadentes naufragan, hasta hacer el m¨¢s espantoso de los rid¨ªculos. Palomo -con los toros menos manejables, por cierto- tir¨® l¨ªnea en Caracas, y Manzanares parec¨ªa un inexperto, indocto e impotente principiante en Caracas tambi¨¦n. Morenito de Maracay, que actuaba en su tierra, estuvo a la altura de sus compa?eros, lo cual puede ser bueno o malo, seg¨²n con la ¨®ptica que se mire: al fin y al cabo esa altura era la de las figuras.
Por el ambiente que nos permiti¨® apreciar una retransmisi¨®n televisada con muchas interferencias y defectos de imagen y sonido, la corrida de Caracas est¨¢ a nivel de una plaza de segunda en Espa?a. Mejora lo de Quito (que se retransmiti¨® ocho d¨ªas antes), pues all¨ª apenas llegan al nivel de una plaza espa?ola de tercera. Tenemos curiosidad por presenciar corridas de otros cosos americanos. RTVE nos est¨¢ ofreciendo un panorama del toreo en aquellas tierras y llama la atenci¨®n que no concuerde en absoluto con las gestas ultramarinas que nos cuentan, entre fastuosos y entusiasmados adjetivos, determinada agencia informativa y la mayor¨ªa de los corresponsales y enviados de las revistas especializadas.
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