El Kabuky japon¨¦s presenta en Par¨ªs su teatro subversivo
La compa?¨ªa de teatro japon¨¦s Kabuky present¨® en el Festival de Oto?o de Par¨ªs una creaci¨®n impresionante, titulada Shunkan, que confirma la calidad de la representaci¨®n nipona, mezcla de expresionismo y realismo crudo. El Kabuky, creado por una sacerdotisa, practic¨® siempre un arte subversivo, cuya puesta en escena en el mencionado certamen parisiense caus¨® un gran impacto.
Desde la playa, Shunkan ve alejarse el barco que repatr¨ªa a sus dos compa?eros de exilio. La marea, que sube violentamente, le obliga a refugiarse en el acantilado, desde donde los divisar¨¢ por ¨²ltima vez. Viejo y agotado por las privaciones de los muchos a?os pasados en la isla desierta, sabe ahora con certeza que su exilio terminar¨¢ s¨®lo con la muerte.Sobre el pe?¨®n, que se desplaza lentamente (simulando as¨ª el movimiento del barco invisible al espectador), se deja dominar por la desesperaci¨®n hasta inmovilizarse pat¨¦tico, con los ojos desorbitados y las manos crispadas sobre la roca suspendida sobre el mar, mientras la orquesta (compuesta por el shamisen, guitarra de tres cuerdas que se toca con un plectro, y los diferentes tambores) intensifica el dramatismo de la escena.
Es el final de Shunkan, un drama creado en 1719 por el teatro de marionetas, inspirado en algunos episodios de las narraciones ¨¦picas sobre las guerras de finales del siglo XII en Jap¨®n, representado este a?o en Par¨ªs, con ocasi¨®n del Festival de Oto?o, por la compa?¨ªa de teatro Kabuky, de Ichikawa Ennosuke III (42 a?os), director y actor principal de la misma, tercero de una familia de actores que hered¨® el puesto de su abuelo. Discutido por algunos, pero admirado por muchos otros, ?al pretender reconciliar el Kabuky con su tiempo?, realiza una interpretaci¨®n magn¨ªfica, mezcla de expresionismo y crudo realismo, del personaje de Shunkan, prelado de la corte exiliado por rebeld¨ªa¨¹ontra su se?or.
Creado por una mujer
M¨¢s popular que el N? y el bunraku (teatro de marionetas), espect¨¢culos ambos creados para distraer a la aristocracia guerrera, el primitivo Kabuky fue creado por una mujer, la sacerdotisa Okurti, del santuario de Izumo, destrozado por el fuego, con el fin de recaudar dinero para su reconstrucci¨®n. En su origen fue un espect¨¢culo compuesto por cantos que acompa?aban a las danzas, en el que se integraban algunas escenas, monogatari, sacadas de cuentos populares. El ejemplo de Okurti fue seguido por otras actrices, que montaron espect¨¢culos similares, llegando a tener gran popularidad.Pero algo deb¨ªa tener de subversivo el Kabuky, al transgredir las costumbres de una ¨¦poca, poco propicia a ciertas libertades, que fue suprimido en 1643, consider¨¢ndose como inmoral la mezcla de actrices y actores y acus¨¢ndose a las primeras de ?darse a la prostituci¨®n?. Sin arredrarse por ello, con el fin de respetar la ley, Okuni cre¨® una compa?¨ªa de j¨®venes actores capaces de interpretar, todos los papeles, incluidos los femeninos, pero, dada su ?ambig¨¹edad er¨®tica?, fue, a su vez, prohibida en 1667.
Sin embargo, el Kabuky hab¨ªa llegado a las masas y, aunque mirado con cierto desprecio por los maestros del N? (mucho m¨¢s elitista y protegido siempre por el poder), que durante mucho tiempo se negaron a que adaptase sus piezas, tuvo que ser permitido de nuevo, a condici¨®n de que los actores fueran hombres de edad madura que, aunque corpulentos, ten¨ªan que dar, cuando interpretaban el papel de una mujer, una imagen estereotipada, esencialmente femenina, expresada a base de convenciones gestuales y declamatorias. Todav¨ªa hoy excluye de la escena a las mujeres.
De gran eficacia teatral, incluso en el decorado y montaje, el Kabuky recurre a todas las t¨¦cnicas y efectos capaces de captar y mantener la atenci¨®n del espectador, mezclando sabiamente danza, m¨²sica, acrobacia y teatro, centrado casi exclusivamente en la interpretaci¨®n del actor principal, que es a quien se va a ver, puesto que generalmente la obra, de una intriga m¨¢s bien sencilla, es de sobra conocida por el p¨²blico habituado.
Lo importante es el partido que el actor saca en la interpretaci¨®n de un personaje completamente codificado de antemano, no s¨®lo en su aspecto externo, sino, y sobre todo, por lo que respecta a los gestos, movimientos, m¨ªmica, entonaciones de la voz. Completamente despersonalizado, sumergido por una serie de ropas magn¨ªficas, a ,veces superpuestas varias por las necesidades de la pieza, de las que se va desprendiendo progresivamente (pueden llegar a pesar veintiocho kilos), y con la cara maquillada casi como un paisaje, a su vez perfectamente codificado para poner de relieve el car¨¢cter del personaje, el actor interpreta con un perfecto dominio de los kata, estilos o modelos de actuaci¨®n que requieren un largo y duro aprendizaje, transmitidos por las familias de actores de generaci¨®n en generaci¨®n, contando, sobre todo, a la hora de nombrar el sucesor, la habilidad y la t¨¦cnica.
Aunque en otras ¨¦pocas cada actor se especializaba en la interpretaci¨®n de un personaje, principalmente los onnogata (actores que encaman personajes femeninos), hoy normalmente pueden interpretar tanto a una princesa como a un guerrero, porque lo importante es la t¨¦cnica, y cuando ¨¦sta se domina pueden componerse los papeles y pasar con facilidad de uno a otro, como lo ha demostrado en Par¨ªs Ishikawa Ennosuke III, cuya capacidad de transformismo ha maravillado al p¨²blico parisiense en sus diferentes encarnaciones, brillantes, efectistas.
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