Los hijos del golpe
Hay un golpismo negro, un golpismo blanco, y hay -lo m¨¢s sutil- unos hijos del golpe, unas gentes que secretamente lo desean; que no tienen nada que golpear, pero tampoco tienen nada que temer.La izquierda, la calle, Felipe, Carrillo, los peri¨®dicos, los analistas, la basca, el personal se pregunta por qu¨¦ no nos hacemos fuertes, por qu¨¦ no nos coaligamos, por qu¨¦ no tiramos de la manta antes de que otros se la lleven. A m¨ª me parece claro; hay un subconsciente colectivo, una derecha jungiana que se lo monta interiormente as¨ª: ?La democracia es nuestra. O nosotros o el golpe, porque el golpe no iba a ir contra nosotros?. De modo que, si queremos democracia, quienes hemos puesto colgadura nacional en nuestros balcones interiores, el d¨ªa 6, tiene que ser esta democracia, la de ellos, la suya, porque no nos van a permitir que intervengamos en ella o que alguien se monte otra. En caso de golpe, el golpe ir¨ªa contra esa democracia otra, y los que actualmente hacen de dem¨®cratas (Camba escribi¨® un libro titulado Haciendo de Rep¨²blica, que no s¨¦ qui¨¦n le pagar¨ªa, porque viv¨ªa en el Palace), pasar¨ªan a ser, simplemente, los hijos del golpe, los sufridos beneficiarios del golpe, los aceptantes del golpismo como ?mal menor?. ?Es que le puede haber mayor? Por eso me parece a m¨ª que no se fortifica la democracia, no se le ponen sacos terreros a la ideolog¨ªa ni a la econom¨ªa ni a la geograf¨ªa. Hay un apotegma famoso en el psicoan¨¢lisis: ?El Inconsciente es el discurso del Otro?. El Inconsciente colectivo de la pomada pol¨ªtica con influencia (y de la pomada empresarial y de otras) teme y espera el golpe como una adolescente teme y espera la violaci¨®n, como las fans y groupiers temen y esperan a Mick Jagger, los Rolling Stones y sus piedras rodantes.
Lo m¨¢s que puede pasar es que el Inconsciente colectivo de la pomada pol¨ªtica se quede empre?ado tras el paso de los que trabajan con piedras y otra munici¨®n. Pre?ado de autoritarismo, Orden, autarqu¨ªa, verbosidad, violencia, miedo y confort. Pre?ado de otra Espa?a impresentable. El Otro lacaniano, que es uno mismo y es el Otro barrado que est¨¢ ah¨ª -? en Lacan-, se confundir¨¢n en uno solo: los deseos de autoritarismo del Inconsciente marengo con la necesidad de violencia del Otro barrado. Esa ?, lejos de toda significaci¨®n estructuralista, parece un guerrero gordo con lanza. Nada se hace a lo loco ni nadie est¨¢ tan loco. Cuando pasa lo que pasa, no digo yo que sea c¨ªnicamente (el cinismo supone una vuelta de tuerca intelectual que tampoco les concedo a ciertos pol¨ªticos). Digo m¨¢s bien que el Inconsciente de los presuntos hijos del golpe, que son tales y no lo saben, trabaja como discurso del Otro, discurso m¨¢s eficaz cuantas menos firmas lleve, y por eso, quiz¨¢, ha sido un error balistico ponerle cien firmas al Inconsciente y al Otro; que no existe, y por eso en Lacan aparece barrado, tachado, porque no queremos enterarnos de que no existe: o sea que existe. Todos nos hemos echado un baile constitucional con moza guapa, en la plaza, y Tierno ha vuelto a ser el monumento hablante de lo c¨ªvico, el hombre que m¨¢s se anticipa a su estatua. S¨®lo las cien r¨²bricas, por un lado, y Aranguren por el otro, han desafinado en la charanga dominical y aldeana. Dice Aranguren:
-La Constituci¨®n, si no se cumple, es papel mojado.
El miedo al golpe ha generado lo que genera el miedo a la violaci¨®n: un embarazo, siquiera sea psicol¨®gico. Resultado de ese embarazo, los hijos del golpe monologan inconscientemente con el Otro que son ellos mismos: ?O nuestra democracia o ninguna. Y en caso de golpismo, vamos a ser, cuando menos, los hijos del golpe ?. Ya que no los padres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.